domingo, 29 de marzo de 2009

Sirenas

LA SIRENA QUE VISITÓ A ANDERSEN.

Era alto, desgarbado, sus largas piernas zancudas hacían reír a los niños, pero eso nunca le molestó. Las costas de su imaginación estaban sumamente pobladas, al contrario de lo que pasaba con esa playa fría en la que paseaba, murmurando. Murmuraba versos mientras caminaba, y el viento del mar golpeaba su cara, mientras pensaba en ninfas y tritones y en la tristeza de una sirena.
Se la imaginó pequeña y pálida, enamorada de un príncipe al que rescatara de un naufragio. No tardó en agregarle ojos negros al príncipe y ojos azules a la sirena. No era tampoco difícil construir el castillo de las sirenas en el fondo del mar, todo podía hacerse con coral y ámbar y caracoles, el castillo tenía además jardín y Hans plantó en él árboles azules y rojos, que daban frutos de oro y flores de azufre. Desde los jardines del castillo, se veía al sol como una flor púrpura, de su cáliz los rayos de luz fluían y se ondulaban en las aguas.
Así se veía el hogar que la sirena despreciaría por el amor de un hombre, y así caminaba Hans cuando vio que no estaba solo.
Las olas rompían contra un peñasco y sobre él vio a la sirenita. Era pálida, gotas de sol y de mar resbalaban por sus escamas, y estaba en actitud de espera.
A Hans no lo sorprendió. Apenas notaba la diferencia entre los mares de su ensueño y el mar real. Con naturalidad se acercó a la sirena y le ofreció su pañuelo, porque lloraba y era claro por qué lloraba.
—Él tiene ojos negros —afirmó, mientras la sirenita aceptaba el pañuelo.
—Claro que los tiene. Negros como dos piedras.
—¿Y qué harás?
—Nada. Nada me lo puede dar. Tengo que aceptarlo. No tengo alma ni piernas. Soy la única desalmada que puede cantar. La maldita bruja quiere que le regale mi voz. Y a cambio me dará dos piernas. Con mi voz llegué hasta él y llego a todas partes. No puedo perderla.
Hans meditó. Faltaba mucho para el final del cuento y la sirena sufría más de la cuenta. Lo increíble del caso es que en lugar de estar resignada, como correspondía a su amor desmesurado, estaba enojada. Eso era un cambio en los planes que él no esperaba hacer.
—Encima —dijo la sirena ofuscada—, pretende que cada paso que dé con esas piernas me duela como una cuchillada y me salga sangre.
—Pero tu amor lo vale ¿o no?
—Las cuchilladas me las darán a mí, no a él —dijo furiosa—. Me quiere cortar la lengua para darme unas piernas que no funcionarán ni siquiera bien. Además, el príncipe se la pasa de fiesta en fiesta con esclavas que cantan para él y bailan.
“Y ella danzaba y danzaba, aunque cuando sus pies tocaban el suelo era como si pisaran afilados cuchillos”.
Andersen suspiró.
—¿Qué quieres, al fin?
—¿No lo sabes tú? —los ojos azules, rodeados de brillantes lágrimas, sonreían también un poco—. No quiero sacrificarme para amar. No quiero dejar de ser quién soy para fundirme en el sueño de un hombre, al que no puedo hacer feliz sin ser feliz yo misma.
—Pasaran muchos años hasta de que eso sea entendido, sirenita.
“Ella reía y bailaba con la idea de la muerte en el corazón” —se entristeció el poeta
— ¿Qué puedo hacer? —sollozó la sirena
—Nada vale más que tu libertad —sentenció Andersen—. No debes aceptar ningún amor que te la robe para siempre ni que te cause dolor.
La sirena le arrojó el pañuelo y se rió de él.
—Ya lo sabía yo. Eres tú el que no lo sabe.
Le dio un beso en la boca, le sonrió por última vez y volvió al mar.

viernes, 13 de marzo de 2009

Defensa gremial de Helena

A Gorgias, en recuerdo de tantas cervezas que nos tomamos juntos, riéndonos de esa manga de giles que no nos lee. Brindemos, esta vez con vino Soy Cuyano, que es como la cicuta, pero sabe peor. Porque se jodan.

