En mi casa hay un altillo, un pequeño cuarto en altura , atiborrado de cosas. Eso no es nada raro, en muchas casas hay un altillo, aunque la palabra está en desuso.
Cada tanto tiempo, subo esa escalera empinada, en busca de algún libro. No sólo hay libros, hay cuadros, retratos, una cómoda antigua, y una campana de un viejo buque. Esto último perteneció a los viejos dueños, que eran una pareja de buzos. Gente singular.
La cuestión es que aunque es común para mí subir esa escalera empinada y enfrentar el desorden amable del altillo, hace pocos días ocurrió un pequeño suceso que para mí fue extraordinario.
Lo que ocurrió fue que algún otro miembro de la familia movió una manta de alpaca y la cambió de lugar. Pequeño gesto, todo un descubrimiento.Y cuando yo realicé hace unos siete días mi normal visita al altillo, me sucedió algo...
Lo primero que vi fue un cuaderno dónde estaba la manta de alpaca, tapas claras, lomo de tela verde, un cuaderno Rivadavia de 200 hojas.Un cuaderno que no abría desde veinte años atrás, pero al que dormí abrazada más de una vez
La tinta está perfecta. Los poemas y cuentos y borradores de cartas ocupan las 200 hojas completas, incluidos los márgenes y contratapas.Era ella, la Paula a la que todavía podía su padre llamarla Paulette, la que alguien llamó La Novia de Artagnan, la que sellaba libros todo el día con sus jeans gastados y su cabello larguísimo, la que abrió un día un libro para poner el sello de la última página y encontró un manuscrito de Borges.
Pero también la que no toleraba bien eso de ser llamada musa, y no buscaba trascender por el nombre del otro.Estaba descubriendo el mundo, tenía 25 años, un novio y dos hijos, que poblaron el cuaderno con sus dibujos y poemas.
Todos somos Conrad cuando maduramos.
Permitanme mirar mi cuaderno con una sonrisa, vaso en mano y compartirlo con ustedes.
El blog de Paula Ruggeri. Contacto: paula.ruggeri743@gmail.com
miércoles, 18 de diciembre de 2019
lunes, 9 de diciembre de 2019
Carta al Navegante
Carta al navegante que
partió
Me hiciste una pregunta y te contesto con esta carta.
Te escribo la respuesta en verso, las palabras desnudas son tan pobres.
Hablaste del misterio de la mujer, de mi secreto insondable: es tan sencillo,
hombre, conocer el misterio cuando se quiere saber. Pero si sólo quieres irte
lejos, retornar al mar, en soledad, la mujer seguirá guardando su misterio,
porque es todo lo que le dejas.
Pero yo tengo
otro secreto. Tal vez hay rencor en mis versos, o simplemente sí, hay rencor,
pero tengo una disculpa: un hombre, para una mujer solitaria, es sólo un sueño
del que nunca es dueño. Por eso no sabes, mientras navegas por los mares allá
lejos, qué consistencia tuvo el sueño que fuiste, cómo se proyectaba, gigante,
tu forma en los bosques de mi imaginación. ¿Y si ese es el misterio que te
inquietaba y que tal vez una sirena lejana te revele, cantando para ti? La
imaginación te hizo más héroe de lo que eras en realidad, tan sólo un Ulises
cansado, un Ulises hambriento de una tabla de salvación por una noche, de un
refugio de calor por una noche, de un puerto donde amarrar por una noche, por
una sola noche.
Y por la mañana te fuiste, dejando el bosque umbrío,
más solitario, más inerme en su desnudez.
Y así te
escribí estos versos, desde mi desnudez, contestándote como puedo tus preguntas
inquietas, como deben ser las preguntas que se dicen por única vez y sin
esperar respuesta, porque una respuesta así, marinero, puede demorarte años en
el puerto...O tal vez, preguntas, marino, una y otra vez, a distintas mujeres
puerto en costas lejanas y extrañas para mí. Te escribí esta respuesta y
disculpa, tal vez nunca te llegue.
Saber qué quisieras
Hombre que aciertas
Navegar la Vida
Y dejarla muerta
Tan tibias aguas
Heladas se vuelven
Al ser navegadas
Por marinos crueles
Por decirte tan sólo
Hombre, que tan duro eres
Que labios tan dulces
Se vuelven crueles
Que parir puede un alma
Rencores inmensos
Y que no sólo el dolor
Nos vuelve mujeres
Por decirte tanto
Mi voz ronca se vuelve
Y dolor mis ojos
Y violentas mis sienes
Y yo me vuelvo loba
Y sólo tú no te vuelves
Mientras tu espalda se aleja
Te vas preguntando
Qué oscuro misterio
Que son las mujeres
Nunca llegas tan profundo
Cuando amas
Como cuando amando hieres
Así abres la puerta de la oscura cripta
Sangre que piedra helada
Volvieron los siglos
Ocultas esmeraldas
Brillantes amatistas
Tesoro del odio
Y del desprecio
Otro pagará
Lo que tú has hecho
La mujer
domingo, 1 de diciembre de 2019
El perro de Manuel
En realidad, Manuel no se llama así, pero prefiero proteger su
nombre. Manuel fue mi vecino durante treinta años, pero en esos treinta años
estuvo varios años preso, por lo que no fueron tanto.
