miércoles, 24 de diciembre de 2008

Deseos

Lunas nuevas en noches viejas y calor en el corazón. Que se vean las estrellas
Este es mi Deseo

I
“¿Qué el Infierno?
¿Cuál es la sabiduría?
¿Dónde está el cielo?”

“A todo puedo, hombre, responder.
No dejes que esta noche
Yo me acueste sola
Y te diré

A la madrugada siguiente
Tras el último beso
Yo me puse de pie

“La promesa del Cielo
Es el Infierno
La promesa del Infierno
Es el Cielo.
Esto es la Sabiduría"

II

Quiero que me acompañes en mi ida al lnfierno
Un Infierno tan dulce y ardoroso
Que quiero pecar mil veces para no tener reposo
Camino de llamas, de frutos intensos
De dulces heridas que asestan mis versos
Cuando abren su surco
Y el pleno deseo
De secretas rosas
Hace al héroe pleno
Cada perfume se sumerge en tus aguas,
cada violeta envuelve tu espada
Mi boca es un copa
Una copa muy blanda
Así que dame
Dame la noche, la lluvia, la luna anegada
Dame la orquídea abierta
El perfume de la flor dorada
Dale mi boca, copa
Dale tu beso de miel, espada hecha agua

III

En la ebriedad de la creación,
Dios forjó dos piezas que encajan a la perfección
Un herrero o un escultor harían lo mismo
Forjó rosas, forjó bocas, forjó aleaciones de carne y acero
Pechos de labrador, manos de arriero,
Manos como las tuyas
A ellas confío
Mi corazón escondido
Rosado y tierno
Se abre en la noche, en escondido sueño
Dulce como rosas, de suaves pétalos
Rojo como la sangre, rojo como los labios
De una princesa sin dueño

IV
No sé, hombre o dios
Cómo no irme entre tus brazos
Cómo no derretir entre las hojas
La ardiente corola de la rosa

viernes, 12 de diciembre de 2008

Las memorias de tía Gilda, la madre de Fiona

Mi tía Gilda, la mamá de mi prima Fiona, me trajo sus Memorias y me pidió que las publique en el blog. Pobre Gilda, se ve que no recuerda mucho de su vida. Su vida fue muy decente y sabe que eso hoy es un despropósito, así que trata de enmendarlo. Lo consigue muy bien. Estaba un poco pasada de birras cuando me trajo los dos papeles borroneados que pasé en limpio con cierta dificultad. La cerveza la afecta más de lo corriente (le cae como vodka, lógico a sus ochenta años). Acá están las memorias de la tía Gilda. De paso y ya que brindo con tanta generosidad los documentos familiares más interesantes, les recuerdo que hace mucho que no me dicen que soy sexy y que para eso había abierto este blog. Desde ese punto de vista es un fracaso, aunque desde que puse los avisos Google estoy muy feliz de su originalidad. Debe ser el único blog donde Google Adsense ofrece traducciones de Walter Benjamin y los videos hot de Pampita, en el mismo día. Con ustedes, mi tía Gilda.

UN ESTILO DE VIDA
Por Gilda Saenz de Olavarrieta
Me encanta despertarme muy temprano, al asomar a la vida gorriones y otras aves de buen aspecto, escuchar sus simpáticos trinos y sentir los rayos de ese sol radiante y veraniego, o los tibios rayos otoñales, e incluso el frío sol invernal me agrada a esa hora matutina, me gusta abrir la ventana, respirar el aire fresco, y luego servirme, en una bonita taza azul que tengo, de sopa, un cuarto litro de vodka y meterme en la cama otra vez.
Luego ya no me despierto hasta la hora del té, que también me agrada, cercana al atardecer, cuando las nubes toman sus caprichosos colores, y suelo tomar la botella de vodka y rendirle culto mientras el sol nos dice adiós. Mucho no lo veo, pero lo saludo cuando llega y cuando se va. De todos modos, tal vez piensen que no es sano mi modo de vida, pero usted qué puede saber. Ya lo conozco, ya me lo sé: se despierta a las siete, toma café, se da una ducha, lee el diario, sale a correr y cuando ya hecho bastante el ridículo se dedica a trabajar, o sea, es un esclavo del sistema improductivo. ¿Pero este sistema produce algo que no sea porquerías? Señor, señora, su estilo de vida es detestable y el mío maravilloso. ¿Se olvidó de su hígado? —decía esa propaganda imbécil. ¿Pero quién quiere acordarse de algo tan desagradable como un hígado? ¿Vio su hígado alguna vez? ¿Alguien se lo ha presentado? Si nunca lo vio y no se lo han presentado, entonces, no sé cómo lo va a recordar. Bah.
¿Cómo siguen mis veinticuatro horas?
Llega la noche y se acabó el vodka. Algo hay que hacer. Evidentemente, ya sabemos qué. Me visto con lo imprescindible porque en mi estado de ánimo no puedo abrochar muchos botones y salgo a la calle. Ay, Buenos Aires. Condenada ciudad. Está llena de gente deleznable, prostitutas vulgares con poca ropa ofreciendo sexo y mendigando amor (¡qué frase! Pasaré a la historia por esa conmovedora metáfora), hay gente borracha que pasea su desvergüenza y como si no tuviéramos bastante hay policías asquerosos.
Como vemos, a la noche se termina la paz. Pero de algún modo tengo que comprar el vodka. Espero que no me confundan con una de esas pobres prostitutas. Pero, en fin. Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Bueno, siempre encuentro algún gil que me haga compañía (y también alguno/a que tire la primera piedra, y la segunda) y pronto me doy cuenta de si tiene dinero y si le gusta hacer regalos galantes, específicamente vodka. Entonces me acomete el amor. Me doy cuenta de que ese hombre, fortuito enviado del destino, tiene grandes ojos celestes o pequeños ojos marrones o, como me pasó una vez, un ojo de vidrio. Admiro sus bellas manos varoniles y aprecio que un hombre puede ser cualquier cosa, pero siempre será un hombre. Y por esta frase no pasaré a la historia, pero no me negarán que es aristotélicamente cierta. Todos los hombres tienen virtudes importantes y amigables sobre todo de noche, si una ha bebido un cuarto litro de vodka y si Navidad es todos los días del año. Porque lo importante es que el espíritu navideño habite en nuestros corazones. Y el amor es fuerte y tú también necesitas amor. Dicen los Stones que es así. Y todo lo que dice un Stone es cierto.
Bueno, nunca les pregunto nada, no me interesa saber si tienen apellido, porque un hombre no necesita nombre para ser hombre, igual que las rosas no necesitan ser rosas para que se las llame así. Siempre me hacen feliz. Siempre. ¿Para qué quiero más? Cuando pienso en usted, señora respetable, tan respetable que da asco que te respeten así. Confiese que desearía, por una noche, ser una arrastrada como yo, gozar del amor anónimo, que a veces es como una paliza a los sentidos y a veces es una paliza de verdad, pero si hay vodka... con vodka todo se olvida. Bueno, no he logrado convencerla, pero tampoco quería convencerla. La calle ya está fea sin viejas putrefactas como usted.
Bueno, a veces descanso. Si Dios lo hace, por qué yo no. Entonces como, tomo café, yogur, cereales, cerveza y prendo el televisor.
Miro una película.
Hoy fue un día de descanso. ¿Y saben por qué escribo esto?
Vi una película. Ví “Rescatando al soldado Ryan”
Solo les diré una cosa. Denme un nazi cualquiera. Le rompo la crisma, lo despellejo vivo, le saco las tripas, las cuelgo de la ventana y les saco una foto. Denme un nazi cualquiera y eso es lo que hago. Tom Hanks. ¿¡¡Cómo...a quién se le ocurre?!! Y la pobre de Meg Ryan llorando. ¿Nadie piensa en ella? Spielberg es un desalmado, haciéndose el sensible. ¿Y de donde sacó que se van a poner contentos los soldados cuando descubran que el soldado Ryan es Matt Damon? Lo natural es que digan así: ¿Y todo esto por Matt Damon? Ah, no, si hubiera sabido que era Matt Damon no hacía un carajo. Yo personalmente a Matt Damon lo dejo que lo maten y con Tom Hanks me caso. Tom Hanks. El único hombre bueno, decente, que ama a los niños y los perros, que jamás engañaría a una mujer, y que hasta es lindo y todo.
Tenía que decirlo, tenía que descargarme. El único hombre con el que me hubiera casado. Y ahora voy a quedar para vestir santos.
Por eso me gusta el vodka. ¿Ven? Hay una razón para todo.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Mi prima Fiona

