lunes, 18 de noviembre de 2013

Los veinte metros más largos de mi vida

"Dios, què sòlo se la lleve para venderla como hija"-rogaba mi cerebro mientras mis piernas corrían y mis brazos empujaban gente a diestra y siniestra, tratando de llegar a esa sombra celeste que aparecìa y desaparecía entre decenas de piernas apuradas que iban en un sentido o en otro...
Mi hermosa hija de tres años estaba siempre de mi mano.
Fue sólo soltarla diez segundos para pagar en ese inmenso supermercado, frente a la Plaza Constitución.
Cuando vì que no estaba, me imaginè el peor escenario, no se perdió sola, alguien se la llevò...
Me acerquè al gran frente vidriado del supermercado, recorriéndolo, y la vi, de la mano de ese hombre de campera marròn, a ella con su campera celeste con capucha...
Y así me encuentro en mi pasado una y otra vez, corriendo y empujando a toda a esa gente, llegando y pegándole tres patadas a ese hombre, alzando a mi hija , apretándola contra el corazòn...
y sintiendo los deseos homicidas màs fuertes y terribles que sentí en mi vida... 
-No te mato con las manos-le grité- porque no la voy a soltar otra vez...
Y ese hombre, esa sombra presente de la muerte del alma, se alejaba riéndose, sabiéndose impune...

1 comentario:

  1. Respuesta digna de una madre espartana...por lo valerosa! Ah...valor supremo es el Amor! Me estremece leerte.

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