En ausencia tanto como en su
presencia su madre decía “Cuando venga Manuel va a solucionar éste y éste otro
problema". "Cuando venga Manuel". Cuando venga.
Vino Manuel y encontró a la
madre ya muy anciana. Él la cuidó como muchos hijos probos y sin entradas
carcelarias no cuidan a sus madres. Junto con su hermano, Lorenzo, se turnaban
para ocuparse de esa mujer que les había dado la vida y tanto había sufrido.
La madre partió, a algún país
allende los cielos. Los dos hermanos, viejos asiduos de la cárcel, la lloraron
copiosamente en un eterno abrazo, como son los abrazos de los hermanos.
La última vez que vi a Manuel
fue hace pocos días. Paseaba un perrito, un cachorro blanco, alegre y vivaz. El
cachorro quiso jugar conmigo y pregunté a Manuel su nombre.
Vaciló.
Al fin me dijo gravemente: se
llama Noteolvidaré.
miércoles, 20 de noviembre de 2019
El regalo de Navidad
EL REGALO DE NAVIDAD
Un cuento de Villa Paraíso
Paula Ruggeri
Llegó al bar en su camioneta vieja. Roja, despintada, era buena, fuerte y útil. A veces le hacían bromas, a veces le gritaban cosas desagradables. Cuando estaba en su viejo barrio, no pasaba nada. Era un barrio de plomeros, albañiles y electricistas. La vida transcurría al sol, de noche se dormía.
Nunca tocaba en su viejo barrio. Tocaba en barrios donde no se dormía. Y esta noche, menos aún. Habría fuegos de artificio, gritos, botellas rotas. El Niño Dios ha nacido--decía la voz plañidera de su abuelo cuando él era un niño. ¿Y dónde está el Niño Dios?¿ Adónde se llevó a su hija?
Esa noche de felicidad obligatoria, Ezequiel estaba desoladoramente triste y tenía que cantar, tocar su electroacústica y moverse. Los hombres son valientes, los hombres no lloran. ¿Cuánto coraje se le puede pedir a un hombre?
Baja las dos consolas, tres rollos de cables prolijamente separados, y lanza un chiflido a la gente del bar. Su Nochebuena ya empezó.
Se llevan las consolas y los cables. La Vela, se llama el bar. Al tomar su guitarra (electroacústica), ve los dos rollos de papel de regalo, la cinta scotch y la liviana bolsa floreada. No me tengo que olvidar del regalo—se prometió.
Los tomó junto con la guitarra.
Mientras acomodaba todo (la noche va ser una fiesta), prometió al dueño del bar, se volteó un momento para decirle a una camarera que lo miraba curiosa.
—Me hacés un favor—
—¿Qué?— dijo desconfiada. Esa noche había planchado su cabellera azabache y se había escotado un poco. Ezequiel no reparó en nada de eso, contra la idea de la chica.
—Me podés dar una mano con el regalo de mi señora? Yo no sé envolverlo y…
—¡Pero claro—dijo la camarera aliviada-- Démelo ¿que és?—dijo curiosa.
—Un chal.
--Ay, ¡pero que hermoso es!.¡¡¡ Qué suerte tiene su mujer!!!! Ya se lo envuelvo.
Mientras la chica se empeñaba con los dos rollos, la cinta y el hermoso chal, Ezequiel empezaba a conectar los cables y luego, a probar su electroacústica.
--¿Todo bien, jefe?- dijo el dueño del bar, con amable desconfianza. Después de todo, no conocía a ese cantante de pelo aleonado y de nombre difícil-- Ezequiel Alfredo--al que pagaba para que animase la nochebuena en su pequeño bar.
--Todo muy bien. Conecto los cables y estoy listo--dijo desde el suelo, ocupado en llevar y traer cables . La guitarra estaba apoyada sobre una silla, vigilada de cerca por el ojo atento de Ezequiel Alfredo.
Es que su desgracia no le había anulado el profesionalismo. Ni la necesidad.
A los veinte minutos todo estaba conectado. Ezequiel pidió permiso para cambiarse en el baño. Una camisa azul brillante. Barata, pero brillaba. Los mismos jeans negros con los que llegó. Gel en el pelo, echado hacia atrás y un poco largo.
El propio Sandro no tendría objeciones a su aspecto.
--Hola…Hola…-Ezequiel Alfredo probó el micrófono. --Buenas Noches, --expresó con oficio--noche feliz, Nochebuena. Damas y Caballeros. Con ustedes…un servidor.
Y su potente voz de barítono cantó, en un falso susurro…
”Por ese palpitar/Que tiene tu mirar / Yo puedo presentir…”
Suenan aplausos aislados y ahora sí, empuña la guitarra.
“Yo puedo presentir…/Que tú debes sufrir…/Igual que sufro yo./”
--¡Sandro!, gritó un hombre con sorna.
--Gracias, contestó Ezequiel, impertérrito.
--Igual que sufro yo--corearon un par de señoras.
--Te amo--. Y las cuerdas vocales de Ezequiel se relajaron y temblaron en un hermoso vibrato. Se oyeron aplausos.
Unas tres horas después, cansado, Ezequiel comenzó a enrollar cables y guardar la guitarra en su funda. Las consolas ¡qué pesadas eran a esa hora, el día de Navidad!
--Mil doscientos-- dijo el dueño del bar, contando dos veces los billetes de cien. --Sacá pronto todo de acá y que te vaya bien. Tenés talento.
