miércoles, 18 de diciembre de 2019

El cuaderno

En mi casa hay un altillo, un pequeño cuarto en altura , atiborrado de cosas. Eso no es nada raro, en muchas casas hay un altillo, aunque la palabra está en desuso.
Cada tanto tiempo, subo esa escalera empinada, en busca de algún libro. No sólo hay libros, hay cuadros, retratos, una cómoda antigua, y una campana de un viejo buque. Esto último perteneció a los viejos dueños, que eran una pareja de buzos. Gente singular.
La cuestión es que aunque es común para mí subir esa escalera empinada y enfrentar el desorden amable del altillo, hace pocos días ocurrió un pequeño suceso que para mí fue extraordinario.
Lo que ocurrió fue que algún otro miembro de la familia movió una manta de alpaca y la cambió de lugar. Pequeño gesto, todo un descubrimiento.Y cuando yo realicé hace unos siete días mi normal visita al altillo, me sucedió algo...
Lo primero que vi fue un cuaderno dónde estaba la manta de alpaca, tapas claras, lomo de tela verde, un cuaderno Rivadavia de 200 hojas.Un cuaderno que no abría desde veinte años atrás, pero al que dormí abrazada más de una vez
La tinta está perfecta. Los poemas y cuentos y borradores de cartas ocupan las 200 hojas completas, incluidos los márgenes y contratapas.Era ella, la Paula a la que todavía podía su padre llamarla Paulette, la que alguien llamó La Novia de Artagnan, la que sellaba libros todo el día con sus jeans gastados y su cabello larguísimo, la que abrió un día un libro para poner el sello de la última página y encontró un manuscrito de Borges.
Pero también la que no toleraba bien eso de ser llamada musa, y no buscaba trascender por el nombre del otro.Estaba descubriendo el mundo, tenía 25 años, un novio y dos hijos, que poblaron el cuaderno con sus dibujos y poemas.
Todos somos Conrad cuando maduramos.
Permitanme mirar mi cuaderno con una sonrisa, vaso en mano y compartirlo con ustedes.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Carta al Navegante


Carta al navegante que partió


Me hiciste una pregunta y te contesto con esta carta. Te escribo la respuesta en verso, las palabras desnudas son tan pobres. Hablaste del misterio de la mujer, de mi secreto insondable: es tan sencillo, hombre, conocer el misterio cuando se quiere saber. Pero si sólo quieres irte lejos, retornar al mar, en soledad, la mujer seguirá guardando su misterio, porque es todo lo que le dejas.
 Pero yo tengo otro secreto. Tal vez hay rencor en mis versos, o simplemente sí, hay rencor, pero tengo una disculpa: un hombre, para una mujer solitaria, es sólo un sueño del que nunca es dueño. Por eso no sabes, mientras navegas por los mares allá lejos, qué consistencia tuvo el sueño que fuiste, cómo se proyectaba, gigante, tu forma en los bosques de mi imaginación. ¿Y si ese es el misterio que te inquietaba y que tal vez una sirena lejana te revele, cantando para ti? La imaginación te hizo más héroe de lo que eras en realidad, tan sólo un Ulises cansado, un Ulises hambriento de una tabla de salvación por una noche, de un refugio de calor por una noche, de un puerto donde amarrar por una noche, por una sola noche.
Y por la mañana te fuiste, dejando el bosque umbrío, más solitario, más inerme en su desnudez.
 Y así te escribí estos versos, desde mi desnudez, contestándote como puedo tus preguntas inquietas, como deben ser las preguntas que se dicen por única vez y sin esperar respuesta, porque una respuesta así, marinero, puede demorarte años en el puerto...O tal vez, preguntas, marino, una y otra vez, a distintas mujeres puerto en costas lejanas y extrañas para mí. Te escribí esta respuesta y disculpa, tal vez nunca te llegue.