—Un día vi a una carmelita descalza con zapatos —me dijo Fiona el fin de semana pasado, mientras raspaba con sus uñas de esmalte saltado una torta frita quemada—. Bah. Nunca más fui a la Iglesia.
Si uno mira atentamente a Fiona, se pregunta si fue a la iglesia alguna vez y si la dejaron entrar, pero si ella lo dice hay que creerle. Fiona es mi prima y tiene diez años más que yo; en los años ochenta hizo una célebre publicidad de pan dulce, cuyo eslogan era Qué pan dulce, Pamela. Tal vez la recuerden, quiero decir, seguramente no recuerdan su cara porque nunca se vio. Además de ex modelo publicitaria, Fiona es una experta en filosofía. Es simple, padeció una eterna contradicción familiar, al estilo Dante. Como todos saben, Dante era del partido blanco, la izquierda florentina, y lo pagó con el exilio, pero en su poema se la pasa hablando de su sangre azul como la derecha aristócrata. Fiona sufrió la pesada herencia familiar mucho más que yo: un bisabuelo paterno era diputado del partido conservador y almorzaba con Mitre, una tía abuela , sobrina preferida del anterior, era bailarina de cabaret. Fiona estudió el profesorado de historia y comenzó la carrera de filosofía mientras lucía sus jeans blancos de calce profundo como pocos en Villa Urquiza, pero hubo un suceso, que siempre me repite, que partió su vida en dos. Fue cuando un profesor se impacientó ante sus preguntas (su increible mayeútica es famosa en la familia desde sus tres tiernos años) y le dijo "Sólo se puede pensar lo pensado". Después siguió adelante con la clase ignorándola por c0mpleto, pero la esperó a la salida y la invitó a un hotel. Eso le dio una visión particular de los hombres y la hizo dejar la carrera, pero la filosofía... la lleva en la sangre. Dejó de ser modelo, dejó la filosofía universitaria, y se hizo manicura, en una palabra: abrazó desaforadamente el estoicismo. Los sábados, cuando tiene franco en la peluquería de barrio donde trabaja y siempre y cuando no salga con sus amigas, Sabrina, Pamela y Bárbara, me viene a visitar y me explica su triste teoría, según la cual hombres y mujeres no nos comprenderemos nunca. Tiene dudas sobre el intelecto masculino que a veces a mí, por fracciones de segundo, también me acucian.
Por ejemplo, el sábado me decía lo siguiente
—Lo que más nos diferencia de los hombres —dijo—, es la manera de pensar. A ellos les parece razonable que en una novela un anatomista HOMBRE descubra el clítoris. Imaginate, lo descubre un hombre. Esa tesis idiota tiene tal aceptación que su autor es exitoso y a nadie le llamó nunca la atención que haya tenido que venir un anatomista y le haya dicho a una mina cualquiera, a ver, bancate un tacto y ella haya aullado ahí mismo por primera vez... que ése no es el timbre, por supuesto.
Olvidense de las damas. Fiona es Fiona.
—Está bien, Fiona. Es ridiculo —le dije—. Pero ya lo sabemos. También América apareció llena de indios, con plantas y todo, cuando llegó Colón.
—El clítoris lo descubrió un hombre —repitió Fiona—. Ja. Otra más: yo no entiendo como a ningún hombre le parece anormal que una guerrera con espada en la mano lleve una armadura con forma de bikini. ¿Qué cubre? ¿Es que a Conan no se le ocurre clavar la espada en otro lugar del cuerpo? Digo yo.
—Bueno, a Juana de Arco la cubren bien —dije.
—Porque según en qué película es santa o es lesbiana, que para el caso es lo mismo —me atajó—. Y ahora, hablando de tus amigos —dijo, señalándome con el dedo.
—Uy, no Fiona. ¿Qué vas a a decir?
—Tu amigo Reverte que protestó porque un borracho le gritó fascista cuando iba por la calle con su traje y su bolsa de la Real Academia. El traje no es el problema, obviamente. El problema es la bolsa ¿entendés? Es un típico ejemplar masculino.
—No, no hables mal de mi amigo Reverte. Es un gran tipo que me regala libros. ¿Pero qué tiene que ver la bolsa con el fascismo?
—¿Y qué tiene que ver la ropa de Paula Cahen D'Anvers con los repasadores? No me mirés con esa cara de asombro. Ya lo vas a entender, si atendés. No voy a hablar mal de tu amigo —dijo Fiona—. Sólo voy a aplicar la mayéutica. Así que pregunto: ¿cuántos miembros tiene la Real Academia? No muchos, si comparamos con la población total de España. Supongamos que todos los miembros de la Academia les hayan regalado paquetas bolsas de la RAE a sus novias, parientes y amigos. Y hasta que alguno se haya dejado una bolsa en el lavadero. ¿Cuántas personas en toda España tendrán una bolsa de la RAE? Bueno —me miró triunfante y comió otro pedazo de torta frita.
—No sé a dónde querés llegar.
—Acá mismo. Si yo salgo por la Avenida Santa Fe con mi vestido de Armani que no tengo, mis zapatos de Manolos que no tengo y mi bolsa de Paula Cahen D'Anvers que tampoco tengo. ¿Tengo derecho a quejarme si me quieren vender trescientos repasadores? Yo diría que no.
—Bueno, no sé si ese razonamiento se aplica a un respetable miembro de la Real Academia—repuse.
—Para que lo entiendas mejor —insistió—. Pensá como mujer y decime. Si Sarah Jessica Parker sale vestida y peinada como Carrie, con las actrices que personifican a Charlotte, Miranda y Samantha, cargadas de bolsas de compras, con vestidos floreados llenos de volados y zapatos de Manolo Blaknik, y estoy hablando de que las cuatro actrices pasean así por una calle cualquiera de Nueva York, no en el set de filmación, y a una de ellas, la rubia alta, un albañil le grita. ¡Samantha, tu orgasmo de ayer fue fingido! ¿Tienen derecho a quejarse?
Olvidense de las damas, como ya les dije, y piensen en la lógica de Fiona. Es aplastante. pero no creo que Reverte tomara café con ella en el Patio Bulrich. No usa tacos ni falda lapiz . Así que nunca se lo va a poder decir en la cara. Se lo díje.
—Bah, los hombres no van a cambiar su manera de pensar por hablar conmigo y yo me harté de ellos. No me importa si son zapateros, camioneros , miembros de la Real Academia —me dijo—. Todos son iguales. Y si no, se parecen muchísimo.
Bueno, no comparto su opinión aunque creo que Fiona tiene mucha experiencia en la vida y hay que escucharla. Vale la pena.
—Paulita —me dijo, dando la visita por terminada—. Me voy a encontrar con Pamela, y mis otras dos amigas, Bárbara y Sabrina. Vamos a mirar una zapatería de pies delicados porque necesitamos sandalias de taco chino de horma bien ancha. Me salieron juanetes ¿ves? Nos vemos .
Antes de irse, envolvió dos tortas fritas para el camino.
Y se fue, con su extraña filosofía. ¿Saben qué? Prefiero la filosofía de Fiona con sus juanetes a ver un serie glamourosa donde me enseñan cosas sobre el sexo que, a mis 38 años, ya debo saber de sobra.

