jueves, 29 de noviembre de 2007

Cuando fui novia de D'Artagnan.

Me recuerdo viendo Beau Geste con cinco años de edad, los hermanos leales, el desierto , el fuego en el fuerte, el funeral de Vicking. Juré, con toda la solemnidad que me permitían mis mofletes, ser soldado cuando fuera grande e ir a la Legión Extranjera. Durante bastante tiempo discutí con mis hermanos varones (no aceptaban mujeres en la Legión Extranjera, decían ellos).
Yo sólo sé que quería ser valiente, muy valiente. Me gustaban las chicas de la historia, Fidelidad y la Reina Claudia, pero no quería ser como ellas. La discusión duró años.
En esos años aprendí a leer y reí con Yañez en los túneles inundados por los thugs, y fui la Surama que acudió en su auxilio. Bendición de la lectura y de la infancia: ser Yañez no me impedía ser Surama. Me medí con Muley el Kadel siendo Leonor, duquesa de Éboli, mejor conocida en Famagusta como el Capitán Tormenta.
Y a los nueve años por fin fui soldado: fue en el Baluarte de San Gervasio, cuando le alcancé al noble y valiente Athos la servilleta que usamos por bandera y en la que Richelieu mandó bordar la flor de lis. Así crecí, con Artagnan, entre la inteligente y dulce Inés de Dickens y el sueño feroz de Juana de Arco, leyendo a Shakespeare y a Moliére en los recreos de la primaria, haciendo oídos sordos a las burlas de los compañeros y el maltrato de maestras que no entendían qué encontraba en esos tomos de teatro. Marcaba la página al tocar la campana con sus señaladores de seda, para después seguir leyendo desde el último banco del aula, con el libro bajo el pupitre. Sólo una maestra, Raquel, noble, culta, era cariñosa conmigo aunque a veces se extrañaba de la excentricidad de su alumna.
Ésa fue mi infancia y en mi adolescencia descubrí Zenda, con Sapt y Fritz y el mejor de los reyes. Todavía puedo decir de memoria el parlamento de la princesa Flavia: "¿Lo es todo el amor? Si el amor lo fuera todo..."
Me dolió terriblemente saber que Ruritania no existía. Solía repetir cuando sufría alguna desilusión, "ojalá existiera Ruritania".
Los libros dedicados en mi biblioteca no mienten, fue el 29 de noviembre de 1996, hace once años. Yo llevaba un bolso lleno de folletines y estábamos cerca de una librería, en un bar a la vuelta del Patio Bullrich. Él era un autor admirado, yo una ensayista en horas de insomnio. Aunque el pequeño y bello cuento que escribió me retrata como jovencita, tenía 26 años. Soñaba con empresas heroicas ante su expresión atenta (amable, ingenioso, cortés como un caballero español) "Ojalá existiera Ruritania", murmuré.
Y lo oí decir "existe". Lo dijo varias veces, frente a mis ojos azorados. Yo deseaba con toda mi alma que tuviera razón.
Por supuesto que pude responder quién era el padre de Mordaunt, sólo que no estábamos de acuerdo. Arturo Pérez-Reverte, porque de él hablo, cree que es el Conde de Wardes, yo sostengo que es imposible, debido a que Milady menciona que tiene ese hijo en el capítulo llamado "Ingleses y franceses" y luego escribe cartas a De Wardes injustificables en dos personas que se conocen íntimamente. No, pudo ser Buckingham, nunca el De Wardes.
Aunque entonces yo creía que Mordaunt era realmente sobrino de Lord de Winter.
Para los que quieran leer el relato que él hace de la charla, incluyo el vínculo (http://salvalandia.spaces.live.com/blog/cns!A3D1C60C29C84933!552.entry?&_c02_owner=1 o http://boards2.melodysoft.com/corso/la-unica-pregunta-que-la-novia-de-87948.html). Yo le debo mucho a este autor. Diré solamente que mi colección dumasiana se vio aumentada exponencialmente luego de que ese cuento saliera publicado en la revista Viva. Y que sus palabras contribuyeron a sanar las pequeñas cicatrices de esa incomprensión que viví de niña, mientras me refugiaba en cada libro como en una trinchera. Defendiéndome como la pequeña Jane Eyre, sola en el cuarto rojo.