Saber qué quisieras
Hombre que aciertas
Navegar la Vida
Y dejarla muerta
Tan tibias aguas
Heladas se vuelven
Al ser navegadas
Por marinos crueles
Por decirte tan sólo
Hombre, que tan duro eres
Que labios tan dulces
Se vuelven crueles
Que parir puede un alma
Rencores inmensos
Y que no sólo el dolor
Nos vuelve mujeres
Por decirte tanto
Mi voz ronca se vuelve
Y dolor mis ojos
Y violentas mis sienes
Y yo me vuelvo loba
Y sólo tú no te vuelves
Mientras tu espalda se aleja
Te vas preguntando
Qué oscuro misterio
Que son las mujeres
Nunca llegas tan profundo
Cuando amas
Como cuando amando hieres
Así abres la puerta de la oscura cripta
Sangre que piedra helada
Volvieron los siglos
Ocultas esmeraldas
Brillantes amatistas
Tesoro del odio
Y del desprecio
Otro pagará
Lo que tú has hecho

La mujer



domingo, 1 de diciembre de 2019

El perro de Manuel


En realidad, Manuel no se llama así, pero prefiero proteger su nombre. Manuel fue mi vecino durante treinta años, pero en esos treinta años estuvo varios años preso, por lo que no fueron tanto.
En ausencia tanto como en su presencia su madre decía “Cuando venga Manuel va a solucionar éste y éste otro problema". "Cuando venga Manuel". Cuando venga.
Vino Manuel y encontró a la madre ya muy anciana. Él la cuidó como muchos hijos probos y sin entradas carcelarias no cuidan a sus madres. Junto con su hermano, Lorenzo, se turnaban para ocuparse de esa mujer que les había dado la vida y tanto había sufrido.
La madre partió, a algún país allende los cielos. Los dos hermanos, viejos asiduos de la cárcel, la lloraron copiosamente en un eterno abrazo, como son los abrazos de los hermanos.
La última vez que vi a Manuel fue hace pocos días. Paseaba un perrito, un cachorro blanco, alegre y vivaz. El cachorro quiso jugar conmigo y pregunté a Manuel su nombre.
Vaciló.
Al fin me dijo gravemente: se llama Noteolvidaré.


miércoles, 20 de noviembre de 2019

El regalo de Navidad

EL REGALO DE NAVIDAD
Un cuento de Villa Paraíso
Paula Ruggeri


Llegó al bar en su camioneta vieja. Roja, despintada, era buena, fuerte y útil. A veces le hacían bromas, a veces le gritaban cosas desagradables. Cuando estaba en su viejo barrio, no pasaba nada. Era un barrio de plomeros, albañiles y electricistas. La vida transcurría al sol, de noche se dormía.
Nunca tocaba en su viejo barrio. Tocaba en barrios donde no se dormía. Y esta noche, menos aún. Habría fuegos de artificio, gritos, botellas rotas. El Niño Dios ha nacido--decía la voz plañidera de su abuelo cuando él era un niño. ¿Y dónde está el Niño Dios?¿ Adónde se llevó a su hija?
Esa noche de felicidad obligatoria, Ezequiel estaba desoladoramente triste y tenía que cantar, tocar su electroacústica y moverse. Los hombres son valientes, los hombres no lloran. ¿Cuánto coraje se le puede pedir a un hombre?
Baja las dos consolas, tres rollos de cables prolijamente separados, y lanza un chiflido a la gente del bar. Su Nochebuena ya empezó.

