viernes, 13 de marzo de 2009

Defensa gremial de Helena

A Gorgias, en recuerdo de tantas cervezas que nos tomamos juntos, riéndonos de esa manga de giles que no nos lee. Brindemos, esta vez con vino Soy Cuyano, que es como la cicuta, pero sabe peor. Porque se jodan.

Ah, Helena. Qué dirías viendo que por fin una colega te hace la defensa. La verdad que era hora que te defendiera el gremio. Siempre la ciega ingratitud. Todos esos poetas apostando siempre a lo más fácil, hasta Ronsard, a quien creíamos un tipo original. Todas esas amas de casa y esposas honradas que gastaban sus energías y sus lenguas odiándote, como si vos y yo no supiéramos que las energías y la lengua tienen fines más preciosos y nobles. Y ese entorno de mediocres. Paris, un inútil. Héctor, casado, lo cual no es nada, lo peor es que era honrado. Andrómaca, tan buena esposa que da asco. Como si el adulterio no fuera imprescindible a la lucha por la liberación de la clase más oprimida: la gente casada. No, ningún revolucionario lo ha sido tanto como para decirlo: ésa es la clase más oprimida, bajo el yugo más detestable. Cobardes morales. Revolucionarios de cuarta. Y además, cornudos.
Por eso te defiendo yo, apasionadamente. No me detengo en tus motivaciones, Gorgias, que es todo un caballero, ya lo hizo. No importa que seas bella, salvo porque la propia belleza es una herida que los años cicatrizan y la muerte acaba por curar. Y luego la memoria de los hombres, los poetas, la abren para que sangre nuevamente, acusándote mil veces, como si la belleza la eligiera la que la posee y no el que la ve. Como si no fueran los hombres los que hacen de una simple mujer una mujer bella. Como si Paris y vos, Helena, no se hubieran hecho presa mutuamente y como si el amor no lo fuera todo. Y además, como si todo esto no hubiera sido, cuando no, por una puta manzana.
Y ahora, querida Helena, viene mi única acusación y es que si una mujer vive con la convicción de que el amor lo es todo, sólo ella debe morir por ello.
Pero todos sabemos, Helena, y por eso esta acusación no es grave, que si vos no moriste por ello, sino porque qué remedio, hay que morirse alguna vez, los que si pelearon, sangraron y murieron no lo hicieron por vos sino por sus propias pasiones que no eran el amor, sino el odio, la venganza, el honor y otras menos interesantes todavía.
Y en cuanto a morir con la convicción de que el amor lo es todo, no lo recomiendo. El amor y la muerte no se llevan bien. A menos que pensemos, Helena, que fue Muerte la que te entrego a nosotros, los Poetas.

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