"Dios, què sòlo se la lleve para venderla como hija"-rogaba mi cerebro mientras mis piernas corrían y mis brazos empujaban gente a diestra y siniestra, tratando de llegar a esa sombra celeste que aparecìa y desaparecía entre decenas de piernas apuradas que iban en un sentido o en otro...
Mi hermosa hija de tres años estaba siempre de mi mano.
Fue sólo soltarla diez segundos para pagar en ese inmenso supermercado, frente a la Plaza Constitución.
Cuando vì que no estaba, me imaginè el peor escenario, no se perdió sola, alguien se la llevò...
Me acerquè al gran frente vidriado del supermercado, recorriéndolo, y la vi, de la mano de ese hombre de campera marròn, a ella con su campera celeste con capucha...
Y así me encuentro en mi pasado una y otra vez, corriendo y empujando a toda a esa gente, llegando y pegándole tres patadas a ese hombre, alzando a mi hija , apretándola contra el corazòn...
y sintiendo los deseos homicidas màs fuertes y terribles que sentí en mi vida...
-No te mato con las manos-le grité- porque no la voy a soltar otra vez...
Y ese hombre, esa sombra presente de la muerte del alma, se alejaba riéndose, sabiéndose impune...
Respuesta digna de una madre espartana...por lo valerosa! Ah...valor supremo es el Amor! Me estremece leerte.
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