Se llevan las consolas y los cables. La Vela, se llama el bar. Al tomar su guitarra (electroacústica), ve los dos rollos de papel de regalo, la cinta scotch y la liviana bolsa floreada. No me tengo que olvidar del regalo—se prometió.
Los tomó junto con la guitarra.
Mientras acomodaba todo (la noche va ser una fiesta), prometió al dueño del bar, se volteó un momento para decirle a una camarera que lo miraba curiosa.
—Me hacés un favor—
—¿Qué?— dijo desconfiada. Esa noche había planchado su cabellera azabache y se había escotado un poco. Ezequiel no reparó en nada de eso, contra la idea de la chica.
—Me podés dar una mano con el regalo de mi señora? Yo no sé envolverlo y…
—¡Pero claro—dijo la camarera aliviada-- Démelo ¿que és?—dijo curiosa.
—Un chal.
--Ay, ¡pero que hermoso es!.¡¡¡ Qué suerte tiene su mujer!!!! Ya se lo envuelvo.
Mientras la chica se empeñaba con los dos rollos, la cinta y el hermoso chal, Ezequiel empezaba a conectar los cables y luego, a probar su electroacústica.
--¿Todo bien, jefe?- dijo el dueño del bar, con amable desconfianza. Después de todo, no conocía a ese cantante de pelo aleonado y de nombre difícil-- Ezequiel Alfredo--al que pagaba para que animase la nochebuena en su pequeño bar.
--Todo muy bien. Conecto los cables y estoy listo--dijo desde el suelo, ocupado en llevar y traer cables . La guitarra estaba apoyada sobre una silla, vigilada de cerca por el ojo atento de Ezequiel Alfredo.
Es que su desgracia no le había anulado el profesionalismo. Ni la necesidad.
A los veinte minutos todo estaba conectado. Ezequiel pidió permiso para cambiarse en el baño. Una camisa azul brillante. Barata, pero brillaba. Los mismos jeans negros con los que llegó. Gel en el pelo, echado hacia atrás y un poco largo.
El propio Sandro no tendría objeciones a su aspecto.

--Hola…Hola…-Ezequiel Alfredo probó el micrófono. --Buenas Noches, --expresó con oficio--noche feliz, Nochebuena. Damas y Caballeros. Con ustedes…un servidor.
Y su potente voz de barítono cantó, en un falso susurro…
”Por ese palpitar/Que tiene tu mirar / Yo puedo presentir…”
Suenan aplausos aislados y ahora sí, empuña la guitarra.
“Yo puedo presentir…/Que tú debes sufrir…/Igual que sufro yo./”
--¡Sandro!, gritó un hombre con sorna.
--Gracias, contestó Ezequiel, impertérrito.
--Igual que sufro yo--corearon un par de señoras.
--Te amo--. Y las cuerdas vocales de Ezequiel se relajaron y temblaron en un hermoso vibrato. Se oyeron aplausos.

Unas tres horas después, cansado, Ezequiel comenzó a enrollar cables y guardar la guitarra en su funda. Las consolas ¡qué pesadas eran a esa hora, el día de Navidad!
--Mil doscientos-- dijo el dueño del bar, contando dos veces los billetes de cien. --Sacá pronto todo de acá y que te vaya bien. Tenés talento.
Ezequiel guardó el dinero en el bolsillo. Tenía todavía la camisa azul brillante toda sudada. No le habían dado tiempo de cambiarse.
Comprobó que tenía el regalo antes de intentar arrancar el auto.
Tenía un problema. El auto amagaba con arrancar y no arrancaba. Su coche, un Renault Pickup de los 90, daba tirones y rugía de pura impotencia.
--Vinimos hasta acá-dijo calmo Ezequiel-- Vamos a regresar a casa. Es Navidad.
En el asiento del acompañante estaba el paquete envuelto con esmero con papel brillante como su camisa azul.
El motor respiraba fuerte, asmático y volvía a rugir.
--Vamos a casa, no me falles.
Oyendo el ruego, la Renault arrancó.
Sentía el tirón fuerte en el volante y que el neumático de la derecha, emparchado, se iba rápidamente al desgaste.
--Dios-murmuró Ezequiel-- El regalo estaba ahí, en el asiento del acompañante. Pero hacía rato que su mujer no se subía al coche.
Daba igual. Tenía que estar con ella.
--¡Dios!-- dijo Ezequiel una vez más, asombrado.-- El auto se había quedado con la goma desinflada, en la entrada para coches de una gomería.
Y estaba abierta. El dueño celebraba la Navidad con su familia en el playón. Había armado una parrilla y toda la familia celebraba la Navidad con un asado.
--¿Qué se le ofrece jefe? ¿nos quedamos?-- dijo el dueño de la gomería, sonriente, con una remera roja, bermudas, y un gorro rojo festoneado de blanco.
Para Ezequiel era, efectivamente, Santa Klaus en persona.
--Necesito reemparchar este neumático.
--Imposible-dijo el hombre con voz experta--Ya lo emparchaste mucho. Es un riesgo, sabés.
--¿Qué se puede hacer?--dijo Ezequiel con voz desesperada.
--Te puedo ofrecer una emparchada--dijo el hombre, práctico-- Por 1200 pesos te pongo una goma segura y te vas tranquilo.

