sábado, 25 de mayo de 2019

Crónica de Buenos Aires


El hombre del brazo cortado

Él me espera, agazapado en una esquina. Camino por la Avenida Cerviño, uno de los sitios más elegantes, exclusivos y cool de Buenos Aires. Justamente por eso, el hombre del brazo cortado, con delgados jirones de sangre, el hombre del brazo desnudo, con una remera arremangada, está allí.
Dije que me espera, y en rigor, no me espera a mí, sino a cualquiera que atienda su sangriento llamado a la atención. La gente elegante (o no) camina y se aleja de él.
Resultó equivocada la estratagema. Involuntariamente pero sin equivocación, el hombre provoca rechazo.
Para cuando me interceptó en mi caminata, estaba exasperado y desesperado.
-Quiero comer, doña. Mire mi brazo.- Y lo extendió frente a mis ojos con orgullo.
Insistió.
- Tengo que pagar el hospital. Necesito y necesito.
Me perdí en sus palabras, el conmovedor sermón que a gritos arroja la ciudad.
Al hombre del brazo cortado le di el dinero que tenía. Se imaginan que era poco, pero era todo.
Y él, inesperadamente, me pidió permiso para decirme unos versos. Algo sobre la flor más bella.
Mientras recitaba, el moreno brazo extendido seguía regándose con hilos de sangre roja.

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