domingo, 16 de noviembre de 2008

LA LEYENDA DEL CAPITÁN MALDITO

¿Conocen la historia del Capitán Maldito? ¿No?
Ignorantes.
El Capitán Maldito era conocido por ese nombre tanto en Maracaibo como en Lima y Tierra del Fuego. Con solo oír su nombre, los hombres temblaban como Gudurix y las mujeres gritaban como la rubia de King Kong. A la noche, cuando los niños no se querían tomar la sopa, se les decía: vendrá el Capitán Maldito y te llevará. Su fama era peor que la de Satanás, que tiene bastante mala fama. Su final fue tan triste que de solo recordarlo me pongo a llorar. A su muerte los hábitos monjiles quedaron de luto y en las islas británicas hubo un desmayo masivo de cinco minutos a las cinco de la tarde por parte de las ladys, en señal de duelo.
Se conserva un retrato de él en el Convento de las Carmelitas de Bogotá. En él vemos al Capitán Maldito posar con aire siniestro. Tracemos su retrato.
El Capitán Maldito llevaba con apostura un parche en el ojo izquierdo y el derecho era de vidrio. Ustedes dirán que no veía un carajo, sí, les digo yo, pero por eso era tanto más temible. Es famoso que, blandiendo el sable de aquí para allá le cortó la cabeza a su propio lugarteniente. También se cuenta que una vez mandó a ahorcar al gobernador de Santa Guadalupe de los Arenales y en lugar de eso sus hombres ahorcaron al cocinero. Todo lo que dijo el Capitán Maldito esa noche fue que la comida era mucho mejor. Es que parece que el gobernador de Santa Guadalupe de los Arenales cocinaba unos platos de primera.
Prosigamos. De su brazo derecho pende un temible garfio de hierro retorcido y oxidado, que más de una herida mortal, más de un hueso roto, a él se deben. En cuanto al brazo izquierdo, era ortopédico. Esto a nadie debe asombrar. Simple maravilla de la medicina incaica.
Se cuenta qué, así como Byron se ponía hosco cundo se hacía notar su cojera, el Capitán Maldito se ponía de igual modo cuando algún desprevenido se ofrecía a estrechar su mano. Es famoso lo sucedido durante el encuentro entre el Capitán Maldito y Lord Julian Wade. Lord Julian, enviado por el rey Jacobo, tenía la misión de ofrecer al Capitán Maldito el gobierno de Jamaica. La derrota del elegante inglés fue total y esto por un incidente, que nos apresuramos a relatar.
Frente a sendas botellas de ron, el Capitán trazaba frente a un admirado Sir Julian las líneas de su plan de gobierno. Su más cara medida era incentivar peregrinaciones de monjas desde el continente. Tal piadosa intención, llegó a lo más profundo del corazón de Sir Julian. Conmovido, pronunció la frase fatal:
—Capitán, estrechemos nuestras manos.
¡Frase cortés, digna en todo del elegante británico! Frase sencilla, sí, pero no para el Capitán Maldito, a quien la sola palabra manos sublevaba la sangre. Frase imbécil pronunciada por un Sir Julian alcoholizado con ron de mala calidad, dicen algunos. Haciéndola corta: el Capitán Maldito enrojeció y cuál lo haría una doncella ruborosa, ofendida en el íntimo pudor, desenvainó el sable y seccionó de un solo golpe, las dos manos del imbécil de Sir Julian.
Es que Sir Julian era un imbécil y nuestro capitán era sensible como una poeta mexicana.
El capitán, anécdotas aparte, en su estampa retratada adelantaba con hidalguía una pata de palo, labrada en una magnífica muestra del arte caribeño. Poseía, además, en finas incrustaciones, topacios, rubíes y esmeraldas de gran valor. Como se ve, no era ningún tacaño y además, sabía muy bien la parte del botín que le correspondía: las tres cuartas partes y el resto lo repartía con generosidad y justicia.
Por último, conservaba la pierna izquierda, a cuyo término se observaba un delicado y fino pie, calzado por una elegante bota, más propia de una señorita que de un pirata cuya funesta catadura admiraba al mismo Morgan, de quien era mortal enemigo, y esto a causa de una novicia del convento de la Misericordiosa Crucifixión de Cristo, en Veracruz. Pero no profundicemos en lances tan misteriosos, pues todo lo que sabemos es que Morgan guardaba al Capitán Maldito un odio de esos que solo se sacian con la muerte y que el capitán correspondía de un mismo modo encarnizado. También sabemos que la doncella murió, en la flor de la juventud, aferrada de un brazo por la férrea mano de Morgan y del otro, por el garfio oxidado del capitán.
Hazañas semejantes coronaban una peligrosa pero breve carrera. Tal vez a eso se deba el penetrante aroma de su recuerdo, que satura el ambiente monástico y a las pálidas solteronas por elección en largas jornadas de té y canasta.
Fue un fin triste y peor aún, desconsiderado e irrespetuoso por parte del Señor el que acabó con la espada más temible de la isla de la Tortuga.

