lunes, 30 de octubre de 2017

Duérmete, que mañana será otro día

La madre,de veinte años y poco más, dice esas palabras como acunando el sueño del niño que, encogido, trata de dormir. Como pequeño soldado en la víspera del combate, sus músculos están rígidos.
¿Qué le espera mañana ? ¿burla de la maestra?¿grito de la profe de gimnasia?¿burlas de los compañeros? ¿U otro golpe más en el estómago que lo hará vomitar?
-Cámbialo de escuela- le dijo pragmática la maestra que se burla. Sin su participación decisiva, ésto tal vez ocurriría, pero sin respaldo de la autoridad. Y entonces tal vez, el pequeño soldado fuera un niño más, jugando en el patio.
Duérmete, que mañana será otro día, dice la madre en un susurro y deja un libro ilustrado con dinosaurios a un costado. Luego se recuesta en un colchón al lado de la camita de su hijo.
Está muy cansada. Las horas de oficina sellando libros no rinden para un departamento decente, y una madre sin compañía es el blanco fácil de esas pequeñas pero eficaces obreras de la ideología, bibliotecarias con las que trabajaba y maestras que encontraban un blanco aún más fácil en su hijo y a las que enfrentaba todos los días.
A la mañana salen juntos, dos soldados en terreno hostil.
Pero un día toda está pesadilla se terminará, se dice la madre. Y tal vez pueda contarla.
Ve a su hijo atravesando, tan solo y tan valiente, la puerta de la escuela. Se sacude el miedo y se va a buscar sus propia batalla diaria en las oficinas de la Biblioteca.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Pregunta

“¿ Qué es el Infierno?
¿Cuál es la sabiduría?
¿ Dónde está el Cielo?

— “A todo puedo, hombre, responder
Deja ante todo que esta noche
No esté sola y yo te diré”

A la madrugada siguiente
Tras el último beso
Yo me puse de pie

—La promesa del Cielo
Es el Infierno

—La promesa del Infierno
Es el Cielo


Esto es la sabiduría

miércoles, 4 de octubre de 2017

Los ojos que miraban las estrellas

Paso por una vereda. Tiene de techo el puente de la autopista y en ella una familia sin otro techo se refugia de la lluvia. Poseen unos colchones, unas mantas y unos libros.
Si la noche está despejada, ven las estrellas. Poseen el Universo.
Bajo el puente, la vida crece. Hay un pequeño niño entre los colchones y las mantas. Y un perro.
Lo dije. Poseen el Universo.
Y entonces se termina. El calor, el refugio y se terminan los colchones y las mantas.
Alguien llamó por teléfono o watssap y dijo: Cuidado, abajo de la autopista hay unos poseedores del Universo.
Y se prepararon, con palos y fuego. Nadie pero nadie debe poseer solamente, pobremente, como indigentes, nada más que el Universo.
Al día siguiente, unas pilas de volutas grises, las pruebas de que los colchones habían sido quemados. La familia y el perro ya no estaban.
Ahora hay una obra abajo del puente de la autopista. Todo está quedando diseñado y limpio y hasta verde. Vida vegetal , sí.
Los ojos que miraban las estrellas ya no están.
¿Dónde están?

