lunes, 29 de agosto de 2011

EL ARTE DE HACERSE DESPEDIR

Decía Jonathan Swift una famosa frase que es la siguiente: se reconoce a un genio cuando los necios se conjuran contra él. Personalmente la noción de genio es demasiado alemana y en sí misma muy ególatra para mi gusto, los genios alemanes suelen describir las características físicas del genio, por ejemplo, Schopenhauer "el genio es petiso, pelado y gordo" dice el tipo, o sea es como él u Otto Weininger, más generoso, sólo reconoce en él mismo los atributos más elementales diciendo"nunca una mujer puede ser un genio", por lo cual se decanta que cualquier hombre puede serlo, no le importa si es petiso, tiene frente amplia y el viento sacude su cabellera leonina, que sí son condiciones indispensables si ustedes quieren ser Beethoven o Schopenhauer. Y saber alemán. Pero si quiere ser Weininger, con ser hombre basta.
Bueno, estas son necedades. La cuestión es acá dar mis modestas lecciones para todo aquel que quiera hacerse despedir de su trabajo rápidamente. Así que volvamos a la frase de Swift.
Reconocemos a un genio porque los necios se conjuran contra él, dice el tipo.
La vida está llena de casos donde un grupo de necios se conjura contra otro necio, que no por eso se cree un genio. Ustedes y yo nos reconocemos en ese último grupo. Somos necios y nos molestan otros necios como nosotros.
Ser un necio es relativo. Ahora, justamente ser un genio es un absoluto. ¿entienden? Tienen que empezar a comportarse como absolutos y no como relativos. Y decir frases como las dos últimas que dije yo, que no se entienden un carajo. ¿Qué es ser un absoluto? Pregúntenle a otro, hace dos frases que soy un genio y no me sé explicar.Todas sus acciones tienen que así, singulares, claras y contundentes. Si usted quiere ser despedido rápidamente, sea un genio.
Crease o no, artistas en hacernos despedir somos todos. Yo misma soy una experta. Mis primeros despidos no tenia conciencia de mi potencial artístico. Me iba llorando, cabizbaja, con el treinta por ciento del último sueldo apretado en el bolsillo, diciendo ¿por qué a mi? Claro, los contratos basura lograron muchos despedidos sin aporte de su propia genialidad. Bueno: los contratos basuras son ahora normales. En algunos sitios, despedir gente está de moda. Yo simplemente trato de que no sean otro ladrillo en la pared. Hay que hacerlo todo, como dice Twain, con estilo. Así, si lo o la van a despedir: sea una artista.
Hay técnicas y pequeños consejos con los que logrará ser un genio y que lo despidan, todo junto. Y para esto, apelaremos a Platón.Si, sé que se cita más a Foucault, pero es más fácil Platón. A Platón lo visualizo como uno más de nosotros, despedido, en una ronda de mate y biscochos Don Satur. A Foucault lo veo más como becario del Conicet, tomando capuccino en el Café del Lector. No se por qué. Busquemos a Platon, que es amigo.
Acá deberá hacer una pequeña inversión. Cómprese "El Banquete" o bien el "Critón", que queda menos festivo y más suicida. Cómprelo usado, así parece que lo leyó muchas veces.
Llévelo al trabajo. Síentese, no importa si es repositor o trabaja en una estación de servicio. Siéntese en el escalón del surtidor de nafta a leer. Lo amarán. Se hará popular, creáme.
Lo querrán incinerar.
Supongamos que trabaja en una biblioteca. ¿qué más natural que sentarse a leer? No crea. Yo tuve una jefa bibliotecaria que me recordaba cinco o seis veces por hora que no me pagaban por leer.
"¿Ah, si?" Contestaba yo un poco distraida pero educadamente. Y pasaba otra página.
Pero bueno. Siéntese, le decía y abra el libro. Lea toda la tarde. No se olvide de fichar al irse.
Si es cajera de supermercado la despedirán en el acto.Dígale a su jefe que busca un hombre y que se aparte de su tubo fluorecente. Sabe que usted no se parece a Diógenes y su jefe no se parece en nada al gran Alejandro. Aclárele que busca otro hombre, no a él. Una vez hecha la salvedad, será despedida. Para el glorioso momento, apréndase las siguientes frases: "Usted no piensa, luego no existe".O "El estómago tiene razones que la razón no comprende" Y pida un sandwich. Su bella ironía será recordada durante años en toda la línea de cajas.
Bien, pero si no es cajera de supermercado o empleado de estación de servicio, el proceso puede ser más largo. Apoye su Platón en el escritorio y comienze a filosofar. A cada pregunta responda según el conocido método de la mayéutica.
Ejemplo:
Jefe-"No te pagan por leer"
Usted- "¿Lo cree así?"
Jefe: "¿sos estúpido o te hacés?
Usted: "¿Es bruto o se hace?"
Jefe:" Voy a comunicar esto al señor Director"
Usted- "¿Puedo ir al baño?"
Ve lo simple que es. Usted, un pacífico filósofo socrático. Él, un bruto animal. Su superioridad moral está demostrada, sobre su jefe y sobre la Polis. Así que no tome cicuta porque no hay, y además todos lo queremos, pero váyase tranquilo y feliz a su casa.
Si es que fue despedido después de esto.Porque si no lo despiden, conserve ese trabajo.
Es un trabajo maravilloso.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Madrugada con una sirena y un unicornio