La suave, lisa y dulce lady Fairling cortaba rosas de su jardín, sin notar que su rubio cabello estaba sucio y desarreglado. Tampoco le preocupaba que su aérea falda blanca estaba agujereada y que sus finos y delicados pies se hallaban calzados por apenas una media roja y otra naranja. Esas nimiedades parecían desmentir la delicadeza de su talle y de hecho lo hacían. Porque la suave, dulce y lisa lady Fairling era el bruto John el Tuerto, por eso era lisa y su disfraz se lo había procurado Bill el ciruja, por eso no era tan elegante como el de una auténtica Lady británica. Pero John el Tuerto no se preocupaba por eso, porque, como ya hemos dicho, el Capitán Maldito no veía un carajo.
Corrió rápidamente por la isla de la Tortuga la voz de que una suave y dulce, aunque lisa, lady inglesa había llegado a la isla a cortar rosas y estudiar a los pájaros. Rápidamente se enteró el Capitán Maldito, que jugaba una partida de truco con Lady Ashton y Lady Dursdey, las dos últimas ladys que habían llegado a la isla con el pretexto de estudiar pajarracos y sin engañar a nadie, salvo tal vez a Lord Ashton y Lord Dursdey.
—¿Así que tenemos otra, eh?—murmuró el capitán —Señoras—dijo dejando las cartas sobre la mesa—Disculpadme.
Lady Ashton se desmayó. Lady Dursdey se rascó la oreja y levantó las cartas del Capitán para ver que tenía. Luego lanzó una puteada, porque hubiera ganado esa mano.
El cuarto jugador era Bill el ciruja. Sonrió enigmático.
El Capitán Maldito salió de la taberna.
Se equivocó diez veces el camino y trastabillando llegó hasta la suave, dulce y lisa Lady Fairling.
Lady Fairling, o sea, John el Tuerto, inclinado sobre un macizo de flores, giró la cabeza al oír la rotunda pata de palo del Capitán Maldito.
—¿Lady Fairling? —dijo el Capitán.
—Oh, yes—dijo el Tuerto, imitando a una lady como mejor sabía mientras buscaba el puñal entre las enaguas.
—Lady Fairling, tengo muchos compromisos. Ya hay demasiadas como usted en la isla. Por lo tanto va a tener que irse.
—Oh, no—murmuró el tuerto. Bill el ciruja había cosido un bolsillo a la enagua para guardar el puñal, así que el tuerto trataba de descoserlo.
—Está bien—dijo el capitán.
El Tuerto encontró el puñal.
­—Tendré que hacerlo—dijo el Capitán, irritado.
Y cuando el tuerto tuvo el puñal bien aferrado, y comenzaba a girar, tenso, con un mohín de coquetería dirigido a la nublosa mirada del confiado capitán, este, que tenía bien ganada su fama de maldito, le cercenó el cuello de un sablazo.
—Me tienen harto las mujeres— suspiró. Tomó una aceituna de un platito que había en una mesa. Pues sí, había una mesa y un platito con aceitunas, aunque no lo hubiera dicho antes. Se sirvió tres más de un saque...y se atragantó con los carozos.
Así murió el más terrible de todos los piratas.
Les advertí que era un final desconsiderado. Pero yo no hago la historia.
Sólo la escribo.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Tal vez haya conocido a Morgan

CAUTIVA

Vive en mis sueños
Un hombre moreno
De boca cruel

Amante de noches
De dulces heridas
De palabra de hiel

Yo cuanto quisiera
Ponerle cadenas
Al hombre que fue

En noche sin luna
En la selva oscura
Un lobo cruel

Una de estas noches
Corsario temible
Pudiera pasar

Que blanca y sumisa
Tan dulce cautiva
Te pueda matar

Ahora sonríes, hombre que eres
Mas que hombre, un lobo
¿Qué puedes temer?