domingo, 24 de septiembre de 2017

NUNCA OLVIDÉ A MARÍA ROSA


Me acuerdo de María Rosa y su hijo Leandro como si este último tuviera eternamente cuatro años y ella estuviera hoy enfrente de mí, como ayer, con sus explicaciones de sonrisas y lágrimas, su pelo corto, su rostro agraciado y triste. Conocí a María Rosa en el Consejo del Menor, mi primer trabajo, con mis diecinueve años y mi maternidad de pocos meses.
María Rosa estaba en la calle con el pequeño Leandro y con dos pechos llenos de leche que ninguna inyección podía retirar. Porque en un acto de abnegación terrible, en un sacrificio impensable, ella había entregado a su pequeño bebé. Para que el bebé no estuviera en la calle, como ya lo estaba Leandro, lo había dado en adopción.
El Departamento de Adopción estaba en el cuarto piso de un edificio gris y ruinoso de la calle Humberto Primo. Era común que no anduviera el ascensor y que embarazadas y mujeres con niños pequeños tuvieran que subir por la escalera. También era común que los solidarios empleados, al pasar junto al pasillo donde esperaban las madres, insultaran en voz bien alta a aquellas atorrantas que abandonaban a sus hijos. De los atorrantes de género masculino que abandonan a sus hijos, no sé por qué siempre se olvidaban, curiosa y cómoda forma de amnesia. Comencé a trabajar en la institución en simulado estado de gravidez, pero cuando éste se hizo indisimulable, el cuarto piso, Adopciones, era fatal para mí. Cada vez que mi jefa me enviaba a ese piso (por escalera) los amables empleados me dirigían algún insulto o alguno de sus cínicos comentarios, creyendo que yo era otra jovencita que iba a dar en adopción. Gente respetable de traje gris. Seguramente vírgenes todos ellos.
De todas las formas de poder, no hay ninguna más ruin que la que ejercen algunos empleados administrativos. Quien está haciendo un trámite, ya sea el más molesto y banal como el más vital y crucial (dar un hijo en adopción, por ejemplo) no se atreve a enfrentarse al sádico impulso del empleado de manifestar su minúsculo poder maltratando, la mayor parte de las veces, con la mayor impunidad.
Pero hablábamos de María Rosa y de Leandro.
María Rosa llegaba a la oficina todos los miércoles. Saludaba con una sonrisa y se sentaba a esperar. A veces charlábamos y me contaba que todavía los médicos no lograban que dejara de producir leche materna. Ella añoraba a ese hijo entregado por amor, tan desesperadamente, que la leche no se iba. No se iba y ella venía a la oficina a hacer el pedido trágico, imposible, condenado al fracaso, de que le devolvieran al bebé.
Calibremos el caso. Vean ustedes cuántos matices, cuán profundo es el contenido trágico de esa situación que muchos hombres y muchas mujeres de la institución calificaban con un simple “que se joda” o el más compasivo “si no se supo cuidar que se joda”. Tres palabras u ocho sirven para lavarse las manos y para excluir del tema al otro partícipe del embarazo, (reveladora palabra), el progenitor que protegido por la sociedad sigue su camino.
Pero hablábamos del hijo de María Rosa. Ya había sido entregado a una familia. Una pareja con techo, con trabajo, con las posibilidades económicas que se le habían negado a la madre biológica. Con las huellas de Niobe en el rostro, lloraba por el hijo perdido, entregado por ella misma.
La asistente social que se ocupaba del caso, es decir, que hacía lo único que se podía hacer, que consistía en explicarle con calma que su reclamo era imposible, me dijo un día con fastidio: “Lo hubiera pensado antes”.
Y yo, que hacía poco había tenido a mi hija Daniela a la que orgullosamente le puse mi apellido, me indigné sin poder evitarlo. “Lo pensó —respondí en voz baja—. Lo pensó nueve meses: pensó incluso en este momento, en los dos pechos llenos de dolor”.
Es que la tragedia es autoconsciente. Cuando un héroe trágico da el primer paso, ya sabe cuál será el último.
Nunca me voy a olvidar de María Rosa y Leandro.
Como nunca me voy olvidar de quienes los trataron con crueldad.
Qué sabrán ellos.

lunes, 18 de septiembre de 2017

El mendigo de Barajas

Todos hemos vivido jornadas a puro agotamiento. Éste era uno de esos días.Venía cansada de doce horas de vuelo, con la diferencia horaria (Buenos Aires- Madrid) y tenía una escala de 9 horas en el aeropuerto de Barajas. La gente en general es amable pero está en su propio viaje. Así que había que aguantar la espera, la diferencia horaria, el cambio de moneda tras las doce horas de vuelo sin poder dormir un minuto.
Tal vez porque ya soñaba con Praga, mi destino entre otros, presintiendo que me enamoraría, tal vez porque sí, en el vuelo no dormí nada. Así que las 9 horas en Barajas se presentaban duras.
Trataba de esperar sin impaciencia ni ansiedad.
Un hombre, bajo, moreno, con una barba que raleaba, me pidió una moneda para comer.
"_Cómo no- le respondí- Pero espéreme, porque no quiero darle una moneda extranjera".
Revolví mis bolsillos, examiné bien las monedas, separé los pesos argentinos que aún llevaba encima y le dí dos monedas.
-Muchas gracias- me dijo y desapareció.
Unas tres horas después, mucho más cansada, me encontró entre mis bolsos sentada en el piso. Me sentía más agotada que nunca.
El hombre me preguntó con expresión preocupada.
-¿Cómo está?
-¡Hola!- le dije contenta de ver una cara apenas conocida.-¿cómo está usted?
Entonces tuvo un gesto insólito. No me dijo una palabra. Me tomó la mano como un caballero español y le dio dos besos.
Después sonrió y se fue.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Conjuro secreto


Si  una voz te dijera
lo que al viento susurro
que suaves mis manos
te esperan allí
donde mora el ensueño
y el secreto conjuro
en ardiente promesa
te entregara a mí

Si yo te dijera
que ayer por la noche
soñaba despierta
Que tu reina fui
Y que empuñé tu cetro
para hacerlo mío
Y abriendo mis labios
tu espada me hundí

Si yo te ofreciera
Mi sangre en mis sueños
Arrojada y desnuda te dijera:
Bébeme
Y luego desmayara,
Amor y duelo, gloria de una noche:
Traspásame
Al dios le duele el amor secreto,
Roza con su espíritu de llama
Mis piernas que te abrazan en sueños
Y de fuego viste mi corazón
El fuego que gime en mis versos
La Antorcha divina
Que robó Prometeo