Se sentó en una silla que le ofrecieron. Cabeza gacha, manos entrelazadas.
Cuando el problema estuvo resuelto, entregó los recién ganados 1200 pesos y subió al Renault.
El auto rugía, respiraba asmáticamente, tironeaba y por fin arrancó.
¡Feliz Navidad! Oyó que lo saludaban a sus espaldas.
Sí. Una feliz navidad.

Entró en su casa procurando hacer silencio.
Llevaba el regalo en la mano.
--Sarah-- susurró.
--Sarah no está--dijo una voz grave de mujer, un poco vacilante.
--Feliz Navidad, Sarah-- besó su boca, con aliento a ginebra. El vaso y la botella estaban sobre la mesa. También una foto de la hija muerta en un portarretrato color rosa.
Pero ¿cuánto valor se puede pedir a una mujer?
--Sarah, mi amor, te traje un regalo.
Ezequiel abrió el paquete, cerrado con tanto esmero por una desconocida “qué suerte tiene su mujer”, recordó Ezequiel. Suerte.
Le colocó el chal, una maravilla de seda gris y plata, que contrastaba con los cabellos rubios de Sarah.
--Y ahora, la nena va a dormir, Sarah.
Y suavemente giró el portarretrato, mientras Sarah lloraba despacio.



domingo, 13 de octubre de 2019

La flor dorada

Tu boca es una copa
Una copa muy blanda

Agua en que yo bebo
La suavidad de la espada

La quiero
Así que dame
Dame la lluvia, la luna anegada

Dame la orquídea abierta
El perfume de la flor dorada

Dale a mi boca, copa
Dale tu lecho de miel, espada hecha agua.

lunes, 30 de septiembre de 2019

Cuando arda Babilonia


EL DIABLO ENAMORADO



                                                            “Que sean tan valientes y sufridos como Venus”
                                                              La Ilíada, canto XXI


Cuando arda Babilonia
Hasta las últimas cenizas
Yo estaré de pie
Esperando

Tú bajarás de tu ciudad
Me mirarás, desnuda y sangrante
Vencida y triunfante
Y te unirás a mí

Arderán las últimas estrellas
Morirán las últimas aves
Toda tu creación destruida
Por destruirme a mí
A tanto puede llegar el odio de un dios
Que es demasiado hombre
Para no odiar a una mujer

Y al fin yo amo y él odia
Y al fin yo creo y él destruye

Y al fin ambos lloraremos
De pie sobre las cenizas de Babilonia

Morirán las últimas estrellas
Nacerá el último hombre
Para después morir
Como todos, en mis brazos
Caerá una última tormenta
Que apagará el último fuego
Y yo estaré de pie

Moriré por vez última
Esta vez será para siempre
Porque al fin volveré al Padre
Diciendo: yo soy tu Hija
Tómame
Y moriré
Porque yo soy tu sangre
Pruébame
Como aquella vez
Arderá Babilonia
Hasta las últimas cenizas
Y yo estaré de pie
Esperando

Porque yo soy tu sangre
Tómame
No puede arder el agua
Pues hija el fuego
Pero cuando arde Babilonia
Los padres devoran a sus hijas
Pues tienen miedo

He tenido tantos nombres
Pero al fin tengo un solo padre

De pie espero el cisne blanco
Que me llevará hasta ti
Habrá una isla adonde me conducirá un blanco toro
Por los viejos tiempos, la llamaremos Europa
Vendrás a mí como lluvia de oro
Como antes, cuando éramos jóvenes
Y te diré
“Yo soy tu sangre”
Y te diré
“Coge esta fruta”
Y te diré
“Corta este árbol”

Y renacerá el Paraíso


domingo, 8 de septiembre de 2019

Primer poema. La Rosa Encarnada.