De tan indefensa
Tan endeble presa
Una blanca mujer

No me encolerices
Corsario de los mares
Por lejano que estés

Tal vez no sonrieras
Si en mi pensamiento
Supieras leer

Que llega tan lejos
Que el más veloz navío
No huye de él

Yo no necesito ser fuerte
Ni temible ni lobo cruel
Yo soy mujer

martes, 21 de octubre de 2008

INSTRUCCIONES PARA LAS REVOLUCIONARIAS

LO QUE USTED DEBE SABER SI QUIERE SER REVOLUCIONARIA

INCISO B” DEL REGLAMENTO DEL GRUPO REVOLUCIONARIO.
Apartado: mujeres. Versión anotada y explicada.

I

A: Los revolucionarios aceptan como absolutamente necesaria la participación de la mujer en el movimiento.

B: Su función primordial es cebar mate.

C: En el caso de ser hora del almuerzo o la cena, preparar la comida. Se les permite cuchichear mientras la hacen. Si hablan demasiado fuerte, interrumpiendo los procesos complejos de pensamiento de los intelectuales revolucionarios, pueden recibir amonestaciones. En el caso de estar casadas o en pareja, se considera la disciplina como obligación conyugal. En caso de ser solteras, cualquiera puede gritarles desde la puerta de la cocina. En ese caso están autorizadas a protestar de dos maneras. Se les puede decir machistas que no les importa. Se les puede pedir perdón. No se admite otro tipo de protesta. No se debe dejar hervir el agua del mate, no se puede dejar quemar la comida, no se puede dejar sucios los platos.

C 1: En caso de ser un asado, sólo se ocuparán de la ensalada, los vasos, los platos, las bebidas, servirlas, alcanzar diarios, fósforos, aspirinas, cigarrillos, vino y/o cualquier cosa excepto ir a la carnicería y encender el fuego, tareas demasiado complejas para la naturaleza femenina por su implicancia prometeica. Se les recomienda mantenerse juntas y a distancia prudencial, si son solteras. En caso contrario se debe estar humilde y sumisamente sentadas al lado de su compañero con el aspecto de una dulce mujercita revolucionaria. Se recomiendan los escotes profundos si quiere que le den la palabra alguna vez. Consultar inciso E. Vale cuchichear y sonreír, solo un poco y siempre y cuando no se esté definiendo el destino del planeta ni le hayan pedido más vino. Los chistes machistas serán festejados, atendiendo que los únicos insultos que causan enojo a una revolucionaria son fascista o burguesa o gorila. Vale considerar que total no les doy bola y si me enojo es peor. Todos los argumentos fraudulentos femeninos para dejarse pisotear son necesarios en este caso. El caso de ser un hombre revolucionario es distinto, si le dice cualquier insulto, le asiste el derecho internacional civil de enojarse. Ese no es su caso. Sentirse insultada cuando la insultan solo sirve para delatar que tiene la regla, que es una histérica y que está loca. Al hombre lo asiste el derecho y a la mujer el psiquiatra. Entérese de una buena vez. Recuerde que homosexual vale como insulto en círculos revolucionarios. Las estupideces de las minorías sexuales se dejan para los europeos, que es gente que no tiene nada que hacer. La sexualidad revolucionaria es la hegemónica. (Eso significa cabalmente no solo la posición del misionero sino la idiosincrasia del misionero, pero no se dice evangelizar, se dice concientizar. Si usted quiere ser concientizada a gusto, es recomendable tener ciertos tratos también con cerdos burgueses y proletarios sin conciencia de clase. Enemigos e inconscientes también tienen conciencia de esa para ofrecer). Lo principal a entender de la sexualidad revolucionaria es que la ideología se puede transmitir sexualmente. Algunas ideologías son, de hecho, enfermedades venéreas. Muchos hombres y mujeres revolucionarios lo entienden y lo aplican así. Si lo pasan o no mejor que usted depende de si es un curso acelerado o un seminario intensivo. También se puede ser revolucionaria haciendo revoluciones, pero no se considera imprescindible.

C2: Usted puede musitar cualquier insulto cuando va al baño. Es su única oportunidad. Dichos en el baño, no se enteran. En caso de insultar de todas maneras, las consecuencias serán irreparables. Si usted ve en cualquier lado a un hombre que la mira fijo, con expresión de odio invencible hasta la muerte, y no recuerda su nombre ni su rostro, es un revolucionario a quien llamó cobarde hace diez años. En caso de insultar a un revolucionario, asegúrese de que sea en lugar público e iluminado. Lo mejor es insultarlo en una manifestación llena de policías, si él se entretiene pegándole, después podrá por lo menos ver como le pegan a él. Finalmente podrán arreglar sus diferencias en el camión celular y acabarán fraternizando en el hospital. De todos modos, no se case con él. Sería un grave error.

II

(En caso de estar usted fea, o gorda o vieja, ya sabe que el revolucionario no se fija en esas cosas. Es solo por eso que no la saluda ni le dirige la palabra y no la abraza cuando consiguen el aumento, cantan el himno o derrocan al gobierno. Es útil consultar el punto D).

D: EL ABRAZO REVOLUCIONARIO
Circunstancia en las que es posible recibir un abrazo emocionado de un revolucionario

D1: En caso de estar gorda, fea o vieja, ninguna.

D2: Excluido lo aclarado en D1, usted puede ser abrazada en toda circunstancia. Si la asamblea tuvo el resultado esperado, por eso. Si no tuvo el resultado esperado, por eso. Si no hubo asamblea, por eso. Si el revolucionario se va a México con los zapatistas, por eso. Si se va a la esquina a comprar cigarrillos, por eso. Si por algún motivo usted no quiere ser abrazada cincuenta veces, cuente la cantidad de revolucionarios en la asamblea y si son cincuenta, no entre. Si pretende no ser abrazada en ninguna circunstancia, usted no es revolucionaria. Deje a Marx y lea Mujercitas, que es lo suyo. Si le parece que ya la abrazan demasiado, tal vez no sea mala idea que use corpiño, aunque sea una opresión burguesa.

