lunes, 9 de diciembre de 2019

Carta al Navegante


Carta al navegante que partió


Me hiciste una pregunta y te contesto con esta carta. Te escribo la respuesta en verso, las palabras desnudas son tan pobres. Hablaste del misterio de la mujer, de mi secreto insondable: es tan sencillo, hombre, conocer el misterio cuando se quiere saber. Pero si sólo quieres irte lejos, retornar al mar, en soledad, la mujer seguirá guardando su misterio, porque es todo lo que le dejas.
 Pero yo tengo otro secreto. Tal vez hay rencor en mis versos, o simplemente sí, hay rencor, pero tengo una disculpa: un hombre, para una mujer solitaria, es sólo un sueño del que nunca es dueño. Por eso no sabes, mientras navegas por los mares allá lejos, qué consistencia tuvo el sueño que fuiste, cómo se proyectaba, gigante, tu forma en los bosques de mi imaginación. ¿Y si ese es el misterio que te inquietaba y que tal vez una sirena lejana te revele, cantando para ti? La imaginación te hizo más héroe de lo que eras en realidad, tan sólo un Ulises cansado, un Ulises hambriento de una tabla de salvación por una noche, de un refugio de calor por una noche, de un puerto donde amarrar por una noche, por una sola noche.
Y por la mañana te fuiste, dejando el bosque umbrío, más solitario, más inerme en su desnudez.
 Y así te escribí estos versos, desde mi desnudez, contestándote como puedo tus preguntas inquietas, como deben ser las preguntas que se dicen por única vez y sin esperar respuesta, porque una respuesta así, marinero, puede demorarte años en el puerto...O tal vez, preguntas, marino, una y otra vez, a distintas mujeres puerto en costas lejanas y extrañas para mí. Te escribí esta respuesta y disculpa, tal vez nunca te llegue.

Saber qué quisieras
Hombre que aciertas
Navegar la Vida
Y dejarla muerta
Tan tibias aguas
Heladas se vuelven
Al ser navegadas
Por marinos crueles
Por decirte tan sólo
Hombre, que tan duro eres
Que labios tan dulces
Se vuelven crueles
Que parir puede un alma
Rencores inmensos
Y que no sólo el dolor
Nos vuelve mujeres
Por decirte tanto
Mi voz ronca se vuelve
Y dolor mis ojos
Y violentas mis sienes
Y yo me vuelvo loba
Y sólo tú no te vuelves
Mientras tu espalda se aleja
Te vas preguntando
Qué oscuro misterio
Que son las mujeres
Nunca llegas tan profundo
Cuando amas
Como cuando amando hieres
Así abres la puerta de la oscura cripta
Sangre que piedra helada
Volvieron los siglos
Ocultas esmeraldas
Brillantes amatistas
Tesoro del odio
Y del desprecio
Otro pagará
Lo que tú has hecho

La mujer



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