lunes, 11 de mayo de 2020

Vuelo AM 30

La ciudad de México es una ciudad de momentos. Momentos hermosos, momento amistosos, momentos invasivos, momentos en que crees que es la única ciudad del mundo y que debe ser así.
Así tiene ( es lógico) semáforos y tiene (naturalmente), cruces de avenidas, en ese sentido, es como cualquier ciudad, sólo que los sentidos no importan, verdaderamente no.
A mi me gustó hospedarme en el barrio de Coyoacán, un barrio donde los pigmentos de las flores parecen mutarse en paredes, puertas y muros. De amplias veredas, bañadas por el jacarandá. Hermosa sorpresa de mi viaje, el jacarandá es un árbol que también embellece las veredas de Buenos Aires.
Hay un alma milenaria que conmueve. Asoma en las miradas, en las voces de firme suavidad que hablan el español dominándolo.
Frente a la Pirámide de la Luna, en Teotihuacán, a dos días de la vuelta, me prometí no olvidar. No olvidar que había estado en Pachuca de Soto presentando La mujer prohibida, un reconocimiento que debo a mi amigo Agustín Cadena, a Editorial Elementum (Mayte, Gris y Giovanni) y a Librería Lavanda, de Rosalinda Martínez.
No olvidar que había visitado lugares ( el mismo Teotihuacán, la tumba del señor Pacal en el Museo de Antropología)que años atrás describí en mis libros y no, como debió ser, al revés (pequeños reveses de la industria editorial y de las autoras).
No olvidar que cenamos en Mezcal (sí, así se llama el restorán), frente a la Plaza de Coyoacán, con Luis y con Miguel Angel, dos eruditos de la ciencia ficción.
(Coyoacán, me dijo Dani, mi hija, que estuvo un tiempo antes, es más lindo que Versalles)
No conozco Versalles, pero Coyoacán es lindísimo.
La última noche en México no dormí. Habían cerrado las fronteras argentinas, a pocos días de haberse declarado la pandemia.
Noche difícil .El vuelo AM 30 podía ser cancelado, como sucedía con otros vuelos.
No fue así y lo cuento en el siguiente posteo.

viernes, 1 de mayo de 2020

100.000 lecturas

Cuando empecé este blog, una suerte de miscelánea crónica, pensaba escribir un día por semana para sólo siete amigos que lo leían. El nombre del blog era el mismo, Informe forense sobre la naturaleza muerta, pero la url no: la dirección de este blog (ex- creesquesoysexy.blogspot.com), la modifiqué por razones personales hace poco tiempo, aún a riesgo de perder lectores (cosa que sucedió).
Nunca hubiera soñado  en ese momento con más de 100.000 lecturas ni con visitas de Estados Unidos, Perú, Emiratos Arabes o Indonesia. Eran siete personas las que estaban al tanto de la existencia del blog, sin embargo, a los cuatro meses de escribir en él aparecieron los primeros comentarios de lectores, en ese primer caso, de España.
Aclaro que yo publicaba con regularidad en medios de papel desde hacía años y tenía por entonces un par de libros (hoy ya son seis).
Creía, creo, en el genuino rol comunicador de la escritura por encima del trabajo de los agentes de prensa (no obstante, no me he negado a ser entrevistada en medios de comunicación, al fin, se trata de lo mismo).
Creo que el narrador tiende un puente y se acerca a la gente, creo que la poesía del relato está en el mismo corazón humano.
Por lo demás, dejo de lado malas experiencias que a consecuencia de mi trabajo, pude haber tenido: equívocos con seres profundamente errados.
Hoy estoy acá, dibujando estas líneas, texto en el escenario de la pandemia, porque creo que nos acercamos, en nuestros respectivos países, por el arte de magia de la palabra. Por ese arte de ustedes y mío, festejo más de cien mil lecturas.
Publico una fotografía de la estadística que lo demuestra y el cuento que reunió más 8000 lecturas: dale un corazón de seda.
GRACIAS.
Paula Ruggeri