E: ÚNICOS MODOS DE INTERVENIR EN UNA DENSA DISCUSIÓN POLÍTICA:

E1: Nunca le darán la palabra con las posibles excepciones siguientes: escote profundo, minifalda u otros artilugios bélicos. En caso de llevar ambas, tendrá la palabra cuantas veces quiera. Estarán ansiosos por escucharla. Lo cual no impide que se cumpla el punto E2

E2: Todas sus alocuciones empezarán con las siguientes fórmulas. “Lo que no entiendo es...” o “No entiendo” o “¿Me pueden explicar?”. En tal caso recibirá una respuesta sin ningún problema y en tono normal. Que usted no entienda es normal para ellos. De no hacerlo así y en el caso que usted discuta o confronte o, peor, demuestre esa infrecuente cosa que es la seguridad en sí misma, pueden suceder dos cosas. a) Que la discusión prosiga como si usted no hubiera dicho absolutamente nada. b) Que siga como si usted no hubiera dicho absolutamente nada excepto porque un revolucionario le contestará en voz baja, brevemente y mirándola de costado descalificándola con la actitud de Eugenia de Chicoff explicándole como usar los cubiertos. De todos modos la odiarán, con o sin escote.

OTROS GRUPOS SOCIALES Y CIRCUNSTANCIAS EN QUE ES VÁLIDO ESTE REGLAMENTO.

ESTE REGLAMENTO ES MULTIUSO. Aparte de los sindicatos, los partidos políticos, los movimientos de izquierda de todo tipo también se aplica a :
El Opus Dei (el apartado de abrazos es válido en : a) pasillos oscuros, b) detrás del altar, c) otros sitios ocultos al público, lo que garantiza consecuencias. Vale aclarar que al Señor no se le pide preservativos, mejor cómprelos.
Acción Católica, Asociación Cristiana de Jóvenes, grupos de oración, retiros espirituales, etc
Clubes de ajedrez
Reuniones de aficionados acerca de cualquier forma y género literario.
Reuniones de cualquier cosa.
Oficina y cualquier ámbito de trabajo
Asados por cualquier motivo.
Otros (a llenar por la interesada) ............................................................................................................................................................................................................................................................, etc...

CONCLUSIONES

Principalmente se tiene en cuenta como forma primigenia de la dinámica de cualquier grupo humano donde alternen hombres y mujeres, las reuniones de consorcio de los edificios. Cuando se formaron los consorcios de propietarios, se halló por fin la definición de humanidad. Aún así, los consorcios de propietarios tienen mayor equidad entre hombres y mujeres. Esa condición casi ideal se debe solo a que en sus reuniones no se come ni se toma mate. Las consecuencias de esta equidad demuestran que discriminar, y mantener ambiciones napoleónicas en los campos de batallas más reducidos y ridículos, no son conductas propiamente masculinas. Los idealistas que depositan su ingenuidad en el género femenino deberían dejar esos seminarios de antropología filosófica que les impiden asistir a la reunión de consorcio. Dado el caso, la discriminación es una cualidad que no tiene género, solo número. Esto debería servir para que aprendan que puestos a ser unos hijos de puta, da lo mismo ser mujer o hombre. Tal vez cuando se aviven verán que también ellos pueden cebar el mate y que nosotras también podemos cascar al oponente ideológico. Así resultará más variado y menos aburrido hacer la revolución.

martes, 7 de octubre de 2008

Andrés

Siempre me ganó al ajedrez. Recuerdo la sensación de impotencia cruel, mi fría determinación de estudiar defensas y ataques para derrotarlo, sin lograrlo jamás. Mi sombría venganza consistía en esperar a que se durmiera (él iba a la escuela a la mañana y yo a la tarde) para robarme sus libros. Esos libros preciosos de la colección Robin Hood y de Sopena, Sandokan (nuestro mutuo favorito), Los tres mosqueteros, Rojo y Negro, Jane Eyre, La Divina Comedia: todos títulos que me abrieron un mundo inmenso y que robé de su biblioteca con una maldad vengativa que hoy me trae recuerdos encantadores. Por supuesto, era chica, así que los libros quedaban destruidos (pasión por la lectura, poca noción de que el libro también es un objeto). Para él no tenía justificación tanto manoseo. Se enfurecía cuando descubría que había sacado libros de sus estantes otra vez. Empecé a hacerlo a los siete años y a los 14 lo seguía haciendo. Una vez me robé Los tres mosqueteros (edición de bolsillo de Sopena, tapas verdes, ya por entonces casi partido al medio) y me olvidé de devolverlo. Pasaron cuatro meses y me olvidé hasta de que lo había robado. Vino una tarde furioso con la acusación de robo del libro y yo, convencida de que no lo tenía, empecé a mostrarle que mis escondites habituales estaban vacíos... hasta que levanté el colchón y ahí estaba. Se llevó el libro.
No sé dónde lo escondió. En esos años hubo mudanzas, cambios de cuartos, de muebles. Lo buscaba con desesperación. El libro no aparecía. Me compré mil versiones. Nunca conseguía la de Sopena. Hay libros que se enconden de una con una obsecación terrible, un sino fatal, como he comprobado varias veces. Ediciones Tor, Porrúa y ediciones pirateadas de todo tipo. Ninguna me satisfacía. Era esa, la de las tapas verdes, la que me había aprendido de memoria, la que quería yo.
Pasaron los años. Crecimos, nos hicimos jóvenes, después adultos. Él estudió, militó, viajó. Yo me hice madre, trabajé, leí, escribí. El viejo Salgari siempre fue un puente en la rivalidad de hermanos y yo nunca más quise jugar con él al ajedrez.
1998. Una bicicleta cargada con alforjas en el pasillo. Una bicicleta que ahora está en el Museo de Transporte de Luján. Dos golpes en mi puerta. Era Andrés, para despedirse antes de viajar pedaleando solo, durante un año, hasta Cuba. Fue su primer gran epopeya ciclista. En las manos llevaba mi, su, nuestro libro. Los tres mosqueteros, tapas verdes, Sopena.
—Te devuelvo el histórico —me dijo.
Ahora el libro está en una caja de madera. Tiene el valor de una reliquia y de algo más. Es mío y de Andrés. Alguna vez les escribí un poema a mis hijos, “Guarden el libro que tanto amé”. Está deshecho. Mi amigo Jaime me envió una hermosa edición de Sopena en tapas duras, más antigua, la misma traducción arcaica, que es la que leo habitualmente. Sin embargo, a veces necesito abrir el viejo. Con sus páginas amarillas, sus errores de imprenta, sus manchas. El olor del abordaje pirático al estante de Andrés.
Ahora Andrés estuvo en la Malasia, entre otros muchos lugares. Averiguó que Sandokán hubiera sido musulmán, entre otras cosas. Labuán ahora es un resort de lujo. Me mandó una postal con una foto de un praho. Estuvo viendo unos kriss, dice que en realidad se dice keris, el puñal típico de los tigrecillos. Su gira ciclista por el mundo, con la linda y aguerrida Karina, en un tandem (una bicicleta doble) llega a su fin, después de un año y unos días. Cumplieron un sueño, arriesgaron la vida. Pasaron por situaciones peligrosas, de alguna los salvó la velocidad en el pedaleo y mucha suerte. Vieron cosas maravillosas.
El domingo los vuelvo a ver: momento para recordarle el juramento que a los nueve años escribió en sus libros favoritos, El corsario negro, Cinco semanas en globo, Sandokán. "Juro que a los dieciocho años daré la vuelta al mundo a pie”.
Y finalmente lo hizo. En bici, que es parecido.
Para los quieran visitar el blog donde Andrés y Karina cuentan su viaje, ésta es la dirección
http://elmundoentandem.blogspot.com
Podrán ver, y leer, cosas asombrosas.

