En realidad, Manuel no se llama así, pero prefiero proteger su
nombre. Manuel fue mi vecino durante treinta años, pero en esos treinta años
estuvo varios años preso, por lo que no fueron tanto.
En ausencia tanto como en su
presencia su madre decía “Cuando venga Manuel va a solucionar éste y éste otro
problema". "Cuando venga Manuel". Cuando venga.
Vino Manuel y encontró a la
madre ya muy anciana. Él la cuidó como muchos hijos probos y sin entradas
carcelarias no cuidan a sus madres. Junto con su hermano, Lorenzo, se turnaban
para ocuparse de esa mujer que les había dado la vida y tanto había sufrido.
La madre partió, a algún país
allende los cielos. Los dos hermanos, viejos asiduos de la cárcel, la lloraron
copiosamente en un eterno abrazo, como son los abrazos de los hermanos.
La última vez que vi a Manuel
fue hace pocos días. Paseaba un perrito, un cachorro blanco, alegre y vivaz. El
cachorro quiso jugar conmigo y pregunté a Manuel su nombre.
Vaciló.
Al fin me dijo gravemente: se
llama Noteolvidaré.
Triste realidad.
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