POEMA DEL CIELO Y EL INFIERNO


Oye lo que dice la noche
Que es más vieja que el hombre
Y que ha enterrado a todos los amores
Que se sirvieron de ella

Dos piedras a la cabeza
Y una a los pies
Son toda la tumba de Arturo
Bajo las aguas. Esto nadie lo sabe
La reina Ginebra murió en el convento
Adonde no fue Ofelia
Ella prefirió las aguas del lago
Juntos yacen ella y Arturo
Lejos, la tierra cubre a Ginebra y a Lancelot
Aquiles fue en verdad un cobarde en su fuerza
Helena de Troya fue la legítima mujer
Del único que peleó y murió por ella
Que se llamó Héctor el troyano
Todos los fuegos queman las manos de Tristán
Y Abelardo sigue amando el cuerpo de Eloísa
Paolo y Francesca son esposos en el Cielo
Amados por Dios
Isolda es como Ginebra
Las dos son esposas del hombre equivocado

Ahora se calla la noche. Yo seguiré contando
Yo escribí la historia
Nadie puede sellar mis labios

Juan el fiel es el esposo
De la Princesa de Oro
Ulises trenza coronas
Con el cabello de Nausícaa
Galahad se ahogó en el océano
Ya cuenta mi poema
Tres felices matrimonios
Y tres amantes ahogados. Prosigamos
El dragón venció a San Jorge
Y San Jorge es el nombre del dragón
San Agustín murió pecando
Las siete colinas están cubiertas de sangre
Y a la sombra de seis mil cruces
Hay un solo Cadalso

Un perro negro se despedaza a sí mismo
Eternamente
A eso lo llaman
El Bien y el Mal

Todos los hombres buenos
Vieron alguna vez el fantasma de su padre
Todas las flores amadas por ellos
Mueren ahogadas
Todos los caballeros
No aman mas que a su espada
Hace mucho hubo un poema
“todos los hombres matan lo que aman”
Y no todos mueren por ello
Oigan como ladra el perro negro
Mi verso es como una espada
En su punta hay un veneno amargo
Que inventó para mí mi madre Morgana

De noche todo se sabe
De día soy solo una pobre mujer
De noche yo escribo la historia
De noche escribo
“El amor es locura”
De día estoy doblemente loca
Prosigamos. La noche es corta y la historia larga
Galahad llevó a sus labios la santa copa
De ella bebió el veneno mortal
Que lo llevó a lo profundo del mar
Su barca arrastraba un cisne
Ese cisne blanco era la Dama del Lago
Ese día que se llevó a Galahad
El perro negro se mordió y aulló mas que nunca

El Norte y el Sur
Son la cabeza y la cola del perro negro
Cuando venza uno
Morirán los dos
Eso es el Apocalipsis
La última batalla

El primero que vea la Meca
Matará a su hermano que venga después
Pero ninguno sabe
Que ninguna tierra es santa

El Cielo es un poema creado
Y quemado en Alejandría

Si me dan tiempo lo escribiré
Lo acabaré donde la noche termina

El Infierno es un poema creado
Y quemado en Alejandría

A ese ya lo he escrito

La poesía es locura
Y yo estoy loca rematada

Jamás oí aullar tan tristemente
A un pobre perro
Me recuerda a un hermano filósofo
Que encontrando una falla en su teoría
Se desgarró a sí mismo y se mató
Él era muy joven
Pero es que la juventud es algo muy viejo
La juventud es la locura
Y yo estoy loca y amo
Pero prosigo

Para algunos, el perro sigue aullando
Para ellos hay esperanza
Aunque sean malos
Todavía pueden ser buenos
Pero para otros
El perro ha muerto
Para ellos no hay salvación posible
En verdad el perro agoniza

Escribo un poema que se llama Cielo
Ayer escribí un poema que se llama Infierno
Los dos me queman las manos
Son iguales sus estrofas
Igual el número de sus versos
En los dos se nombra a Francesca
Pero en uno ella se quema
Y en el otro es feliz
En los dos se nombra a Nausícaa
Pero en uno ella queda sola
Y en el otro no