sábado, 20 de septiembre de 2008

La trama oculta de los juegos olímpicos. cuarta y última parte

Viene del post anterior


La convivencia de dos seres tan disímiles fue ardua y, por momentos, violenta. En los planes de Chang, Ching era sólo una bomba de tiempo cultural, capaz de llevar todo el régimen a una decadente vida loca, de sumergir horas a los dictadores en la peluquería, de vestir a toda China en ojotas flúo, terminando con ella. Mientras, para Ching, que ignoraba todo esto, el ocio intelectual en que Chang había descansado años en la celda, sin idear ninguna estrategia para preservar la llama olímpica, era exasperante. Llevaban años discutiendo, la llama estaba por partir en su viaje alrededor del mundo, y nada. Chang no había hecho nada. Gritaba. Cosas incomprensibles. Eso sí. Todo el tiempo.
—Traerás el fin de este país inmundo —vociferaba Chang—. Tú, Christina Aguilera y Ricky Martin. Tú, con tus ojotas y tu pelo fucsia. Acabarás con este totalitarismo, y es más. Acabarás con una cultura milenaria. Tú —gritó salvajemente—. Tú causarás la explosión final del curso histórico que acabará con toda esta cultura para siempre y volveremos a la vida en pequeñas comunidades, como quería Bertrand Russell, sin capitalismo, sin comunismo, sin Living la vida loca...

—Chang —el rostro de Ching expresaba el infinito cansancio de quien tiene que convivir todos los días con un chiflado—. Basta. Tienes que trabajar. Si llegan a apagar la llama olímpica, zasss —hizo el gesto de cercenar el cuello—. Estamos acabados. Tú en traje y yo en ojotas. Muertos. ¿Lo entiendes? Tienes que hacer ¿comprendes el chino?

—Hacer —gruñó Chang—. Siempre la praxis. ¿Y la meditación? ¿La teoría?Debo leer. Vete. Tu pelo fucsia me distrae de este libro de Benjamin.

—¿Benjamin? ¿Faltan dos días para que la antorcha olímpica empiece su travesía y tú leyendo a Benjamin? Yo era feliz ¿entiendes? Tomaba, me drogaba, cada tanto hacía shows. Una tarde me desperté y había tres chicas desnudas durmiendo en el piso de mi cuarto. ¿Te imaginás?Espectaculares. Con unas... Como nunca viste. Yo sólo leía en la peluquería, cuando iba a ver a mi colorista. Y ahora, por culpa tuya, sé quién es Walter Benjamin. Y te digo más: lo leí. Y te digo más: no me sirvió para nada. ¡Libros! ¡Siempre libros! ¡Nunca trabajo! ¡Ya me tienes harto, Chang!

—Eres un vil producto posmoderno —dijo Chang con calma—. Leiste a Benjamin. ¿Pero lo entendiste?

—Llevé el libro a la peluquería como me recomendaste y mientras me hacían la iluminación leí un poco, pero el peluquero me hablaba. Ahora olvida a Benjamin y dime ¿qué hacemos con los cientos de activistas que preparan las mangueras y las bombitas de agua para el paso de la llama olímpica? No te olvides: dos días y zaas... —señaló su cuello.

—Púdrete. Eres feo, no tienes tetas y tuve que aguantarte años. La muerte será un consuelo para mí. Extraño la Universidad, mi Wagner, mi pipa de espuma de mar, mis alumnas de veinte años. Deseo volver a casa, donde tengo libros en griego, en lugar de una sola edición berreta china de un libro de Benjamin que leí cincuenta veces y que traduje yo mismo. El arte en la era de la reproductividad técnica. Reproductividad técnica... repro... re...

—¿Qué pasó? ¿te volviste tarado? —dijo Ching.

—No. Reproducción técnica. Benjamin. ¡Lo tengo! —exclamó—. ¡Llama al comando y diles que tengo instrucciones!

—¿No querrás llamarlos de nuevo para pedir pizza, no? —dijo Ching temeroso—. Tengo una salida al dia. Yo te la traigo.

—No, tonto. Los llamaré yo. ¿Eres mi secretario o qué? Toma nota. “Deben hacerse dieciséis antorchas idénticas en todo, indiferenciables, por tanto, en esencia, la misma. Quince harán la travesía, cada una con su correspondiente guardia munida de fósforos. Sólo una de ellas, el molde primigenio, quedará en Beijing, apagada, con una caja de fósforos al lado. Todas valen lo mismo, todas son arte reproducido gracias a la técnica. Todas llevarán la llama olimpica, menos la que permanecerá en todo momento en Beijing. Pueden lograr apagar una, dos, pero no quince. ¿ves? La antorcha de Beijing será oportumante encendida con la llama transportada por las otras.