Este lento conjuro

Te beberá entero

miércoles, 26 de julio de 2017

Delia Fernandez

Delia tenía la mano siempre tendida.
La podías encontrar en la puerta de la Escuela de Bellas Artes cada noche a las 21 y 15 o a las 22 hs, con sus ojos grises, su baja estatura (cuya mención siempre le arrancaba una carcajada), y su eterna sonrisa.
La podías ver con mirada penetrante hacia la ventana de la escuela, anhelante, esperando ver a Laila, su hija.
La podías ver en una ronda de pañuelos blancos, porque fue a más rondas de las que fui yo en mi vida, pero espero alcanzarla.
La podías ver con rollos de papel y útiles de pintura bajo los dos brazos, porque su compromiso con Laila se extendía a todos los chicos de la escuela.
A Delia la definía la palabra "compromiso", pero también "sentido del humor". Delia había llenado su vida de sentido y el tiempo de acciones.
Partió.
Te extraño, Delia.

sábado, 15 de julio de 2017

El poder de Narciso, o el Espejo

Acabo de mirarme en el espejo: cabello largo hasta los hombros, anteojos correctivos gigantes, remera básica de manga corta negra como el pantalón y mocasines blanco y negro, mis zapatos fetiche…Así la mirada dure unos pocos segundos, queremos saber cómo ven los demás nuestro aspecto…Espejo de cuerpo entero, espejo pequeño de cartera…Ese espejo que nació hace 400 años en Venecia fue objeto del caso más tremendo de espionaje industrial entre naciones….pero brevemente ya contaré esa historia.
La diseñadora venezolana Carolina Herrera siempre lo recomienda cuando le preguntan ¿qué hace falta en un vestidor? Una camisa blanca, claro, pero también, un espejo de cuerpo entero.
Hablando de Venecia, sus geniales vidrieros vivían hacia el siglo XVII recluidos en la isla factoría de Murano. De allí partían al mundo los primeros espejos cuyo reflejo tenía claridad y precisión; dos láminas de vidrio con un elemento químico parejamente distribuido entre ellas, la fórmula secreta del estado veneciano (Italia no fue una república hasta 1860).
Pero Narciso es fuerte, poderoso y se llama Francia. Y Luis XIV, rey de Francia y dueño de una importante corte, le encarga a su ministro Colbert que consiga esa fórmula, ofreciendo una fortuna a los vidrieros venecianos.
Venecia la Serenísima pierde la serenidad. Impone medidas extremas: si un vidriero escapa de Murano, se compromete a matar a toda su familia y enviar un asesino, (hoy diríamos sicario), a dónde vaya el traidor para matarlo.
Pero la fortuna ofrecida en la noche veneciana con acento francés, y la promesa de una vida palaciega, convencen al primer vidriero.
A la Corte de Francia llegó un hombre esbozado que deslizó un veneno potente en la bebida del vidriero traidor.
Pero a Francia no le importó esa muerte: tenían la fórmula y se convirtieron en los mayores exportadores de espejos de Europa.
Hoy, un espejo se compra por pocos pesos en cualquier bazar.
Lo que es casi una definición de la historia.


martes, 11 de julio de 2017

La suavidad de la espada


Un perfume árabe
Una flor dorada
Un muy suave beso
Violenta y desmaya

Transporta a mi boca
Miel dulce y dorada
Mi boca es una copa
Una copa muy blanda
Agua en que yo bebo
La suavidad de la espada

La quiero
Así que dame
Dame la noche, la lluvia, la luna anegada
Dame la orquídea abierta
El perfume de la flor dorada
Dale a mi boca, copa
Dale tu beso de miel, espada hecha agua


lunes, 19 de junio de 2017

El Dragón que devora los caminos

La campera negra, los vaqueros en los hombres y las calzas ajustadas como medias en las mujeres. Bolsos, mochilas, carteras las menos. Rostros agotados. De los ancianos a los adolescentes, todos tienen ojeras marcadas de dormir menos de lo que necesitan, y una mirada de no mirar nada.
Se acomodan como pueden, pero no hay comodidades. Son pocos los asientos para la cantidad de personas que el chófer hace subir al colectivo.
 A veces la gente tapa las puertas. A veces quedas casi encima del chófer y ese volante que frágil dirime tu destino y el de los demás, accidentales compañeros de ruta.
Todos llevan los auriculares puestos. Muchos viajan mirando sus teléfonos celulares. Se aíslan, apretujados por la multitud y a veces el interlocutor etéreo que de la nada les habla, les arranca una carcajada.
No están en las películas. Las ficciones se ocupan poco de ellos.
Son una multitud. Son muchas personas, de una en una, librando su batalla personal.
A veces alguien canta en voz alta. 
Hoy en un colectivo 25 atestado de gente, un hombre que vivía su locura personal de forma pública, cantaba desafiando unos versos propios que se repetían una y otra vez:
"Hoy es un bello día."
Es que no era un loco. Y ese no era un colectivo 25. Y esos no eran madrugadores yendo al trabajo.
"Es un bello día"_ Canta el juglar, y las damas y los caballeros, valientes y compuestos, miran sus celulares mientras el Dragón que devora los caminos los lleva a la Batalla.