Es que el Infierno es el único poema
Que laboriosamente escribieron todos los poetas
Hasta mí. Los hombres odiaron a Francesca
Y mataron a Lancelot
Y violaron las justas razones de Helena
Y admiran la fuerza de Aquiles
Mas que el valor de Héctor
Los hombres dieron a Ginebra como esposa
Al único hombre que era incapaz de amarla
Son las cosas que ocurren en el Infierno
El infierno creó el Océano
Que me separa del único hombre
Al que daré este poema para que lo queme
Que es lo mismo que ofrecerle toda Troya
Para que arda nuevamente
Es que el amor es la locura
Y yo estoy loca rematada

El cielo es una locura
Que suponen los hombres
Sin atreverse a vivirla
Pero es que el valor es la locura
Y la poesía es la locura
Y la guerra es la locura
Y el Cielo es la única de todas las locuras
Que vale la pena amar
Porque una mujer que no es capaz de amar
A un hombre que hiere con sus ojos
De izquierda a derecha su rostro
No merece llamarse mujer
Y un hombre que no sabe morir
Por Helena de Troya
O prefiere el fuego de su hogar
A las lejanas playas de Nausícaa
No merece llamarse hombre

Y solamente una mujer tiene en sus manos el Paraíso
Y nadie más que una mujer
Puede escribir el Cielo

.1997-Paula Ruggeri

lunes, 26 de agosto de 2019

La Rosa Encarnada

"Deja de escribir mariconadas con referencias literarias". Arturo Pérez Reverte

De las tres frases que con los editores de Rúcula Libros elegimos para la contratapa de mi primer libro de poesía, elijo esta de Pérez Reverte. Pueden preguntarse por qué, sin duda lo harán.
Yo pienso en los escollos y las monstruosas sirenas, del viaje poético ( en una carta del mismo personaje tengo escrito de su puño "envíame todo cuánto escribas. Me encanta leerte. Y nunca se sabe".)
Bueno, ahora es fácil saberlo, por eso quiero transmitirlo. No voy a a decir "no hagan caso de las sirenas", eso es imposible.
Sólo no se arrojen al vacío.Lloren si es inevitable, pero el sueño de Itaca se puede concretar, persíganlo.
Mi sueño de Itaca se llama La Rosa Encarnada.
Su contratapa contiene otras dos frases, mucho más agradables.
Una es la siguiente:
"La Rosa Encarnada es una bruja"- Matteo Belli
"Puro Zoroastro, instinto persa, sadismo angelical en plena metástasis"-Pablo A. G. Ferro
No hay que decir que en mi vida de poeta ambos comentaristas son influencias positivas, viento benigno que me acercó a uno de mis muchos puertos.
Por cada falso rostro de oscuro plumaje de ave, por cada Serpiente Emplumada, aparecerán muchos más amigos, más voces de aliento, más auténticos colaboradores.
Ese es mi mensaje a cualquier joven poeta que esté leyendo estas líneas.
 Y a partir de la próxima semana, comienza en éste blog la publicación de los poemas y relatos de mi libro La Rosa Encarnada.

lunes, 27 de mayo de 2019

Dos poemas

l
En las cálidas noches de verano
Me quiebro sobre tu sombra
Y te entrego mis labios
Me pareces el Oriente
En las cálidas noches de verano
Me pareces dorado
Yo desmayo durante esas noches
Y juro mi amor a Baco
En las cálidas noches de verano
Yo me curvo y como las flores
Me quiebro rápido
Y soy el fruto que palpita en tu boca
Y me abro como un río
Que corre sin descanso
Y grito como la rompiente
En las cálidas noches de verano
Yo te tengo en mi seno y mi garganta
Es puro limo dorado


En las cálidas noches de verano
Soy como la corriente del arroyo
Soy como la hierba húmeda
Soy puro limo dorado



ll

Si  una voz te dijera
lo que al viento susurro
que suaves mis manos
te esperan allí
donde mora el ensueño
y el secreto conjuro
en ardiente promesa
te entregara a mí