—¿Y si apagan las quince? —preguntó Ching.

—Y si apagan las quince se usarán los fósforos —explicó práctico—. ¿Has escrito todo?

—Sí —Ching se dejó hacer al piso con la libreta en la mano—. ¿Somos libres, acaso?

—Así es. Somos libres. Yo daré clase y tu cantarás Living la vida loca. Pero canta aquí, en Beijing... China necesita gente como tú.

—¡Por fin dices una palabra amable!

Chang sonrió. Luego se sentó, aún sonriendo abrió el libro de Benjamin y se sumió en la lectura.

Y así fue. Eran dieciséis las antorchas olímpicas. Cuando una fue apagada en París para que no la apagaran, lo hicieron con la tranquilidad de que gracias a la técnica habia quince antorchas más.

—¿Y que fue de Chang y de su fiel secretario ? —pregunté a mi amigo.

—Tal vez Chun Kao haya muerto mientras estaban presos y hayan logrado ser libres. Tal vez Chang haya viajado a Argentina y tenga un autoservicio. Y a propósito ¿leiste a Benjamin?

Y me tuve que conformar con eso.

La trama oculta de los juegos olímpicos, tercera parte

Viene del post anterior
La celda era gris, con paredes mohosas y una minúscula ventana enrejada en una esquina. Los primeros tiempos Chang berreaba y se quejaba, como castigo, la única ventana, ese toldito azul, era tapiada. Tres meses después del encierro, Chang estaba silencioso y dócil como un buen perrito. Había terminado la primer fase de la tortura china.
Ahora venía la segunda.
Una mañana lo mudaron a una moderna celda-oficina, con escritorio, papel y lápiz. Era un avance, pero había también un enorme televisor de plasma encendido. Cuando lo dejaron allí, estaban transmitiendo los festejos del 31 de diciembre del pasado año dos mil. Aburrido. Pronto Chang descubrió con espanto que no sólo no podía cambiar de canal: tampoco podía apagarlo ni bajar el volumen. Era una refinada muestra de la moderna tortura. Mirar y oir era inevitable. El espéctáculo de la más espantosa perversión humana. Toda la maldita humanidad festejando estúpidamente el fin del milenio un año antes.
Fiesta decadente. La gente creía, evidenntemente, que chocaban los planetas... En el Ártico, una pareja se casaba en un templo de hielo. En Egipto, centenares de idiotas disfrazadas de Cleopatra se casaban con otros centenares de idiotas vestidos de faraones. Festejos en Sidney. Festejos en París. En el culo del mundo, bailaba Julio Bocca. Todo parecía más o menos organizado, con mejor o peor gusto.El cerebro estético de Chang se defendía de la tortura analizando las imágenes con un procedimiento sociológico. Su mente lo refugiaba y dos meses después, conviviendo día y noche con el televisor encendido, estaba interesado en nuevos aspectos de las imágenes vistas cientos de veces. ¿Sería posible realizar una ontología de las diferencias culturales a partir de este video? No se daba cuenta, pero ese pensamiento que él creía salvador denotaba los estragos que la refinada tortura causaba a su cerebro.
Sobre todo, lo fascinaban los festejos de Singapur. Si hubiera podido, hubiera detenido la imagen eternamente en el espectáculo. Era el más vulgar, escandalosamente estúpido y decadente de cuántos había visto...
En Singapur, frente a miles de personas, un chino con el pelo fucsia, la mirada extraviada, los brazos tatuados y con una musculosa mugrienta cantaba “Living la vida loca” causando el delirio y la euforia de una multitud. Ese chino era Ching.
Sin saberlo, Ching, cantante pop, que se creyó toda su vida a salvo de cualquier inquietud social y política, él, que nunca había leido un libro o abierto un diario, ahora estaba en los planes inmediatos de un profesor de estética en prisión, cuya mente extraviada confiaba su salvación politica y la perdición del régimen totalitario chino en él y su vida loca.
Porque ahora Chang tenía un idea. Y en esa idea estaba Ching ¿artista pop? ¿ejemplo de decadencia oriental? ¿Adicto en abstinencia de diez minutos arrojado al escenario? ¿La prueba viviente de que nunca debieron cruzarse Oriente y Occidente? A Chang se le ocurrió que era el secretario ideal. Que podría convencer fácilmente a sus captores de que Ching era imprescindible para ayudarlo a proteger la llama olímpica. Pensó (cerebro del mal, inteligencia suprema arrastrada a la venganza por un cautiverio injusto), pensó que Ching traería el fin de la cultura china. Que su pelo fucsia causaría la ruina de Oriente.
¿Desvariaba? Tal vez. Pero convenció a sus captores. Así la inteligencia china procedió a la rápida busca y captura del inocente y por supuesto apolítico Ching.

De modo que un lunes a las siete de la mañana, diez hombres fuertemente armados irrumpieron en perfecto silencio en el departamento de Ching en Singapur, y de su colchón con olor a cerveza lo trasladaron en andas a un camión cerrado, que lo llevó a un maloliente contenedor en el puerto, el cual subieron a un destartalado barco, que dejó al contenedor en Beijing. Todo ese trayecto lo realizó Ching (pelo fusia, calzoncillos del demonio de Tasmania, tatuaje de Sailor Moon en el pecho) completamente dormido.
Despertó en un cuarto blanco después de que le arrojaran diez baldes de agua fría. El baño lo llevó a la realidad. Un chino de traje, flanqueado por dos guardias de corps le recitó una letanía de una hora de la que el pobre Ching apenas entendió que era consagrado por la República Popular China a la noble causa de resguardar la llama olímpica y que toda traición a ese propósito sería castigada con la muerte. Y así lo llevaron frente a Chang, su jefe, que ahora lo contempla satisfecho. Un tatuaje de Sailor Moon era más de lo que esperaba.China y su régimen estaban acabados. Eso creía Chang

continuará el sábado 27 de septiembre