Ezequiel guardó el dinero en el bolsillo. Tenía todavía la camisa azul brillante toda sudada. No le habían dado tiempo de cambiarse.
Comprobó que tenía el regalo antes de intentar arrancar el auto.
Tenía un problema. El auto amagaba con arrancar y no arrancaba. Su coche, un Renault Pickup de los 90, daba tirones y rugía de pura impotencia.
--Vinimos hasta acá-dijo calmo Ezequiel-- Vamos a regresar a casa. Es Navidad.
En el asiento del acompañante estaba el paquete envuelto con esmero con papel brillante como su camisa azul.
El motor respiraba fuerte, asmático y volvía a rugir.
--Vamos a casa, no me falles.
Oyendo el ruego, la Renault arrancó.
Sentía el tirón fuerte en el volante y que el neumático de la derecha, emparchado, se iba rápidamente al desgaste.
--Dios-murmuró Ezequiel-- El regalo estaba ahí, en el asiento del acompañante. Pero hacía rato que su mujer no se subía al coche.
Daba igual. Tenía que estar con ella.
--¡Dios!-- dijo Ezequiel una vez más, asombrado.-- El auto se había quedado con la goma desinflada, en la entrada para coches de una gomería.
Y estaba abierta. El dueño celebraba la Navidad con su familia en el playón. Había armado una parrilla y toda la familia celebraba la Navidad con un asado.
--¿Qué se le ofrece jefe? ¿nos quedamos?-- dijo el dueño de la gomería, sonriente, con una remera roja, bermudas, y un gorro rojo festoneado de blanco.
Para Ezequiel era, efectivamente, Santa Klaus en persona.
--Necesito reemparchar este neumático.
--Imposible-dijo el hombre con voz experta--Ya lo emparchaste mucho. Es un riesgo, sabés.
--¿Qué se puede hacer?--dijo Ezequiel con voz desesperada.
--Te puedo ofrecer una emparchada--dijo el hombre, práctico-- Por 1200 pesos te pongo una goma segura y te vas tranquilo.
Se sentó en una silla que le ofrecieron. Cabeza gacha, manos entrelazadas.
Cuando el problema estuvo resuelto, entregó los recién ganados 1200 pesos y subió al Renault.
El auto rugía, respiraba asmáticamente, tironeaba y por fin arrancó.
¡Feliz Navidad! Oyó que lo saludaban a sus espaldas.
Sí. Una feliz navidad.
Entró en su casa procurando hacer silencio.
Llevaba el regalo en la mano.
--Sarah-- susurró.
--Sarah no está--dijo una voz grave de mujer, un poco vacilante.
--Feliz Navidad, Sarah-- besó su boca, con aliento a ginebra. El vaso y la botella estaban sobre la mesa. También una foto de la hija muerta en un portarretrato color rosa.
Pero ¿cuánto valor se puede pedir a una mujer?
--Sarah, mi amor, te traje un regalo.
Ezequiel abrió el paquete, cerrado con tanto esmero por una desconocida “qué suerte tiene su mujer”, recordó Ezequiel. Suerte.
Le colocó el chal, una maravilla de seda gris y plata, que contrastaba con los cabellos rubios de Sarah.
--Y ahora, la nena va a dormir, Sarah.
Y suavemente giró el portarretrato, mientras Sarah lloraba despacio.
Un cuento de Villa Paraíso
Paula Ruggeri
Llegó al bar en su camioneta vieja. Roja, despintada, era buena, fuerte y útil. A veces le hacían bromas, a veces le gritaban cosas desagradables. Cuando estaba en su viejo barrio, no pasaba nada. Era un barrio de plomeros, albañiles y electricistas. La vida transcurría al sol, de noche se dormía.
Nunca tocaba en su viejo barrio. Tocaba en barrios donde no se dormía. Y esta noche, menos aún. Habría fuegos de artificio, gritos, botellas rotas. El Niño Dios ha nacido--decía la voz plañidera de su abuelo cuando él era un niño. ¿Y dónde está el Niño Dios?¿ Adónde se llevó a su hija?
Esa noche de felicidad obligatoria, Ezequiel estaba desoladoramente triste y tenía que cantar, tocar su electroacústica y moverse. Los hombres son valientes, los hombres no lloran. ¿Cuánto coraje se le puede pedir a un hombre?
Baja las dos consolas, tres rollos de cables prolijamente separados, y lanza un chiflido a la gente del bar. Su Nochebuena ya empezó.
Se llevan las consolas y los cables. La Vela, se llama el bar. Al tomar su guitarra (electroacústica), ve los dos rollos de papel de regalo, la cinta scotch y la liviana bolsa floreada. No me tengo que olvidar del regalo—se prometió.
Los tomó junto con la guitarra.
Mientras acomodaba todo (la noche va ser una fiesta), prometió al dueño del bar, se volteó un momento para decirle a una camarera que lo miraba curiosa.
—Me hacés un favor—
—¿Qué?— dijo desconfiada. Esa noche había planchado su cabellera azabache y se había escotado un poco. Ezequiel no reparó en nada de eso, contra la idea de la chica.
—Me podés dar una mano con el regalo de mi señora? Yo no sé envolverlo y…
—¡Pero claro—dijo la camarera aliviada-- Démelo ¿que és?—dijo curiosa.
—Un chal.
