La ficción y sus conflictos en los relatos de George R R Martin
Paula Ruggeri
Había una vez un
autor preocupado por escribir la Gran Novela Americana. Y había una vez un
autor deseoso de crecer y contar más y mejores historias. Ninguno de los dos eludió
los conflictos éticos que plantea ser humanos, pero el segundo de ellos es
quien nos ocupa, aunque es coterráneo del autor de las Grandes Novelas
Americanas, y eso, lógicamente, en un comienzo, siendo un adolescente en los
sesenta, tuvo su importancia.
En la década del ochenta, cuando los Norman Mailer y el Nuevo Periodismo
se hacían viejos sin enterarse, cuando habían logrado imponer un naturalismo
literario que no dudaba en sacrificar a personas reales como inmolaciones
necesarias a una literatura convertida en Minotauro Sagrado, un autor de New
Jersey llamado George, escribía el relato “Retratos de sus hijos”.
Es el cuento de un escritor de ficción que no duda en quebrar el lazo
familiar más profundo para tener una buena historia. Hasta ahí, una historia
como tantas que en nombre de una falsa religión literaria se concretan, incluso
hoy. Pero Martin cuenta lo que no se ve, el inmenso dolor causado, y el vulgar
interés, nada sagrado, que motivó esa violación… Y como fantasmas en la noche,
las creaciones del escritor llegan para enfrentarlo a la realidad.
Detrás de los grandes conflictos narrativos subyacen esos choques entre
la vida y la ética que caracterizan el oficio de ciertos autores. Mientras lo
correcto, lo bueno, lo auténtico, nos sobrevuelan, a ras del piso la vida
cuenta otras historias. Curiosamente, Martin elige ese espacio. La Fantasía,
buena protección para el lector cuando aparece lo cruel, también es un
magnífico terreno de prueba para que un narrador juegue con la construcción de
un imaginario. Y se diferencia de otra fantasía, el modelo devenido de la
historia de caballería, que ignora con artístico desdén el ras del suelo y nos
sigue narrando la vida y la muerte como poesía, épica y no ética. Pero
inevitablemente, el mundo platónico de lo bueno y lo justo entra en colisión
con los deseos y la cultura, y se produce el conflicto.
Y el conflicto es la narración. Principio, nudo y fin. Noción
aristotélica que debemos estar preparados para actualizar, sobre todo porque es
el axioma principal del censor revestido de maestro. Todos conocemos autores
que defienden su único punto de vista como sacerdotes de una religión, que
lleva su propio nombre. Son fenómenos recurrentes, alimentados por la Máquina
de la letra impresa. Pero los que nos nutren, y más importante, trabajan para
nuestro descanso, son inquietos, cambian de escenarios, juegan a tomar variados
puntos de vista en una misma trama, y no se conforman con verse sólo a sí
mismos en el espejo cotidiano de cada mañana.
La fantasía puede ser existencial, puede ser profunda y casi
antropológica, pero difícilmente nos aburra, y el guante con que nos golpea, si
lo hace, tiene esa textura onírica del viejo teatro de Aristóteles, lloraste y
reíste en las gradas, y luego te saludan las Máscaras, repentinamente humanas y
amables, y te dejan bajando del escenario a tierra, despacio, dejando que
coloques esta noche, como cada noche, el señalador en el tomo viejo o nuevo, lo
apoyes en la mesa de luz, y apoyes la cabeza para dormir.
Hay un potente desarrollo dramático en la narrativa de Martin, suelen
ser los personajes, su interior, su definición y sus conflictos, quienes llevan
adelante la trama, y no se escabulle de la crueldad, aun cuando siempre
constituye un riesgo con el lector, pero el Lector, figura genérica que incluye
realidades y subjetividades totalmente diferentes, y hasta idiomas y ciudades
tan lejos de New Jersey cómo, pongamos, Buenos Aires, donde esto se escribe, el
lector lo adoptó, y se llevó los libros de Martin a su casa.
Una frase del novelista argentino Roberto Arlt habla del escritor que
avanza a pura prepotencia del propio trabajo. Es bueno difundirla, ya que a
veces los señores del marketing y sus novelistas desvirtúan hasta el sentido
mismo de la palabra escritor. Es decir, entre los libros que se venden, algunos
están escritos por escritores. Los de Martin, por ejemplo.
Comienzo, conflicto y desenlace, dijo Aristóteles. Pero nada dijo de
prosas hipnóticas, ni de páginas que avanzan como rectas imparables.
Así que tenemos comienzo, y tenemos conflicto, pero el fin no está
claro. Porque el conflicto de Martin continúa, se potencia, echa raíces y crece
como el junco, y entonces, estamos en presencia de la saga personal de George
R. Martin, que toma su primera forma, crece y toma consciencia de sí misma en
estos cuentos.
Muy bueno su artículo. Me gusta mucho, la narración donde se manifiestan puntos de vista variados y en ese espacio, a ras del suelo. Son matices fantásticos, interesantes; aunque también polémicos. Quizás, algunos que se aferran a una narrativa perenne en el tiempo y el espacio de la historia, me dirá que, en mi caso, he escrito una " ensalada" , y tal vez les quepa razón, pero en todo caso seria entonces una ensalada "mixta", semejante a la técnica mixta que aplico en algunas obras artísticas. Además, aun para eso también hay que hacerlo con arte. ¡Felicitaciones, por su forma de comunicar! Mis saludos y respetos
ResponderEliminarEstimado Sergio, muchas gracias por su lectura, su interpretación y su comentario.
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