DALE UN CORAZON DE SEDA
En un hogar pobre de campesinos nació una pequeña niña y no diremos dónde porque no importa mucho. Los padres eran tan pobres que no tenían nada para darle. La miraban tomados de la mano, con lágrimas en los ojos.
Vendrían las hadas que dan dones a todas las niñas desde que el mundo es mundo. Pero como la niña era muy pobre, pequeña y fea, eso era un simple trámite, por lo cual los padres suspiraron aliviados. Vendrían sólo las hadas buenas, tal vez viniera una sola, apurada, mirando el reloj. El hada maléfica sólo se dignaba ir a grandes palacios, a mansiones de estrellas de cine, maldecía a las hijas de los reyes. Así que sabían que su hija, al menos, no tendría ningún don maldito. Sólo esperaban que las apuradas hadas, como asistentes sociales del destino, le dieran aunque fuera un don a su hija que le permitiera sobrevivir.
Ella dormía en la cuna. Cada tanto un leve suspiro inquietaba a la madre. Instintivamente, quería darle leche de su cuerpo, pero estaban esperando la visita de las hadas.
Tocaron la puerta. El hombre abrió.
Eran dos mujeres con trajes de ejecutivas arrugados y largo pelo rubio. Sus ojos eran muy verdes y brillaban por igual. Llevaban sendas carpetas. Se detuvieron en el umbral para hacer cada una una cruz con sus lapiceras en las recién abiertas planillas.
—¿Cómo se llama la niña? -preguntaron a coro
—No tiene nombre aún.
—¿Y en qué están pensando? Póngale un nombre. Me lo exige la planilla—dijo un hada.
—Ada —dijo la madre.
—Ana —exclamó el padre.
—Ada Ana —repitieron a coro las hadas mientras escribían los dos nombres—. Bien, vamos a verla.
—¿Cuáles son sus ingresos? —preguntó una. Las dos hadas eran indistingibles.
—Soy jornalero, así que gano un poco de dinero.
—¿Pero puede mandarla a la escuela pública?
—Creo que si.
—"Creo" me suena mal. Va a mandarla a la escuela —dijo una de las hadas— Bien, su única oportunidad es el estudio.
Se acercó a la cuna, sacó una varita mágica de su carpeta y dijo:
—Ada Ana, tendrás una gran memoria. Memorizarás todas las letras y sonidos. Nada que leas u oigas se te borrara de la mente.
—Y ahora yo —dijo la otra.
—Ada Ana. Entenderás el lenguaje de la música y sabrás de melodías.
—Bueno —repuso mirando al padre—. Uno de los dones es para disfrutar. Sino para qué vivimos y nos alimentamos. No todo en la vida es trabajo.
Y entonces se abrió la puerta. Lentamente, chirriando sobre los goznes. Todos se sobresaltaron al ver a una gran señora, de larga cabellera azabache, con brillantes ojos negros, alta, con un traje rojo y la varita de oro en la mano. No llevaba ninguna carpeta.
—El hada maléfica... —murmuró la madre. Instintivamente quiso cubrir a su hija.
—Cálmese —dijo un hada rubia—. A veces ocurre, pero muy raras veces. Está de licencia casi todo el año ¿verdad?
El Hada Maléfica se acercó a la cuna de la niña.
—Vengo cuando es preciso. Esta niña será hermosa. Tú le diste memoria y tú le diste gusto por la música. ¿Qué puedo darle yo? Creo que ya lo sé. De hecho, lo sé porque no vine por azar. Sé lo que necesita.
Se acercó a la cuna con su varita de oro, tocó con ella la frente de la niña y dijo:
—Ada Ana: te doy un corazón de seda que se rasgue sólo con un beso, sólo con la promesa de un beso, sólo con el sueño de un beso.
-Será poeta —dijo el Hada Maléfica a las otras dos hadas.
Luego habló a los padres con sus labios de sangre.
—Lo malo es sólo un poco malo, ¿saben? Hada significa fata, destino en una antigua lengua. Yo sólo cumplo órdenes. Será poeta —repitió el Hada Maléfica.
Desaparecieron las tres hadas y la casa quedó a oscuras. Y Ada Ana lloró suavemente.