Si yo te dijera
que ayer por la noche
soñaba despierta
Que tu reina fui
Y que empuñé tu cetro
para hacerlo mío
Y abriendo mis labios
tu espada me hundí

Si yo te ofreciera
Mi sangre en mis sueños
Arrojada y desnuda te dijera:
Bébeme
Y luego desmayara,
Amor y duelo, gloria de una noche:
Traspásame
Al dios le duele el amor secreto,
Roza con su espíritu de llama
Mis piernas que te abrazan en sueños
Y de fuego viste mi corazón
El fuego que gime en mis versos
La Antorcha divina
Que robó Prometeo

Este lento conjuro
Te beberá entero


sábado, 25 de mayo de 2019

Crónica de Buenos Aires


El hombre del brazo cortado

Él me espera, agazapado en una esquina. Camino por la Avenida Cerviño, uno de los sitios más elegantes, exclusivos y cool de Buenos Aires. Justamente por eso, el hombre del brazo cortado, con delgados jirones de sangre, el hombre del brazo desnudo, con una remera arremangada, está allí.
Dije que me espera, y en rigor, no me espera a mí, sino a cualquiera que atienda su sangriento llamado a la atención. La gente elegante (o no) camina y se aleja de él.
Resultó equivocada la estratagema. Involuntariamente pero sin equivocación, el hombre provoca rechazo.
Para cuando me interceptó en mi caminata, estaba exasperado y desesperado.
-Quiero comer, doña. Mire mi brazo.- Y lo extendió frente a mis ojos con orgullo.
Insistió.
- Tengo que pagar el hospital. Necesito y necesito.
Me perdí en sus palabras, el conmovedor sermón que a gritos arroja la ciudad.
Al hombre del brazo cortado le di el dinero que tenía. Se imaginan que era poco, pero era todo.
Y él, inesperadamente, me pidió permiso para decirme unos versos. Algo sobre la flor más bella.
Mientras recitaba, el moreno brazo extendido seguía regándose con hilos de sangre roja.

lunes, 13 de mayo de 2019

La Ninfa del Jardín


La Ninfa

Su pequeña fuente para ella es un lago. No importa que el ruido de las avenidas cercanas perturben las ondas de las aguas: ella está ahí, por voluntad de un escultor, como un último chiste de artista lanzado a la gran ciudad, antes de que se convierta en eso, una gran ciudad. Ahi, en ese Jardín Botánico que es una paradoja viva, verde, y piedra, un retiro para paseantes, para lectores y para enamorados.
Los escultores y los paisajistas trabajaron en común: el jardín esconde varios secretos y uno de ellos es que una pequeña escultura es completada por la curva de una planta colocada artísticamente detrás.
Cualquiera que haya plantado un árbol sabe que es una forma de poesía ¿cómo no iba ser maravilloso el trabajo de escultores y botánicos juntos?
De niña, paseaba mucho con mi madre por este gran jardín. La tierra de los senderos es roja (tierra traída, según mi madre, de la provincia de Misiones, dónde está el Iguazú y su catarata)
Ella sabe de paisajismo: así como Carlos Thays diseñó el Botánico de Buenos Aires, su bisabuelo el belga Gislain Espagne diseñó los parques de la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, y una usina cultural, científica y artística como hay pocas. Contratado durante la época de su fundación, Gislain se ocupó de hacer traer bulbos y semillas de todas partes del mundo, trasladadas en condiciones severamente indicadas por él, distintas según cada bulbo, para hacer de los parques de La Plata una reserva de plantas y árboles que representara cada rincón del planeta.
Mi abuela me contó que a Gislain un señor le encargò un parque para su esposa. Bajo la ventana de ella había un terreno yermo. Gislain trabajó en silencio con ocho jardineros toda la noche. La señora durmió normalmente.
Cuando despertó, abrió la ventana para ver un hermoso parque…
Volviendo a ella, la ninfa del Jardìn Botánico; ella está ahí para recibirte. No importa cuán gris pongan los autos y colectivos el color celeste del día. Te olvidas las palabras histeria, desamor, pulsión, sentido, displacer. Olvidas a Flaubert, a Merimee , a Freud y a Eva Sunnz.
Mírala, se mueve. Da la vuelta alrededor de la fuente, ella te mira, no te mira, te busca con un movimiento de la mano, te habla de amor, te susurra, te dice que la mujer tuvo siempre un cuerpo fuerte, y que su seducción y la debilidad no tienen nada que hacer juntas.
Ella está acá, con su gracia, con su movimiento juguetón impreso en la piedra por un escultor para que nunca olvides que el amor es sólo un juego.

