lunes, 27 de enero de 2014

AL QUE PREGUNTA UNA ROSA




En la luna o en estrellado mar
En la cubierta de un barco siempre por zarpar
Blanca y sollozante el corsario la cubría
Y era su beso una espada penetrante
Y era dolor el barco que partía
No es pálida esta historia que fue mía
Yo pálida gemía y sangraba
Como la rosa abierta de tus sueños
¿La recuerdas?
Soñaste una rosa blanca que de sangre se abría
A tu pecho entregaba la dulce corola
Y tanto amor como dolor gemía
La pálida osadía de sus labios de rosa
Bien, pues una noche
En las laderas de la luna
Dos amantes
Dos amantes que ajustaban cuentas
Que desde la primer alborada
el mundo sufre y sueña
En los estrellados mares
Él hundió en ella sus preguntas de siglos
¿Recuerdas la pregunta de tu sueño?
La rosa decía gimiente su caricia
Y, caballero cansado, le causaste su herida
¿Pero si no hieres a nadie, de qué te vale la vida?
Es como esta historia en la luna
Ella sangraba y estaba blanca
Y el corsario le daba su furia sorda
Ý así lucharon la noche toda
El abrasador y ella desfallecida
Llovían estrellas y la luna ardía
En el blanco desierto sombras de osamentas
De tesoros perdidos y de naves muertas
La Humanidad toda en siniestras calaveras
Y el corsario y la dama ajustaban cuentas
En la luna desierta
Lenta, inexorable, mi mano pálida
De cien naufragios y mil heladas
Con mil caricias cobró venganza
Lenta, inexorable, como una amante
Que da besos como estocadas
Y cuenta cicatrices como trofeos
Así combatía la dama blanca
Esta es la historia, así me la contó una rosa
Aún no acabo. Ella sangraba
Copiosamente de su vientre cálido
Contestando las preguntas que te haces tanto
¿O no te responde la rosa?
¿O no te responde llorando?
O sonriendo como la mujer pálida
Cuando la besa el corsario
Y su acero se tiñó en su sangre
Y el buen dolor sollozó en tu carne
Y al fin yo bebí de tu copa
Y el dulce ámbar me abrió como la rosa
Y cayo tu fuerte mano y cayó tu espada
Y me alcé más blanca y cayó la luna...
...Y Venus quedó así desnuda
sin velos y sin secretos
sin más temores y sin dolores
Porque Venus es más fuerte que tú, hombre

martes, 21 de enero de 2014

Vidas de Ondinas




Los legendarios seres habitantes de las aguas suelen tener forma y encantos femeninos. Parientes de las ninfas, las hadas y las apsaras, hermanas de ellas en cuanto a seducción y predilección por hombres mortales, las dulces y misteriosas ondinas son protagonistas de numerosos cuentos y leyendas europeos. Su poder se extendió al mundo de la alquimia, donde simbolizan, representadas con dos colas de pez, el sistema dual de los dos principios primarios mercurio y azufre.
 No poseían la maldad de las antiguas sirenas, y su encanto no era siempre fatal, pero podía ser trágico. Las ondinas, como la sirena de Andersen, no tienen alma y para poseerla deben hacer numerosos sacrificios. Su mundo acuático y romántico atraía a los hombres terrestres y mortales, pero la unión de ambos mundos era imposible, esto provocó gran afluencia de poetas y cuentistas al mundo de las ondinas.
...El hombre salió de un puñado de barro y agua. ¿Por qué una mujer no habría de estar hecha de rocío, vapores terrestres y rayos de luz, de los condensados residuos de un  arco iris? ¿Dónde reside lo posible...? ¿Dónde lo imposible?
            Así explica su naturaleza Biondetta, personaje de El diablo enamorado, de Jacques Cazzote.
Como ejemplo, este pequeño cuento de Aloysus Bertrand, poeta francés que inspiró ,entre otros, a Baudelaire. Forma parte del libro Gaspar de la Noche. Fantasías a la manera de Rembrandt y de Callois . La historia siguiente es mas trágica: es la historia de la ondina Prathé y su matrimonio  con un hombre mortal. La contó por primera vez Friederich de la Mottte.

ONDINA ( según Aloysus Bertrand)

“¡Escucha!, ¡escucha! Soy yo” Es Ondina, que roza con estas gotas de agua los rombos sonoros de tu ventana iluminada por los tristes rayos de la luna; y aquí está, vestida de muaré, la dama castellana que contempla en su balcón la bella noche estrellada y el hermoso lago dormido.
“Cada ola es una ondina que nada en la corriente, cada corriente es un sendero que serpentea hasta mi palacio, y mi palacio está construido con elementos fluidos, en el fondo del lago, en el triángulo del fuego, de la tierra y del aire.
“¡Escucha! ¡Escucha! Mi padre bate el agua abundante de ranas con una rama de aliso verde y mis hermanas acarician con sus brazos de espuma las frescas islas de hierbas, de nenúfares y de gladiolos, o se burlan del sauce caduco y barbudo, que pesca con caña”


Su canción murmurada me rogó recibir su anillo en mi dedo, para ser esposo de una ondina y visitar con ella su palacio, para ser el dueño de los lagos.