domingo, 25 de noviembre de 2007

La Sorbona y yo

Como buena escritora maldita, que no piensa en su éxito sino en el de sus futuros nietos, hace años que junto basura. Es decir, guardo todos mis manuscritos. Cuando era joven los guardaba para esos seres brillantes de la Sorbona que iban a comprender y analizar cada borroneado de mis textos. Ya un poco mayorcita, conocí algunos tipos y tipas de la Sorbona y me volví práctica: los guardaba para esos atorrantes y vagos de la Sorbona que viven de becas y subsidios. De todas formas, a mí como a Napoleón, me interesa el aspecto, para unos pasado de moda, de la gloria.
La gloria póstuma es redituable de dos maneras. Una es la burguesa, y consiste en que los nietos se enriquecen vendiendo nuestra basura y en los suplementos un montón de gente cobra por discutir la inmoralidad de publicar lo que nosotros en vida decidimos dejar inédito( ja, ja, ja) O sea, el aspecto burgués es el de alimentar a muchos vagos, además de nuestros nietos. El otro aspecto no es burgués, es sacramente egipcio. En nuestra época no podemos aspirar a pirámides, pero nuestras sombras lastimosas estarán más satisfechas de una tumba en la Chacarita llena de latas de cerveza, paquetes de cigarrillos y pintadas en aerosol, más quejas de los parientes de nuestros vecinos por todos los que nos visitan en nuestra última morada, que de mirar nuestras tumbas para encontrar tres margaritas resecas de nuestros parientes y nada más.
En fin, de todas formas mi temperamento es más burgués que egipcio, y aunque me agrade la idea de latas de cerveza en mi tumba, me agrada más pensar en mis nietos con la calculadora en la mano vendiendo en Sotherbys las boludeces que guardo ahora en los cajones.
Como las cosas hay que hacerlas bien (y sugiero a todos los autores malditos que sigan mi ejemplo) cuando tengo un rato libre busco los poemas (horrendas imitaciones de Byron que escribía en 1995) y escribo frases de genio torturado en los márgenes (siempre cuido tachar una o dos palabras). Piense que mucha gente de letras se dedica a los estudios genéticos y tachar es necesario para ayudar a su trabajo. Un poeta que no tacha y no hace muchas versiones no colabora con los cupos de becas, algo así como que cierra puestos de trabajo de licenciados en Letras¿me explico?. Bueno, escribo una frase genial, un sábado a la tarde sin mucho que hacer, y tacho un poco.
Por ejemplo:
"Estoy poseída, poseída, poseída. Un demonio me persigue día y noche. Mi madre dice que es el portero que viene a cobrar las expensas, pero para mí es una musa que me empuja a escribir más y más, cada vez que toca el timbre escribo con tanta fuerza que el lápiz se rompe"(aquí una mancha negra que atestigua que rompí otro lápiz) "Escribo y escribo(anoto en el margen):las expensas aumentarán igual. Chopin y George Sand nunca las pagaban, tampoco Lautremont"
Guardo cuidadosamente, por supuesto, el lápiz que rompí en ocasión de escribir esto.
Bueno, ya lo saben. Hagan la fortuna de su descendencia, los estudios genéticos están en su apogeo y los genetistas de letras son cada vez más. Y la expensas van a seguir aumentando.Escriban cada papel que se les ponga en frente, tachen, hagan dibujitos, etc... Una puede ser maldita ahora porque no se imagina a Lautremont pagando las expensas ni a Chopin en la panadería.
Pero no hay que dejar a los nietos sin nada.¿O NO?