--Ay, ¡pero que hermoso es!.¡¡¡ Qué suerte tiene su mujer!!!! Ya se lo envuelvo.
Mientras la chica se empeñaba con los dos rollos, la cinta y el hermoso chal, Ezequiel empezaba a conectar los cables y luego, a probar su electroacústica.
--¿Todo bien, jefe?- dijo el dueño del bar, con amable desconfianza. Después de todo, no conocía a ese cantante de pelo aleonado y de nombre difícil-- Ezequiel Alfredo--al que pagaba para que animase la nochebuena en su pequeño bar.
--Todo muy bien. Conecto los cables y estoy listo--dijo desde el suelo, ocupado en llevar y traer cables . La guitarra estaba apoyada sobre una silla, vigilada de cerca por el ojo atento de Ezequiel Alfredo.
Es que su desgracia no le había anulado el profesionalismo. Ni la necesidad.
A los veinte minutos todo estaba conectado. Ezequiel pidió permiso para cambiarse en el baño. Una camisa azul brillante. Barata, pero brillaba. Los mismos jeans negros con los que llegó. Gel en el pelo, echado hacia atrás y un poco largo.
El propio Sandro no tendría objeciones a su aspecto.
--Hola…Hola…-Ezequiel Alfredo probó el micrófono. --Buenas Noches, --expresó con oficio--noche feliz, Nochebuena. Damas y Caballeros. Con ustedes…un servidor.
Y su potente voz de barítono cantó, en un falso susurro…
”Por ese palpitar/Que tiene tu mirar / Yo puedo presentir…”
Suenan aplausos aislados y ahora sí, empuña la guitarra.
“Yo puedo presentir…/Que tú debes sufrir…/Igual que sufro yo./”
--¡Sandro!, gritó un hombre con sorna.
--Gracias, contestó Ezequiel, impertérrito.
--Igual que sufro yo--corearon un par de señoras.
--Te amo--. Y las cuerdas vocales de Ezequiel se relajaron y temblaron en un hermoso vibrato. Se oyeron aplausos.
Unas tres horas después, cansado, Ezequiel comenzó a enrollar cables y guardar la guitarra en su funda. Las consolas ¡qué pesadas eran a esa hora, el día de Navidad!
--Mil doscientos-- dijo el dueño del bar, contando dos veces los billetes de cien. --Sacá pronto todo de acá y que te vaya bien. Tenés talento.
Ezequiel guardó el dinero en el bolsillo. Tenía todavía la camisa azul brillante toda sudada. No le habían dado tiempo de cambiarse.
Comprobó que tenía el regalo antes de intentar arrancar el auto.
Tenía un problema. El auto amagaba con arrancar y no arrancaba. Su coche, un Renault Pickup de los 90, daba tirones y rugía de pura impotencia.
--Vinimos hasta acá-dijo calmo Ezequiel-- Vamos a regresar a casa. Es Navidad.
En el asiento del acompañante estaba el paquete envuelto con esmero con papel brillante como su camisa azul.
El motor respiraba fuerte, asmático y volvía a rugir.
--Vamos a casa, no me falles.
Oyendo el ruego, la Renault arrancó.
Sentía el tirón fuerte en el volante y que el neumático de la derecha, emparchado, se iba rápidamente al desgaste.
--Dios-murmuró Ezequiel-- El regalo estaba ahí, en el asiento del acompañante. Pero hacía rato que su mujer no se subía al coche.
Daba igual. Tenía que estar con ella.
--¡Dios!-- dijo Ezequiel una vez más, asombrado.-- El auto se había quedado con la goma desinflada, en la entrada para coches de una gomería.
Y estaba abierta. El dueño celebraba la Navidad con su familia en el playón. Había armado una parrilla y toda la familia celebraba la Navidad con un asado.
--¿Qué se le ofrece jefe? ¿nos quedamos?-- dijo el dueño de la gomería, sonriente, con una remera roja, bermudas, y un gorro rojo festoneado de blanco.
Para Ezequiel era, efectivamente, Santa Klaus en persona.
--Necesito reemparchar este neumático.
--Imposible-dijo el hombre con voz experta--Ya lo emparchaste mucho. Es un riesgo, sabés.
--¿Qué se puede hacer?--dijo Ezequiel con voz desesperada.
--Te puedo ofrecer una emparchada--dijo el hombre, práctico-- Por 1200 pesos te pongo una goma segura y te vas tranquilo.
Se sentó en una silla que le ofrecieron. Cabeza gacha, manos entrelazadas.
Cuando el problema estuvo resuelto, entregó los recién ganados 1200 pesos y subió al Renault.
El auto rugía, respiraba asmáticamente, tironeaba y por fin arrancó.
¡Feliz Navidad! Oyó que lo saludaban a sus espaldas.
Sí. Una feliz navidad.
Entró en su casa procurando hacer silencio.
Llevaba el regalo en la mano.
--Sarah-- susurró.
--Sarah no está--dijo una voz grave de mujer, un poco vacilante.
--Feliz Navidad, Sarah-- besó su boca, con aliento a ginebra. El vaso y la botella estaban sobre la mesa. También una foto de la hija muerta en un portarretrato color rosa.
Pero ¿cuánto valor se puede pedir a una mujer?
--Sarah, mi amor, te traje un regalo.
