Prosigo, porque quiero pasar este tramo del prostíbulo rápidamente.
Aunque les parezca mentira, ser prostituta no tiene mucho de
emocionante. Los portaligas molestan en verano, la profesión está
injustamente vilipendiada y los epistemólogos son barbudos. Esto último
puede parecer irrelevante y tal vez piensan que el hecho de que los
epistemólogos lleven barba no guarda relación con la prostitución. pero
esperen y verán.
Antes de que vean, les diré algo más asombroso:
en la prostitución hay poco sexo. Como lo leen. Hay poco sexo y eso es
una porquería.
Un tarde cualquiera yo me pasaba por el prostíbulo y
le preguntaba a Bárbara (la rubia que no era rubia de la caja) si había
alguien para mí. Bárbara, además de manejar la caja, distribuía los
clientes según las profesiones entre las especialistas.
A mi me
tocaban los epistemólogos. Por eso dije que en la prostitución hay poco
sexo. Tenía compañeras afortunadas a las que le tocaban abogados,
mafiosos rusos, médicos cirujanos, narcos colombianos, arquitectos,
piratas del asfalto. Cada una tenía una especialidad y un rubro.
Mi
jefe, ese editor devenido en proxeneta, había conservado la vieja manía
de los estudios de tendencias y se le había ocurrido la prostitución
temática: prostitutas profesionales para profesionales, era el lema del
aburrido cabaret. Si te tocaban abogados, había que estudiar leyes, si
te tocaban arquitectos, te conocías de memoria los edificios históricos y
sus correspondientes historias. La que tenía suerte era especialista en
narcos y veía elefantes rosas.
Yo no tenía suerte. Tenía que leer a Mario Bunge. Famoso epistemólogo argentino. Sí. Maldito sea.
Así que sigamos con que en una tarde cualquiera pregunto a Bárbara.
—¿Hay algo para mí?
—Nada todavía.
Un maldito día común, pero ya llevaba dos semanas sin sexo. Y sin ver un mango.
—¿No tenés un abogado para pasarme?
—Vos
sabés que no hay abogados para vos. No sabés nada de derecho. Ahí tenés
los dos últimos libros de Mario Bunge. Los dejó el jefe para que te
actualizes.
—¿Y dónde están todos los epistemólogos?
Bárbara agarró el diario y me dijo mientras lo hojeaba con expresión aburrida.
—Hay un Congreso en Berlín. Mañana vuelven todos. Mejor que leas los libros. Es un congreso de Causalidad.
—Maldito
Bunge —dije yo, y de pronto vi la luz. La puerta estaba abierta y en el
dintel se perfiló, envuelto en rayos dorados, un barbudo. Enclenque.
Con anteojos. Con pantalones arrugados.
Un epistemólogo sin plata para ir a Berlín. ¡Sexo!
Se
acercó a la barra nervioso. Yo me pinté los labios furtivamente. Una
buena prostituta tiene que manchar las camisas, si no es poco
profesional.
—Necesito los últimos libros de Mario Bunge —dijo el cretino.
—¿Qué? —dije.
—Un librero de Corrientes me dijo que acá los tenían.
—Señor
—dijo Bárbara con dignidad—. Esto es un prostíbulo, no una biblioteca
pública. Si quiere los libros, los va a tener que pagar.
—Vamos
—dijo el tipo, despectivo—. No me vas a decir que la loca ésta de los
labios pintados puede entender los libros. ¿Para qué los quieren acá?
Ahora me tocó a mí indignarme.
—Escuche
—le dije—. Sé todo sobre la causalidad. Sé que Mario Bunge no está
seguro acerca de si la relación causal es gnoseológica u ontólogica. Y
le puedo citar cada uno de los quinientos libros sobre la metodología de
las ciencias sociales. Es más, para que vea cuanto sé, le diré entre
nosotros que el psicoanálisis no es una ciencia.
Inútil discutir. Se llevó los libros y no lo vi más.
—Los pagó —dijo Bárbara y se encogió de hombros, volviendo a su crucigrama.
—Mejor
—dije yo. Los epistemólogos son terribles a la hora del sexo explícito,
porque son muy poco explícitos. Me explico, se creen que las
etimologías se pueden inventar y que los guiones se colocan en cualquier
lado.
Dicen: "Sac-ate esto". "Hac-eme esto o-tro". Y hay que
preguntarles por las dudas: "¿quiere que le haga esto o-tro o esto
Otro?". Porque no es lo mismo "o-tro" que "Otro".
En fin.
La
prostitución temática era una idea genial que como muchas ideas
geniales, fracasó. Los clientes empezaron a pedir que les escribiéramos
las ponencias, que les hiciéramos monografías y resúmenes y y eso hizo
huir a los mafiosos rusos, los piratas del asfalto y los narcos
colombianos. Único para captar las tendencias, el jefe puso una
fotocopiadora, después puso una mesa de libros de saldos y al fin
alquiló un local a la vuelta de Filosofía y Letras. O sea cambió de
rubro.
Y me quedé sin trabajo
Oh la la!!! Y otros dicen que el matrimonio es la tumba del sexo...pero miré Ud señorita!!
ResponderEliminarVaya con su suerte...tocarle los epistemólogos ...tener que leer desde Parménides hasta Popper...(incluído Bunge...mon dieu!)por tan escasa recompensa...
Lo suyo es verdaderamente un sacerdocio...bueno...era.
Me queda la duda si al menos atiende la mesa de saldos...supongo que habrá de todo, menos espistemologia...
A sus pies.
Cretín de Troyes
oh la la...señorita!! Cuánto esfuerzo por tan poco...! Tener que leerse desde Parménides hasta Popper (pasando por Bunge...mon dieu!)Y después dicen que solo el matrimonio es la tumba del sexo...
ResponderEliminarSáqueme una duda.. en esa mesa de saldos...no hay libros sobre epistemología no?
A sus pies
Cretín de Troyes
Hello. And Bye.
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