martes, 20 de noviembre de 2007

La publicidad y lo que esconde

Miro obsesionada cada nueva propaganda de cerveza o de desodorante para hombres, porque la escasa imaginación de los creativos publicitarios los lleva a repetir como una obsesión el esquema de "hombre joven y bobo rodeado por modelos-muñecas inflables".
Me alegro de que los actores con cara de bobos hallan encontrado esa inesperada fuente laboral. Lo que no me alegra es ver a esas muñecas de cera repetir frases estúpidas como "soy tuya". Detrás de esa visión de mujer sumisa y cosificada, fantasía del bobo nacional ejemplificado por joven actor, se esconden cosas sumamente desagradables.
Se esconden golpes. Se esconden humillaciones. Se esconden cuerpos jóvenes violados y tempranamente torturados. Se esconde el crimen, la perversion y su infinita gama de justificaciones, la capacidad cultural de reinventar un modelo de mujer (de la mártir cristiana a la actual muñeca inflable) que acepte el maltrato como parte insustituible de su condición femenina. Y el joven bobo de la publicidad es la máscara amable del siniestro golpeador o del criminal violador.
Los creativos, entonces, sólo tienen que hacer repetir a diez o a veinte mujeres jóvenes el "soy tuya" sabiendo que para vender la cerveza y el desodorante sólo tienen que desenterrar, para los segundos de la publicidad, el fantasma omnipresente de la vejación y el maltrato.
Creativos. Así se llaman a sí mismos.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Lección de buenos modales

Nadie debería escribir libros que la Reina de Inglaterra no pueda leer, o comentar afablemente con el Arzobispo de Canterbury. Con esto me refiero puntualmente a la frase inicial de una novela del célebre autor español Montero Glez, llamada “Sed de champán”. Cito, ruborizada, el fatal primer párrafo de este libro.
“El Charolito sólo se fiaba de su propia polla...”, dice. Ese comienzo es terrible, sobre todo por la desconfianza que expresa... Y continúa “...porque era la única que no podía darle por el culo”. Más allá del vocabulario soez, expresa cierta paranoia, pero yo no indago en cuestiones psicológicas, y me ciño estrictamente a la cuestión de los modales. Todo se puede decir con ingenio y sutileza de manera tal que en el Palacio de Buckingham se pueda contar entre taza y taza de té.
Demos una demostración práctica de cómo se puede escribir lo mismo sin decir palabrotas.
Para empezar, el nombre del personaje, el Charolito, es de muy baja estofa. Charol sería mejor, pero tampoco. Charold está bien. Incluso Lord Charold está mucho mejor. El resto de la frase plantea un problema difícil para una dama como yo,y sin olvidar que este blog lo lee la Tía María, pero hay que enseñarle a la gente a escribir con decencia y así lo haré. Comencemos.

Lord Charold olía despreocupado una rosa, que su tía la Duquesa de York le enviara gratuitamente de su desarreglado jardín.
— Sabes, James.
—¿Señor?— inquirió respetuosamente James, mientras acomodaba los tiestos flojos del jardín de invierno donde su señor fumaba en pipa.
— Hace diez años que estás a mi servicio y no puedo darte la espalda. Me preocupa—.dijo con displicencia.
— Señor, creo que debería confiar en mí. Hace diez años que estoy a su servicio— redundó James acalambrándose en su pose respetuosa.
—James, creo que comprenderás. Yo sólo puedo confiar en esta— dijo Lord Charold, bajándose los pantalones confeccionados por el mejor sastre de Trafalgar Square y los calzoncillos largos tejidos por su tía, la Duquesa de York- Por más que lo intente, lo cierto es que no puedo darle la espalda.
—Si me permite, Lord Charold— repuso James— yo no me incomodaría por darle la espalda. Hay que disfrutar de la vida. Como dijera San Patrick “Ninguna fruta es prohibida si sabe bien”
— ¿Eso dijo San Patrick, James? Me admira.
—Creo que no lo dijo, señor, pero seguramente lo pensó.
—Es igual, es una bella frase. Como sea, no creo que haya nada igual a esta. Es una pena que no pueda darme la espalda— suspiró Lord Charold— Apostaría que tú no tienes nada que se le parezca.
—Señor— se irguió James—.Tal vez no sea mucho, pero seguramente algo se parece
—Disculpa, James. Aunque hace diez años que estás mi servicio, no te creo.
— Se lo juro, señor.
— ¿Por qué juras, James? No te creeré si no lo veo.
James se apresuró a bajarse los pantalones.
— Humm. Lo siento, James, no se parece. Hey, se ha volcado un tiesto a tu espalda.
— No veo ningún tiesto caído, señor.
— Mira bien.
— No hay ningún tiesto en el piso, señor --dijo James respetuosamente.
—Entonces arroja uno.
—¿Cuál , señor?
—Cualquiera.
James arrojó la maceta. Luego se inclinó a recoger los pedazos.
—James— dijo Lord Charold, emocionado—. Te aumento el sueldo diez libras.
—Oh, señor— exclamó el mayordomo.
—Diez libras y un chelín.
—¡Oh Señor!
—Dí “Ay, señor” y te aumentaré diez libras y cinco chelines.
—Ay señor
—Llámame John y cierra la puerta.