Y cómo le respondí que amaba a una mortal, enojada y con despecho, lloró con lágrimas, lanzó una carcajada y se desvaneció en chaparrones que chorrearon blancos en la extensión de mis cristales azules.

LA HISTORIA DE ONDINA
(Versiòn libre del cuento de Frederich de la Motte)

            Hubo una ondina. Se llamaba Prathé. Sus cabellos largos y húmedos estaban extendidos sobre la hierba. Con sus largos dedos los peinaba pensativa. De ese simple acto dependió su amor, su destino y la suerte de un príncipe de los hombres.
            El hombre la vio. Y se enamoró de ella. Entonces era extraordinariamente fácil enamorarse. Ella reía en sus brazos.
            La Reina del Lago, la monarca de las ondinas y de las aguas profundas, dio su consentimiento a la boda.
            Las ondinas no tienen alma humana. Su existencia transcurre feliz en el fondo del lago, en una eterna edad de la inocencia. Su raza no sabe del pecado original ni de Bien ni de Mal.
            Pero al unirse a un hombre, a Prathé le fue otorgada un alma humana.
            La unión tenía como condición, impuesta por la Reina del Lago, de que se rompería ante la infidelidad del príncipe. La Reina, de rostro joven, pero muy anciana, conocía el corazón humano. No tenía dudas de recuperaría a la ondina de esa forma.
            El príncipe no tardó en darle la razón. La tentación llegó en la forma de una dama de la corte. Y Prathé y su alma humana, con su nueva sensibilidad, con su cambiado corazón, llorando retornó al lago. Amaba a ese hombre y nunca volvería a ser una ondina como las otras, sus hermanas.
            El hombre amaba a la ondina. Arrepentido fue a la orilla del lago.
_Prathé.- llamó- Perdóname. Pagaré el precio que sea por tenerte conmigo.
La ondina (sus cabellos de agua, sus ojos de agua), surgió en un remolino y le habló así.
-Hombre. Por tu amor corres peligro de muerte.
Él solo pudo desear y amar más a la ondina, aunque sabía que era cierto y que su vida corría peligro.
-No quiero separarme de ti.-susurró el hombre.
No llegó a ver las lágrimas en el rostro de la ondina. Ella lo atrajo hacia sí, le dio el beso final y lo hundió en las aguas. Un remolino y el cuerpo de la amada fueron la mortaja del príncipe.



lunes, 20 de enero de 2014

Cuando habla Ondina

El Alma...
A otras les faltan caricias, y dulzor en la boca, a mì sólo con un vuelo de mi mano, con la Danza de mi lengua y canto de mis pechos, con mis rosadas bocas abiertas y Tù, con tus  brazos fuertes que las rapten de si mismas...a todas ellas que me forman....salvo, por supuesto, el Alma...
Alzo la mano desde el fondo del Lago, agito las Aguas, y cambio su color, y las hago tibias, sòlo con un vuelo de mi mano, con la Danza de mi Vientre,y el beso de mi  amorosa y desalmada boca ......rosada y perfumada boca...las dos abiertas....
Y sin Alma hago de un hombre una Copa, y sin alma hago de la Copa ámbar como oro lìquido...y tal vez por beberte, Hombre Copa, vivo sin Alma....

Asì habla la Ondina.

domingo, 12 de enero de 2014

El Abrazo de Isolda y Ulises



La habitación era sórdida y la piel de Isolda era tersa y Ulises era fuerte y además se sentía desconsolado. Ella estaba tibia y húmeda y él enérgico, casi violento, ansioso de su vientre, blando como el agua. Ella le hablaba: “Quiero vivir, vivir para siempre”, dijo. Él la hizo callar besándola hasta que sus labios sangraban.

Sólo soltó su boca para descender al vientre blando y tibio y entonces entre largos suspiros, la voz de Isolda, tenue como luz de luna reflejada, murmuró palabras angustiosas.

—La oscuridad. La oscuridad —la oyó Ulises exclamar dolorosamente, entre quejidos exhalados, arrancados por sus labios a la carne blanda. Así que la abrazó, desnuda y frágil, abrió sus piernas flexibles y largas y halló su suave envoltura, su ardiente abrazo profundo. La necesitaba, porque estaba tenso, porque era un hombre duro, un héroe de carne en que se vislumbraba la piedra. Necesitaba su suave, líquida ternura. La tenía abrazada y unida a él, acoplados, inseparables como la flecha dorada del cazador en el corazón de un pájaro.

El reloj corría minutos desesperados, y la esperanza del hombre era que el tiempo eterno se olvidará de él y de ella y amanecer entre los brazos de una mujer y no abordar jamás el infierno. La mujer susurraba en una lengua desconocida, y desmayaba y gemía. Ardía ella y ardía él y acabó en el preciso instante en que ella gritó y olvidó.





(fragmentò de El jardìn de las delicias, Buenos Aires, Ediciones Cuasar, 2009, P.Ruggeri. )