Creo que el gesto de poner en el pañuelo ropa interior de encaje rojo
me predestinó. Como sea, ni bien nació mi hija la dejé con una monja,
dándole precisas instrucciones de que la dejara hacer todo lo que se le
diera la gana, para que el día de mañana fuera una persona de provecho a
la sociedad. Luego me fui a una humilde pensión de mala muerte a
escribir una novela, cosa que hice en cinco días: un récord. Con el
manuscrito en la mano, me presenté en una editorial.
El galante editor me atendió de inmediato.
—Humm
—dijo—, la literatura femenina se va a poner de moda dentro de diez
años, pero veremos qué podemos hacer. Para que podamos vender tu libro
(cosa que, como sabés, es muy difícil) hay que elaborar una estrategia
publicitaria. ¿Qué tal si vas a una guerra, como tu amigo Reverte y
volvés como una heroína?
—No soy amiga de Reverte —repuse—. Faltan siete años para que lo conozca.
—Humm,
qué lástima. Podríamos haber puesto una faja en el libro que dijera: "¡
Y es amiga de Reverte!". Bueno, otro. ¿No conocés a Stephen King?
—Tampoco —dije desolada.
—¿A Danielle Steel por lo menos?
—Soy la ahijada de la Momia de Titanes en el Ring —dije tratando de ayudar.
—Eso
no sirve para nada. Bueno, cuando vuelvas de la guerra podemos poner en
la tapa del libro una foto de vos desnuda con fondo de Vietnam. Esas
cosas siempre ayudan.
—¿Y si muero en la guerra?
—Tenés razon. Vamos a sacar la foto antes.
—Prefiero no ir a ninguna guerra, gracias.
—Bueno,
entonces vamos a tomar medidas drásticas. Vas a ser prostituta y
llamaremos a tu libro. "Memorias de una vulgar prostituta". Así nos
adelantamos a una tendencia mundial.
—¿Por qué vulgar? —protesté
—Perdón, te veo el bretel del corpiño y es rojo —justificó el editor.
—Bueno. Supongo que es todo de mentira ¿no? No tengo que prostituirme de verdad.
—Perdón
otra vez. Esta no es una fábrica de best-sellers. Acá editamos obras
literarias de calidad. No le mentimos al público. Si en la solapa dice
que sos prostituta, es porque lo sos. Lo tomás o lo dejás —dijo
sirviendo dos vasos de whisky.
—Lo tomo —dije decidida y bebí de
mi vaso. Un auténtico whisky escocés "La Ruina de los Campbell"—. ¿Cómo
me prostituyo? —pregunté.
—Bueno —dijo el tipo y sacó un habano—.
Primero vas a tener que mostrarme lo que sabés hacer. Tus habilidades,
bah. Lo que hacés con tu marido.
—No tengo marido —repuse acordándome del rayo de luz y el cascote en la cabeza.
—No
importa —prosiguió él—. No hace falta estar casada para esto. Después
de mostrarme tu talento, vas a esta dirección —me dio una tarjeta— y
hablas con Bárbara, que es la rubia que está en la caja. Con ella
arreglás tu horario —se aflojó la corbata y aclaró—. El 80 % de todo lo
que ganes es para la caja y no podés tener arreglos personales con los
clientes—. Y se abrió el cuello de la camisa, tomando un trago.
—¿Y mi novela? —pregunté.
—¿Qué novela?
Oh Señorita...!Cómo ha cambiado el mundo editoria. En rigor, en mis tiempos ni siquiera había editoriales, con lo cual uno evitaba estos trances...)¿Es ud ahijada de La Momia? Caramba, que honorQue no daría yo por serlo!
ResponderEliminarAhora bien...¿Me parece a mí o Ud maneja la ironía de una forma sublime? ¿Me parece a mí o ese galante editor tenía intenciones non sanctas para con Ud? No tengo el número de celular de Sir Lancelote (somos viejos amigos) para solicitarle que salga en su defensa...caballeros andantes eran los de antes, vió?...mire Ud toda una dama y arrojada a esta situación...Suyo. Cretín de Troyes.
Y uno busca referentes...que Rabelais,que Voltaire,que el mismísimo Shakeaspeare o Cervantes o Moliere o Ionesco o Wilde...pero para qué? Simplemente Paula...dulcemente corrosiva...sutil estilete que desparrama a los hipócritas y a los impostores, dejándolos a la más cruda intemperie...Celebro!
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