viernes, 29 de marzo de 2019

Quince esqueletos y el cofre y la botella de ron



Estoy en las últimas páginas de un nuevo libro y aunque una parte de mí está acostumbrada, en un rincón de mi persona todavía hay una pequeña niña que mira azorada. Esa que leía como si las letras de molde fueran aire que respiraba, esa que maldecía (y usaba la palabra “maldecir”), en idioma mosqueteril, esa que leía a Shakespeare con sus ocho años y su perro favorito a los pies, ignorando quien era Shakespeare, para su fortuna y por eso, dejándose capturar por esas líneas de diálogo que expandían luz.
La niña que cantaba con sus hermanos, también ávidos lectores, la canción de la Isla del Tesoro. “Quince esqueletos en el cofre del muerto y una botella de ron”
La niña que soñaba con ser escritora, como quien sueña escalar una montaña.
Todavía me mira, desde un ángulo que aún no es sepia, y me pregunta, y me cuestiona, y a veces, para mi alegría, me lee en silencio.


jueves, 21 de marzo de 2019

El Dragón que devora los Caminos

La campera negra, los vaqueros en los hombres y las calzas ajustadas como medias en las mujeres. Bolsos, mochilas, carteras las menos. Rostros agotados. De los ancianos a los adolescentes, todos tienen ojeras marcadas de dormir menos de lo que necesitan, y una mirada de no mirar nada.
Se acomodan como pueden, pero no hay comodidades. Son pocos los asientos para la cantidad de personas que el chófer hace subir al colectivo.
 A veces la gente tapa las puertas. A veces quedas casi encima del chófer y ese volante que frágil dirime tu destino y el de los demás, accidentales compañeros de ruta.
Todos llevan los auriculares puestos. Muchos viajan mirando sus teléfonos celulares. Se aíslan, apretujados por la multitud y a veces el interlocutor etéreo que de la nada les habla, les arranca una carcajada.
No están en las películas. Las ficciones se ocupan poco de ellos.
Son una multitud. Son muchas personas, de una en una, librando su batalla personal.
A veces alguien canta en voz alta. 
Hoy en un colectivo 25 atestado de gente, un hombre que vivía su locura personal de forma pública, cantaba desafiando unos versos propios que se repetían una y otra vez:
"Hoy es un bello día."
Es que no era un loco. Y ese no era un colectivo 25. Y esos no eran madrugadores yendo al trabajo.


"Es un bello día"_ Canta el juglar, y las damas y los caballeros, valientes y compuestos, miran sus celulares mientras el Dragón que devora los caminos los lleva a la Batalla.

martes, 22 de enero de 2019

Un poema en el alba

SUEÑO DEL ALBA

Acuérdate de esas noches
Amor que he tenido
Y perdido en el alba
Las sombras de nuestras voces
Del llanto y del goce
Por él amadas
Por este mi caro sueño
Yo me uní contigo
En la tierra y las aguas
Tú sabes que yo no miento
Si digo que soñé esa noche
Que un sueño me amara
Tus manos que me han dejado
La marca del hombre
Que ayer me dejara
Mi llanto que ayer muriera
Cuando entre tus brazos
Se iba mi alma
Acuérdate que esa noche
Yo cante este sueño
Que perdí en el alba
Únete a mí en el sueño
Pues a tu vida toda yo la soñara
Deja que muera el sueño
Que yo haré entre mis versos
La prisión del hombre
Que yo soñara

Si es que él lleva tu nombre
Tú no puedes saberlo pues eres sueño
Que ayer soñara