Ah, Helena. Qué dirías viendo que por fin una colega te hace la defensa. La verdad que era hora que te defendiera el gremio. Siempre la ciega ingratitud. Todos esos poetas apostando siempre a lo más fácil, hasta Ronsard, a quien creíamos un tipo original. Todas esas amas de casa y esposas honradas que gastaban sus energías y sus lenguas odiándote, como si vos y yo no supiéramos que las energías y la lengua tienen fines más preciosos y nobles. Y ese entorno de mediocres. Paris, un inútil. Héctor, casado, lo cual no es nada, lo peor es que era honrado. Andrómaca, tan buena esposa que da asco. Como si el adulterio no fuera imprescindible a la lucha por la liberación de la clase más oprimida: la gente casada. No, ningún revolucionario lo ha sido tanto como para decirlo: ésa es la clase más oprimida, bajo el yugo más detestable. Cobardes morales. Revolucionarios de cuarta. Y además, cornudos.
Por eso te defiendo yo, apasionadamente. No me detengo en tus motivaciones, Gorgias, que es todo un caballero, ya lo hizo. No importa que seas bella, salvo porque la propia belleza es una herida que los años cicatrizan y la muerte acaba por curar. Y luego la memoria de los hombres, los poetas, la abren para que sangre nuevamente, acusándote mil veces, como si la belleza la eligiera la que la posee y no el que la ve. Como si no fueran los hombres los que hacen de una simple mujer una mujer bella. Como si Paris y vos, Helena, no se hubieran hecho presa mutuamente y como si el amor no lo fuera todo. Y además, como si todo esto no hubiera sido, cuando no, por una puta manzana.
Y ahora, querida Helena, viene mi única acusación y es que si una mujer vive con la convicción de que el amor lo es todo, sólo ella debe morir por ello.
Pero todos sabemos, Helena, y por eso esta acusación no es grave, que si vos no moriste por ello, sino porque qué remedio, hay que morirse alguna vez, los que si pelearon, sangraron y murieron no lo hicieron por vos sino por sus propias pasiones que no eran el amor, sino el odio, la venganza, el honor y otras menos interesantes todavía.
Y en cuanto a morir con la convicción de que el amor lo es todo, no lo recomiendo. El amor y la muerte no se llevan bien. A menos que pensemos, Helena, que fue Muerte la que te entrego a nosotros, los Poetas.

sábado, 7 de marzo de 2009

Día de la Mujer

AL FRUTO DE TU VIENTRE

Parirás con dolor
Parirás sola
Parirás en la noche oscura
Parirás en la noche sin luna
Darás en tu muerte la vida
Darás otra vida a la muerte
Tus muslos cubiertos de sangre
No les cantará el poeta ni besará el amante
Les cantaré yo: barro de la vida
Rojo y fértil, diluvio
De dolor, amor y soledad
Barro de la vida
Rojo y fértil y llorando
Ningún héroe orgulloso de derramar sangre
Recuerda esa sangre en la taberna

En la taberna, los héroes
Recuerdan cada sangre derramada
Salvo esa. En el hogar una mujer decente
Ignora que ser decente es puro azar
Azar la fealdad y la riqueza
Azar la belleza y la pobreza
Azar la idiotez y la decencia
Azar es ser señora y azar ser hembra

Así que parirás con dolor
Parirás sola
Parirás en la noche oscura
Y tu belleza ocultará la luna
Y no le cantará ningún poeta
Al barro y a la sangre de tus muslos
A tu dolor infinito y soledad
Al fruto de tu vientre
Le cantará otra hembra

