Yo no sé, hombre o dios
Como no irme entre tus brazos
como no derretir entre las hojas
La dulce corola de la rosa
Este poema de cuatro versos lo escribí la única noche en que viví la nieve en Buenos Aires (entre otros hechizos de esa noche). Se creía que esta noche fría de invierno caería nieve, pero es una creencia equivocada, es una noche más.
Una noche más escuchando una televisión cercana recitando no poemas sino cifras de contagio, una noche más de la pandemia, en la que aún puede haber hechizos, por qué no. Tengo un libro de Ovidio al costado de la cama.
Creo en la magia que se puede hacer con los labios. Tengo sus evidencias científicas.
Por eso ruego que allí dónde estés, nuestro lar Ovidio (los lares eran divinidades en la vieja Roma), derrame un poco de esa copa de vino que tiene en sus manos y encuentres un tomo del Ars Amandi junto a tu cama, esta noche.
Hermoso el poema y muy apropiada la explicación.
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