Ezequiel abrió el paquete, cerrado con tanto esmero por una desconocida “qué suerte tiene su mujer”, recordó Ezequiel. Suerte.
Le colocó el chal, una maravilla de seda gris y plata, que contrastaba con los cabellos rubios de Sarah.
--Y ahora, la nena va a dormir, Sarah.
Y suavemente giró el portarretrato, mientras Sarah lloraba despacio.
domingo, 13 de octubre de 2019
La flor dorada
Tu boca es una copa
Una copa muy blanda
Agua en que yo bebo
La suavidad de la espada
La quiero
Así que dame
Dame la lluvia, la luna anegada
Dame la orquídea abierta
El perfume de la flor dorada
Dale a mi boca, copa
Dale tu lecho de miel, espada hecha agua.
Una copa muy blanda
Agua en que yo bebo
La suavidad de la espada
La quiero
Así que dame
Dame la lluvia, la luna anegada
Dame la orquídea abierta
El perfume de la flor dorada
Dale a mi boca, copa
Dale tu lecho de miel, espada hecha agua.
lunes, 30 de septiembre de 2019
Cuando arda Babilonia
EL
DIABLO ENAMORADO
“Que sean tan valientes y sufridos como Venus”
La Ilíada, canto XXI
Cuando arda Babilonia
Hasta las últimas
cenizas
Yo estaré de pie
Esperando
Tú bajarás de tu
ciudad
Me mirarás, desnuda y
sangrante
Vencida y triunfante
Y te unirás a mí
Arderán las últimas
estrellas
Morirán las últimas
aves
Toda tu creación
destruida
Por destruirme a mí
A tanto puede llegar
el odio de un dios
Que es demasiado
hombre
Para no odiar a una
mujer
Y al fin yo amo y él
odia
Y al fin yo creo y él
destruye
Y al fin ambos
lloraremos
De pie sobre las
cenizas de Babilonia
Morirán las últimas
estrellas
Nacerá el último
hombre
Para después morir
Como todos, en mis
brazos
Caerá una última
tormenta
Que apagará el último
fuego
Y yo estaré de pie
Moriré por vez última
Esta vez será para
siempre
Porque al fin volveré
al Padre
Diciendo: yo soy tu
Hija
Tómame
Y moriré
Porque yo soy tu
sangre
Pruébame
Como aquella vez
Arderá Babilonia
Hasta las últimas
cenizas
Y yo estaré de pie
Esperando
Porque yo soy tu
sangre
Tómame
No puede arder el
agua
Pues hija el fuego
Pero cuando arde
Babilonia
Los padres devoran a
sus hijas
Pues tienen miedo
He tenido tantos
nombres
Pero al fin tengo un
solo padre
De pie espero el
cisne blanco
Que me llevará hasta
ti
Habrá una isla adonde
me conducirá un blanco toro
Por los viejos
tiempos, la llamaremos Europa
Vendrás a mí como
lluvia de oro
Como antes, cuando
éramos jóvenes
Y te diré
“Yo soy tu sangre”
Y te diré
“Coge esta fruta”
Y te diré
“Corta este árbol”
Y renacerá el Paraíso
domingo, 8 de septiembre de 2019
Primer poema. La Rosa Encarnada.
POEMA DEL CIELO Y EL INFIERNO
Oye lo que dice la
noche
Que es más vieja que
el hombre
Y que ha enterrado a
todos los amores
Que se sirvieron de
ella
Dos piedras a la
cabeza
Y una a los pies
Son toda la tumba de
Arturo
Bajo las aguas. Esto
nadie lo sabe
La reina Ginebra
murió en el convento
Adonde no fue Ofelia
Ella prefirió las
aguas del lago
Juntos yacen ella y
Arturo
Lejos, la tierra
cubre a Ginebra y a Lancelot
Aquiles fue en verdad
un cobarde en su fuerza
Helena de Troya fue
la legítima mujer
Del único que peleó y
murió por ella
Que se llamó Héctor
el troyano
Todos los fuegos
queman las manos de Tristán
Y Abelardo sigue
amando el cuerpo de Eloísa
Paolo y Francesca son
esposos en el Cielo
Amados por Dios
Isolda es como
Ginebra
Las dos son esposas
del hombre equivocado
Ahora se calla la
noche. Yo seguiré contando
Yo escribí la
historia
Nadie puede sellar
mis labios
Juan el fiel es el
esposo
De la Princesa de Oro
Ulises trenza coronas
Con el cabello de
Nausícaa
Galahad se ahogó en
el océano
Ya cuenta mi poema
Tres felices
matrimonios
Y tres amantes
ahogados. Prosigamos
El dragón venció a
San Jorge
Y San Jorge es el
nombre del dragón
San Agustín murió
pecando
Las siete colinas
están cubiertas de sangre
Y a la sombra de seis
mil cruces
Hay un solo Cadalso
Un perro negro se
despedaza a sí mismo
Eternamente
A eso lo llaman
El Bien y el Mal
Todos los hombres
buenos
Vieron alguna vez el
fantasma de su padre
Todas las flores
amadas por ellos
Mueren ahogadas
Todos los caballeros
No aman mas que a su
espada
Hace mucho hubo un
poema
“todos los hombres
matan lo que aman”
Y no todos mueren por
ello
Oigan como ladra el
perro negro
Mi verso es como una
espada
En su punta hay un
veneno amargo
Que inventó para mí
mi madre Morgana
De noche todo se sabe
De día soy solo una
pobre mujer
De noche yo escribo
la historia
De noche escribo
“El amor es locura”
De día estoy
doblemente loca
Prosigamos. La noche