Lo dicho: la Reina de Inglaterra podría leer tranquilamente este relato moral en el jardín de invierno del Palacio de Buckingham.Y el arzobispo de Canterbury también.
Así que ya sabés, Montero Glez. Hay que ser más finos.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Dos mosquitos, una selva y un antropólogo

Los dos textos que incluí en el blog tienen varios años. ¿Dónde estás Bob Fosse? tiene su origen en una carta que le escribía a un amigo que tenía la costumbre de llamarme por teléfono desde lugares recónditos y consiguientemente exóticos. Era de noche, mis hijos dormían, tenía la carta por escribir y estaba en la cocina sentada frente a una pila de platos que melancólicamente había dejado para el día siguiente. Entonces decidí escribirle como si estuviera en África. Al día siguiente, releí la carta y me pareció potable, por eso le saqué una fotocopia antes de enviarla y despues trabajé sobre ella. Un amigo me señaló que el texto era amargo, a mí no me lo parece. Justamente lo maravilloso de ser escritor es que dos mosquitos se conviertan en una selva, o que un llamado telefónico despierte cualquier fantasía que se plasma en el papel. Eso es lo bello del oficio y no publicar libros, salir en los diarios y ganar dinero. Lo último puede o no suceder, pero el nacimento de un escritor está en un niño que fantasea mucho y que crece sin perder la costumbre. El segundo texto sobre el antropólogo y su hija es buen ejemplo de eso, lo escribí hace casi diez años cuando trabajaba en una biblioteca universitaria y luchaba por clasificar los inclasificables e insoportables libros del antropólogo Gregory Bateson, quien fuera pareja de la también antropóloga Margaret Mead, con quien tuvo la mala idea de concebir una hija brillante que publicó un libro de entrevistas con su padre. A leerlo una se imagina que él está en el geriátrico y que ella está con un grabador en una mano y una cucharada de puré en la otra. Mientras come su purecito, el viejo antropólogo reinventaba todas las ciencias, incluso algunas desconocidas.
Para entonces había clasificado toda la colección de psicoánalisis de Amorrortu más una colección llamada El Elefante Blanco con textos de linguística. Bateson había sido el colmo, el ejemplo vivo de que las cumbres del pensamiento abstracto son justamente la idiotez y la sanata, con el agravante del que sanatea se lo cree, así que cuando ví ese libro de su hija supe que era hora de la venganza.
Y ahí, en ese escritorio de mi trabajo, escribí el nuevo diálogo entre Bateson, ahora Batteefon y su hija.
Entonces volviendo al comienzo, lo bello del oficio de escribir es que toda injusticia, todo aburrimiento, y hasta todo mal trago se sanan sobre el papel.
Y como decía John Dickson Carr, que Dios tenga en la gloria de los novelistas buenos, la vida se parece menos a una pila de platos sin lavar.

martes, 6 de noviembre de 2007

Diálogos del antropólogo eminente y su hija

INVENTANDO LA NUEVA CIENCIA
DIÁLOGOS ENTRE GREGORY BATEEFON Y SU HIJA ANNE MEAD BATEEFON.INVENTANDO LA NUEVA CIENCIA (¿YA LO DIJE?)