Loada seas

lunes, 2 de marzo de 2009

Carta abierta a un dentista

CARTA ABIERTA A UN DENTISTA

En principio hay que obligarlo a admitir que si todos nos laváramos los dientes usted no tendría trabajo. Sería un inútil más, viviendo de papá, pediría prestado para jugar al pool y llenaría el hogar materno de su horrible olor a cigarrillo y de botellas de cerveza. La jubilación de la abuela no alcanzaría para pagar sus horas de chat de madrugada mientras la vieja de al lado llama a los bomberos por el humo que sale de su ventana. Ese día que ahora emplea en torturar a sus semejantes amparado en la legalidad del ejercicio de la odontología, legalidad que la posteridad juzgará horrorizada indeclinablemente como ahora juzgamos a la Inquisición; transcurriría de muy distinta manera:
La primera hora de la mañana lo sorprendería a las tres de la tarde. Desayuno: cualquier cosa que no se mueva, dado que su anciana madre ha salido a limpiar el piso de la escritora que vive en el 5º D, esa que sí tuvo éxito en la vida, no como usted, atorrante. En consecuencia, cualquiera sea la cosa que desee desayunar, deberá calentarla usted mismo, si es que aún hay gas. Su anciana madre no entendería bien porque el teléfono hay que mantenerlo a costa del gas, pero es que no entiende que usted hizo una carrera del levantarse minas (o minos) en el chat para mayores de treinta. Tal vez podría usted bañarse después de desayunar, pero no le gusta el agua fría y jamás se bañaría porque va contra sus principios... en ese punto estamos de acuerdo, a mí tampoco me gusta demasiado el agua fría... y en realidad no me gusta demasiado bañarme cuando hace mucho frío...así que lo comprendo...no como usted que no entiende que a mí no me guste lavarme los dientes. Pero en algunas personas la comprensión sufre severas limitaciones.
Luego puede ya internarse en el chat, pero es altamente probable que tenga antes una severa discusión con su padre, que ya no le da a elegir entre trabajar y estudiar sino entre irse o irse, discusión que puede durar entre treinta y cincuenta y cinco minutos o bien entre treinta y treinta y dos horas, por lo pronto ya dura desde hace diez años y perdió su viejo . Su pobre viejo, que no sabe que todo el problema consiste en que toda la Humanidad dedica dos horas al día a la limpieza de sus dientes como es costumbre ancestral de la especie humana. Por eso, solo por eso, es usted un hombre o una mujer sin vocación y sin destino. Pero eso no lo sabe ni siquiera usted, ni tampoco yo en el mundo donde el hilo dental manda. Así que cuando por fin se fue el viejo, ya puede internarse en el chat.
Su nick es “Pistola”.Y se considera un pistola, claro, salvo que sea mujer, en ese caso su nick será Cenicienta y es que la mayor manía tortuosa que una dentista pueda tener no la salva de ser una cursi, prueba de ello las revistas que me pone en la sala de espera, con el vestido de Máxima a todo color, lástima que fuera blanco. Qué cursi. Ni que hablar de esos cuadros con flores y gatitos. Miau.¿Y por qué usa ambo rosa, si no es una cursi? Nos desviamos del tema.
Ya está ahí, Pistola. Tiene una garra bárbara. Siete de la tarde, nueve de la noche, diez de la mañana. Se levantó tantas minas que no podrá ver a ninguna. Hora de dormir. Pero se le acabó la cerveza. Esa situación no puede durar mucho. La vieja sale cargando cinco botellas. El viejo está que trina. Si por lo menos fuera músico, pintor, escritor. Si se lo pudiera justificar por la bohemia. Pero no: usted es un boludo más del chat. De sus insomnios no saldrá nada que salve a la familia. No es como la escritora del 5 º D, los viejos de ella sí que están orgullosos, sus últimos tres años de insomnio son ese libro espectacular que la convirtió en el personaje del barrio y ahora su madre (sí, la suya) le limpia los pisos y le plancha los trajes. Usted es un /una inútil, que no ve un traje de cerca desde la comunión. Su vestimenta oficial es una camiseta negra, un pantalón pijama a rayas y una ojota de un par y otra de otro. Si es dama, entonces es una camiseta negra, un pantalón pijama a rayas y dos pantuflas número 37, de distintas décadas. En cuanto a sus padres, piensan en el suicidio como un ahorro de dinero. Y como único modo de que usted pague algo, aunque sea sus lápidas.
¿Comprende? Si todos nos laváramos los dientes como usted predica, su destino sería ese. Un vago, un inútil y finalmente parricida sin tener con qué pagar el entierro de sus pobres viejos. Y no olvidarse de su abuela, que ahí quedó, con la jubilación mínima que no alcanza para cerveza.
Por suerte, existimos en el mundo buenos samaritanos reacios al hilo dental a los que nos debe que su vocación carnicera y sádica tenga aprobación del Ministerio de Salud, a los que nos debe la realización de su vida y que sus buenos y sacrificados padres estén como están, orgullosos de su hijo, que sí tuvo éxito en la vida, no como la escritora esa del 5º D, que ya parece una chimenea de fumar, y que nadie sabe que hace que tiene la luz prendida hasta las cinco de la mañana. Y su pobre vieja va a laburar para pagar la luz mientras ella escribe estas boludeces.¿Se da cuenta?