es corta y la historia larga
Galahad llevó a sus
labios la santa copa
De ella bebió el
veneno mortal
Que lo llevó a lo profundo
del mar
Su barca arrastraba
un cisne
Ese cisne blanco era
la Dama del Lago
Ese día que se llevó
a Galahad
El perro negro se
mordió y aulló mas que nunca
El Norte y el Sur
Son la cabeza y la
cola del perro negro
Cuando venza uno
Morirán los dos
Eso es el Apocalipsis
La última batalla
El primero que vea la
Meca
Matará a su hermano
que venga después
Pero ninguno sabe
Que ninguna tierra es
santa
El Cielo es un poema
creado
Y quemado en
Alejandría
Si me dan tiempo lo
escribiré
Lo acabaré donde la noche
termina
El Infierno es un
poema creado
Y quemado en
Alejandría
A ese ya lo he
escrito
La poesía es locura
Y yo estoy loca
rematada
Jamás oí aullar tan
tristemente
A un pobre perro
Me recuerda a un
hermano filósofo
Que encontrando una
falla en su teoría
Se desgarró a sí
mismo y se mató
Él era muy joven
Pero es que la
juventud es algo muy viejo
La juventud es la
locura
Y yo estoy loca y amo
Pero prosigo
Para algunos, el
perro sigue aullando
Para ellos hay
esperanza
Aunque sean malos
Todavía pueden ser
buenos
Pero para otros
El perro ha muerto
Para ellos no hay
salvación posible
En verdad el perro
agoniza
Escribo un poema que
se llama Cielo
Ayer escribí un poema
que se llama Infierno
Los dos me queman las
manos
Son iguales sus
estrofas
Igual el número de
sus versos
En los dos se nombra
a Francesca
Pero en uno ella se
quema
Y en el otro es feliz
En los dos se nombra
a Nausícaa
Pero en uno ella
queda sola
Y en el otro no
Es que el Infierno es
el único poema
Que laboriosamente
escribieron todos los poetas
Hasta mí. Los hombres
odiaron a Francesca
Y mataron a Lancelot
Y violaron las justas
razones de Helena
Y admiran la fuerza
de Aquiles
Mas que el valor de
Héctor
Los hombres dieron a
Ginebra como esposa
Al único hombre que
era incapaz de amarla
Son las cosas que
ocurren en el Infierno
El infierno creó el
Océano
Que me separa del
único hombre
Al que daré este
poema para que lo queme
Que es lo mismo que
ofrecerle toda Troya
Para que arda
nuevamente
Es que el amor es la
locura
Y yo estoy loca
rematada
El cielo es una
locura
Que suponen los
hombres
Sin atreverse a
vivirla
Pero es que el valor
es la locura
Y la poesía es la
locura
Y la guerra es la
locura
Y el Cielo es la
única de todas las locuras
Que vale la pena amar
Porque una mujer que
no es capaz de amar
A un hombre que hiere
con sus ojos
De izquierda a
derecha su rostro
No merece llamarse
mujer
Y un hombre que no
sabe morir
Por Helena de Troya
O prefiere el fuego
de su hogar
A las lejanas playas
de Nausícaa
No merece llamarse
hombre
Y solamente una mujer
tiene en sus manos el Paraíso
Y nadie más que una
mujer
Puede escribir el
Cielo
lunes, 26 de agosto de 2019
La Rosa Encarnada
"Deja de escribir mariconadas con referencias literarias". Arturo Pérez Reverte
De las tres frases que con los editores de Rúcula Libros elegimos para la contratapa de mi primer libro de poesía, elijo esta de Pérez Reverte. Pueden preguntarse por qué, sin duda lo harán.
Yo pienso en los escollos y las monstruosas sirenas, del viaje poético ( en una carta del mismo personaje tengo escrito de su puño "envíame todo cuánto escribas. Me encanta leerte. Y nunca se sabe".)
Bueno, ahora es fácil saberlo, por eso quiero transmitirlo. No voy a a decir "no hagan caso de las sirenas", eso es imposible.
Sólo no se arrojen al vacío.Lloren si es inevitable, pero el sueño de Itaca se puede concretar, persíganlo.
Mi sueño de Itaca se llama La Rosa Encarnada.
Su contratapa contiene otras dos frases, mucho más agradables.
Una es la siguiente:
"La Rosa Encarnada es una bruja"- Matteo Belli
"Puro Zoroastro, instinto persa, sadismo angelical en plena metástasis"-Pablo A. G. Ferro
No hay que decir que en mi vida de poeta ambos comentaristas son influencias positivas, viento benigno que me acercó a uno de mis muchos puertos.
Por cada falso rostro de oscuro plumaje de ave, por cada Serpiente Emplumada, aparecerán muchos más amigos, más voces de aliento, más auténticos colaboradores.
Ese es mi mensaje a cualquier joven poeta que esté leyendo estas líneas.
Y a partir de la próxima semana, comienza en éste blog la publicación de los poemas y relatos de mi libro La Rosa Encarnada.
De las tres frases que con los editores de Rúcula Libros elegimos para la contratapa de mi primer libro de poesía, elijo esta de Pérez Reverte. Pueden preguntarse por qué, sin duda lo harán.