Hija: Padre, ¿en qué consiste la cambiante relación entre el poder y la libertad?
Padre: Hija, no tengo la más puta idea.
Hija: ¿No tienes la más miserable y callejera idea?
Padre: Tú sabes, a tu edad debieras ya saberlo, bueno, ejem, ya no eres una niña, ¿no?, que ellas sólo trabajan por dinero. Y tu madre me dejó sin nada.
Hija: ¿Debo interpretar que el dinero es la base de los conflictos entre poder y libertad?
Padre: No sé, hace tanto que no lo veo que ya no sé cómo es. A propósito, ejem, ¿tienes alguno de esos papeles verdes, ya sabes, los retratos aquellos de héroes patriotas que gestaron la independencia de esta tierra de hombres libres pero por desgracia no solteros? Quisiera ver uno para recordarlos.
Hija: Aquí tienes.
Padre: Oh, qué feo era Washington. ¿Tienes más? Quisiera ver si en todas las fotos sale igual de feo.
Hija: Tómalos todos.
Padre: ¡Oh! ¡Qué feo que era! ¿Fierazo, eh? Pero ¡que carácter! ¡Qué fuerza de voluntad! ¡Esos eran héroes! Jefferson era feo también. Prometeicos, eso eran.
(Comentario: mi padre se extasió hasta las lágrimas contemplando los rostros de aquellos héroes prometeicos.)
Padre: Hija, presiento que estos vulgares retratos son el comienzo de una nueva disciplina, que combinará los métodos de la antigua frenología y la moderna caracterología con un pegamento estético. Mucho me temo que necesitaré más de estos tristes y mediocres remedos de retratos.
Hija: Padre, no me has decepcionado. Por un minuto temí que tu inteligencia hubiera sufrido un decaimiento propio de tu decrepitud, pero ahora sé que solo fue un momento de aparente imbecilidad y que tu mente se estaba preparando para ampliar una vez más el horizonte de la ciencia. Debo distraerte de tu nueva preocupación para proseguir con esta insípida entrevista. Ya sabes, me pagan por ella.
Padre: ¡TE PAGAN! ¡POR SUPUESTO! Hija, por la edad me torno olvidadizo, recuérdame que te recuerde que me traigas más de esos papeles verdes y sucios. Pregúntame, nomás.
Hija: Padre, muchos filósofos han definido el carácter femenino y el masculino como funciones primariamente diferentes cuyas naturalezas son intrínsecamente distintas y sus personalidades claramente diferenciadas. Esta visión del carácter femenino y del masculino...
Padre: Abrevia, hija, abrevia. Lo bueno, si breve, etc...
Hija: Padre, ¿por qué las mujeres somos así y los hombres son asá?
Padre: Hija, 'así' viene del castellano antiguo, que quiere decir precisamente 'así' y 'asá' proviene del antiguo sumerio, que significa 'asa', como el asa de la taza y eso significa que nos tienen agarrados por...
Hija (interrumpiendo): Padre, recuerda que esta entrevista es para los estudiantes de Bibliotecología, que son vírgenes hasta los treinta años...
Padre: Por el asa de la taza. Recuerdo cuando tu madre investigaba la idiosincracia del poncho tehuelche precolombino, preocupadísima porque las tejedoras hacían dos agujeros en su tela, cuando el poncho requiere sólo uno para la cabeza, como tú sabes. Los arqueólogos durante décadas no supieron hallar una respuesta, pero claro, llegó tu madre.Y tu madre sí que supo desentrañar el misterio, vaya.
Hija: Ahora está investigando a los reducidores de cabezas.
Padre: Oh, hija, qué alegría me das. ¿Sabes que los reducidores de cabezas buscan con especial afán aquellas que son más duras? ¿Pero tú sabes por qué es?
Hija: Presumo, infiero y deduzco que es porque es fácil partirlas de un hachazo, con lo cual reducirlas a pedazos es más simple y barato...
Padre: ...Mientras que las cabezas blandas tienen que ponerlas en remojo varios días, hasta que se deshaga el cráneo ¡bien! Hija, has heredado de mí tu talento y de tu madre sólo la nariz. A propósito, te digo para que no sufras que ella tardará años en volver. Esos estudios antropológicos requieren toda una vida, porque los indígenas son gente complicada y tienen costumbres un poco raras, en fin.
Hija: ¡Oh, no! Justamente ya está en viaje, está muy feliz porque aprendió la técnica de los reducidores de cabeza y me dijo por teléfono que estaba ansiosa de analizarla contigo. Dijo que nada mejor que una cabeza firme y consistente como la tuya para analizar sus pormenores. ¡Oh, padre, qué feliz me siento de que vuelvan a colaborar el uno con el otro!
Padre: (bellamente emocionado) Sí. Bueno, hija, siento malograr tu entrevista, pero creo que me iré. Un primo lejano de tu tío segundo dejó el gas abierto en el Golfo Pérsico y me pidió que se lo cerrara. Déjale un saludo a tu madre.