Hay madrugadas como ésta, frías con pensamientos cálidos. Dos de la madrugada. Mi hijo tararea en voz muy baja una melodía en el silencio nocturno, posiblemente una nueva composición.Calienta el agua para el té de los dos. Suelo dormir a esta hora.Hace exactamente diez años, juré que nunca más un poema me iba a levantar de la cama. Y lo cumplí. Hasta hoy.
El músico de 18 años con quien comparto casa me rememora mis viejos insomnios creativos.La noche no está estrellada. Veo las nubes por la ventana.Y el pensamiento bullicioso que me hacía dar vueltas en la cama me despertó.Así que compartiré el agua hirviendo para el té con mi hijo Ger. Es respetuoso, calló la guitarra hace horas.Pero su última melodía quedó flotando.
Tenia un pensamiento confuso, porque a veces me desanimo. ¿Para qué escribir?-me pregunté.Pregunta que a la cuarta vez que me plantée, me sacó de la cama, me colocó un cardigan de lana grueso, me trajo a esta mesa, me hizo prender la luz, abrir un cuaderno, encender la netbook y responder la pregunta escribiendo.No quiero despertar al hombre que amo a estas horas con una pregunta como esa.
Preguntarme, por qué escribo es casi tan ocioso, pero necesario, como preguntarle a la sirena porque prefiere la profundidad del mar a la luz del sol.La sirena aparece en este blog con cierta recurrencia. Mi favorita, la de Andersen, se ríe de la pregunta."el sol es agradable,- dice mientras coquetea con la masa de cabellos que apenas oculta su pecho perfecto-; pero la gente que vive bajo él, es gente commplicada. Peligrosa" Lo dice y se zambulle de nuevo.
También escribí tanto sobre los unicornios que creo conocerlos muy bien.¿por qué huyen y huyen en los bosques, sin respiro, sin alivio, cuando sería más fácil decir: bien, vengan ustedes todos los cazadores, corten el cuerno y llevénselo, háganlo polvo para sus boticas o cuélguenlo en la pared, pero dejénme en paz?Y vivir sin huir...pero mutilado. El precio, el costo , el pragmatismo del que tanto me hablaron de joven cuando decia "voy a ser escritora?". "¡Escritora, pero, mi amor, tenés que ser pragmática", decía la profesora, y bien, pragmático sería el unicornio si se dejara mutilar el cuerno. Y no, no lo hace, no entrega su precioso cuerno, porque él es...su corazón y nadie entrega su corazón.
Y ahora que el té se enfrió y otra vez tengo sueño y un hombre cálido me espera en el otro cuarto, en su sueño profundo, sin saber que ahora pienso en él y en las madrugadas de mi juventud de poeta donde no me importaba despertarlo a las cinco de la mañana para leerle un verso,.... y ahora, repito, tal vez alguien crea que escribiendo esto estoy entregando mi corazón, pero sé, se me revela esta noche, que escribo ficciones para esconderlo, para esconderlo bien.
Bajo el sol hay gente complicada, en el bosque hay cazadores...

miércoles, 3 de agosto de 2011

Los ojos tras los anteojos oscuros

Subió en el shopping Alto Palermo y era previsible. El colectivo estaba abarrotado, yo por milagro ocupaba uno de los pocos asientos y esta mujer de bronceado furioso e hieráticos anteojos negros, cargada de bolsas de ropa de marcas caras y de quejas, pronto me empezó a fastidiar.
Las quejas iban dirigidas a su hija, pero las escuchábamos todos.Vagamente, se entendió que sólo ella se ocupaba de la casa, que los varones no hacían nada
por la limpieza, que nadie cocinaba si ella no se ocupaba.La voz era fuerte, vibrante, exaltada. Su tono no se contradecía con las bolsas de ropas caras, ni con los anteojos ni con el bronceado furioso.El contenido del discurso quejoso, se contradecía un poco.La hija la escuchaba con sumisión no exenta de soplidos y quejidos simulados. Cada tanto un suave¿que querés que haga? escapaba de sus labios.Era pálida y regordeta, se vestía con una simple remera y pantalón de gimnasia, contrastando con la exagerada flacura de su progenitora, de brazos fibrosos coronados por manos huesudas y arrugadas. Por que, aclaro, esto fue un verano y no recuerdo qué verano, pero las recuerdo a ellas.
No miento si digo que todos en el colectivo estábamos molestos. Esa mujer que se quejaba así parecía salida de un episodio de Sex and the City..El trabajador normal que toma ese colectivo a las siete de la tarde para volver a su casa, su pensión, su rancho en la villa ( el colectivo en cuestión pasaba por barrios de casas, pensiones y villas) no mira con buenos ojos a esas criaturas marcianas que con ropa cara y carteras enormes invade sorpresivamente el espacio común proletario y laburante. Así que los murmullos se hacían oir, pero la mujer seguía en su letanía, en su queja.
Y entonces sucedió. Fue un milagro. Quiero decir que no se sacó los anteojos de sol, pero vi sus ojos.
No sé qué desdichas, cuánto cansancio, qué oscuridades hogareñas taparían el bronceado furioso, los anteojos de sol, la ropa carísima.Pero cuando la hija, una adolescente de catorce años, saludó antes de bajarse sola, escuché a la mujer decir:
-Por favor, llamame cuando llegues...
-No te olvides....
Y repitió: Llamame cuando llegues.
Dijo esto con la misma voz suplicante, temerosa y dulce ( ese pedido, ese ruego en el que los padres nos ponemos a merced de nuestros hijos), dijo esto con la misma voz que empleamos todas, pero todas, las madres del mundo.