Yo pienso en los escollos y las monstruosas sirenas, del viaje poético ( en una carta del mismo personaje tengo escrito de su puño "envíame todo cuánto escribas. Me encanta leerte. Y nunca se sabe".)
Bueno, ahora es fácil saberlo, por eso quiero transmitirlo. No voy a a decir "no hagan caso de las sirenas", eso es imposible.
Sólo no se arrojen al vacío.Lloren si es inevitable, pero el sueño de Itaca se puede concretar, persíganlo.
Mi sueño de Itaca se llama La Rosa Encarnada.
Su contratapa contiene otras dos frases, mucho más agradables.
Una es la siguiente:
"La Rosa Encarnada es una bruja"- Matteo Belli
"Puro Zoroastro, instinto persa, sadismo angelical en plena metástasis"-Pablo A. G. Ferro
No hay que decir que en mi vida de poeta ambos comentaristas son influencias positivas, viento benigno que me acercó a uno de mis muchos puertos.
Por cada falso rostro de oscuro plumaje de ave, por cada Serpiente Emplumada, aparecerán muchos más amigos, más voces de aliento, más auténticos colaboradores.
Ese es mi mensaje a cualquier joven poeta que esté leyendo estas líneas.
Y a partir de la próxima semana, comienza en éste blog la publicación de los poemas y relatos de mi libro La Rosa Encarnada.
lunes, 27 de mayo de 2019
Dos poemas
l
En las cálidas noches
de verano
Me quiebro sobre tu
sombra
Y te entrego mis labios
Me pareces el Oriente
En las cálidas noches
de verano
Me pareces dorado
Yo desmayo durante esas
noches
Y juro mi amor a Baco
En las cálidas noches
de verano
Yo me curvo y como las
flores
Me quiebro rápido
Y soy el fruto que
palpita en tu boca
Y me abro como un río
Que corre sin descanso
Y grito como la
rompiente
En las cálidas noches
de verano
Yo te tengo en mi seno
y mi garganta
Es puro limo dorado
En las cálidas noches
de verano
Soy como la corriente
del arroyo
Soy como la hierba
húmeda
Soy puro limo dorado
ll
Si una voz te dijera
lo que al viento
susurro
que suaves mis manos
te esperan allí
donde mora el ensueño
y el secreto conjuro
en ardiente promesa
te entregara a mí
Si yo te dijera
que ayer por la noche
soñaba despierta
Que tu reina fui
Y que empuñé tu cetro
para hacerlo mío
Y abriendo mis labios
tu espada me hundí
Si yo te ofreciera
Mi sangre en mis sueños
Arrojada y desnuda
te dijera:
Bébeme
Y luego desmayara,
Amor y duelo,
gloria de una noche:
Traspásame
Al dios le duele el
amor secreto,
Roza con su espíritu de
llama
Mis piernas que te
abrazan en sueños
Y de fuego viste mi
corazón
El fuego que gime en
mis versos
La Antorcha divina
Que robó Prometeo
Este lento conjuro
Te beberá entero
sábado, 25 de mayo de 2019
Crónica de Buenos Aires
El hombre del brazo cortado
Él me espera, agazapado en una esquina. Camino por la Avenida
Cerviño, uno de los sitios más elegantes, exclusivos y cool de Buenos Aires.
Justamente por eso, el hombre del brazo cortado, con delgados jirones de
sangre, el hombre del brazo desnudo, con una remera arremangada, está allí.
Dije que me espera, y en rigor, no me espera a mí, sino a
cualquiera que atienda su sangriento llamado a la atención. La gente elegante (o
no) camina y se aleja de él.
Resultó equivocada la estratagema. Involuntariamente pero
sin equivocación, el hombre provoca rechazo.
Para cuando me interceptó en mi caminata, estaba exasperado
y desesperado.
-Quiero comer, doña. Mire mi brazo.- Y lo extendió frente a mis
ojos con orgullo.
Insistió.
- Tengo que pagar el hospital. Necesito y necesito.
Me perdí en sus palabras, el conmovedor sermón que a gritos
arroja la ciudad.
Al hombre del brazo cortado le di el dinero que tenía. Se
imaginan que era poco, pero era todo.
Y él, inesperadamente, me pidió permiso para decirme unos
versos. Algo sobre la flor más bella.
Mientras recitaba, el moreno brazo extendido seguía
regándose con hilos de sangre roja.
lunes, 13 de mayo de 2019
La Ninfa del Jardín
La Ninfa
Su pequeña fuente para ella es un lago. No
importa que el ruido de las avenidas cercanas perturben las ondas de las aguas:
ella está ahí, por voluntad de un escultor, como un último chiste de artista
lanzado a la gran ciudad, antes de que se convierta en eso, una gran ciudad.
Ahi, en ese Jardín Botánico que es una paradoja viva, verde, y piedra, un
retiro para paseantes, para lectores y para enamorados.
Los escultores y los paisajistas trabajaron en
común: el jardín esconde varios secretos y uno de ellos es que una pequeña
escultura es completada por la curva de una planta colocada artísticamente
detrás.
Cualquiera que haya plantado un árbol sabe que
es una forma de poesía ¿cómo no iba ser maravilloso el trabajo de escultores y
botánicos juntos?
De niña, paseaba mucho con mi madre por este
gran jardín. La tierra de los senderos es roja (tierra traída, según mi madre,
de la provincia de Misiones, dónde está el Iguazú y su catarata)
Ella sabe de paisajismo: así como Carlos Thays
diseñó el Botánico de Buenos Aires, su bisabuelo el belga Gislain Espagne
diseñó los parques de la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos
Aires, y una usina cultural, científica y artística como hay pocas. Contratado
durante la época de su fundación, Gislain se ocupó de hacer traer bulbos y
semillas de todas partes del mundo, trasladadas en condiciones severamente
indicadas por él, distintas según cada bulbo, para hacer de los parques de La
Plata una reserva de plantas y árboles que representara cada rincón del
planeta.
Mi abuela me contó que a Gislain un señor le
encargò un parque para su esposa. Bajo la ventana de ella había un terreno
yermo. Gislain trabajó en silencio con ocho jardineros toda la noche. La señora
durmió normalmente.
Cuando despertó, abrió la ventana para ver un
hermoso parque…
Volviendo a ella, la ninfa del Jardìn Botánico;
ella está ahí para recibirte. No importa cuán gris pongan los autos y colectivos
el color celeste del día. Te olvidas las palabras histeria, desamor, pulsión,
sentido, displacer. Olvidas a Flaubert, a Merimee , a Freud y a Eva Sunnz.
Mírala, se mueve. Da la vuelta alrededor de la
fuente, ella te mira, no te mira, te busca con un movimiento de la mano, te
habla de amor, te susurra, te dice que la mujer tuvo siempre un cuerpo fuerte,
y que su seducción y la debilidad no tienen nada que hacer juntas.
Ella está acá, con su gracia, con su
movimiento juguetón impreso en la piedra por un escultor para que nunca olvides
que el amor es sólo un juego.
viernes, 29 de marzo de 2019
Quince esqueletos y el cofre y la botella de ron
Estoy en las últimas páginas de un nuevo libro y aunque una
parte de mí está acostumbrada, en un rincón de mi persona todavía hay una
pequeña niña que mira azorada. Esa que leía como si las letras de molde fueran
aire que respiraba, esa que maldecía (y usaba la palabra “maldecir”), en idioma mosqueteril,
esa que leía a Shakespeare con sus ocho años y su perro favorito a los pies,
ignorando quien era Shakespeare, para su fortuna y por eso, dejándose capturar
por esas líneas de diálogo que expandían luz.
La niña que cantaba
con sus hermanos, también ávidos lectores, la canción de la Isla del Tesoro.
“Quince esqueletos en el cofre del muerto y una botella de ron”
La niña que soñaba con ser escritora, como quien sueña
escalar una montaña.
Todavía me mira, desde un ángulo que aún no es sepia, y me
pregunta, y me cuestiona, y a veces, para mi alegría, me lee en silencio.
jueves, 21 de marzo de 2019
El Dragón que devora los Caminos
La campera negra, los vaqueros en los hombres y las calzas ajustadas como medias en las mujeres. Bolsos, mochilas, carteras las menos. Rostros agotados. De los ancianos a los adolescentes, todos tienen ojeras marcadas de dormir menos de lo que necesitan, y una mirada de no mirar nada.
Se acomodan como pueden, pero no hay comodidades. Son pocos los asientos para la cantidad de personas que el chófer hace subir al colectivo.
A veces la gente tapa las puertas. A veces quedas casi encima del chófer y ese volante que frágil dirime tu destino y el de los demás, accidentales compañeros de ruta.
Todos llevan los auriculares puestos. Muchos viajan mirando sus teléfonos celulares. Se aíslan, apretujados por la multitud y a veces el interlocutor etéreo que de la nada les habla, les arranca una carcajada.
No están en las películas. Las ficciones se ocupan poco de ellos.
Son una multitud. Son muchas personas, de una en una, librando su batalla personal.
A veces alguien canta en voz alta.
Hoy en un colectivo 25 atestado de gente, un hombre que vivía su locura personal de forma pública, cantaba desafiando unos versos propios que se repetían una y otra vez:
"Hoy es un bello día."
Es que no era un loco. Y ese no era un colectivo 25. Y esos no eran madrugadores yendo al trabajo.
"Es un bello día"_ Canta el juglar, y las damas y los caballeros, valientes y compuestos, miran sus celulares mientras el Dragón que devora los caminos los lleva a la Batalla.
martes, 22 de enero de 2019
Un poema en el alba
SUEÑO DEL ALBA
Acuérdate de esas noches
Amor que he tenido
Y perdido en el alba
Las sombras de nuestras voces
Del llanto y del goce
Por él amadas
Por este mi caro sueño
Yo me uní contigo
En la tierra y las aguas
Tú sabes que yo no miento
Si digo que soñé esa noche
Que un sueño me amara
Tus manos que me han dejado
La marca del hombre
Que ayer me dejara
Mi llanto que ayer muriera
Cuando entre tus brazos
Se iba mi alma
Acuérdate que esa noche
Yo cante este sueño
Que perdí en el alba
Únete a mí en el sueño
Pues a tu vida toda yo la soñara
Deja que muera el sueño
Que yo haré entre mis versos
La prisión del hombre
Que yo soñara
Si es que él lleva tu nombre
Tú no puedes saberlo pues eres sueño
Que ayer soñara
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