martes, 6 de mayo de 2008

De crueles reales y provocadores de cartón pintado

Hoy me encuentro leyendo diarios y revistas y gracias a ellos descubro que los blogs recomendados por los grandes medios son aquellos en que una persona busca novia o novio y cuenta sus citas y peripecias con gran éxito de público. Bueno, supongo que los que están leyendo esto buscan otra cosa. Quiero decir que tal vez están hartos de esa especie que denomino provocadores de cartón pintado. Que hacen lo que hacen justamente porque no provocan a nadie ni a nada. Pero otros provocadores, ya no autores de blogs sino profesionales, tampoco lo hacen. Siguiendo esta línea de pensamiento, encuentro que algunas groserías, sino la inmensa mayoría de ellas, no desafían al poder sino que ayudan a definirlo. El poder y sus abusos son groseros y la mayor parte de las groserías son expresiones de esos abusos y esas violencias. O sea, son perfectamente coherentes con una sociedad donde ocurren distintos tipos de violencias y las estúpidas violencias verbales sólo las expresan, en claro acuerdo y aprobación de esa realidad. Por eso, los supuestos provocadores están en los grandes medios de comunicación y lo único que provocan es el horror, el horror, a quienes creímos que hacer humor ignorando a Moliére era imposible, o a quienes nos extrañamos de que a distinta hora y por el mismo canal, se aliente al violador y se denuncie la violación.
Entre horrores diversos y con matices, hay un cierto periodismo televisado que me espanta. Es aquel que se erige valientemente en juez y verdugo, abandonando toda anticuada pretensión de objetividad, para increpar, en un linchamiento proverbial, al funcionario al que le toque. Recordemos que el estado de derecho implica que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Meditemos acerca de cuán válidos son los métodos de prueba, obligados para su exhibición televisiva a ser superficiales, de los periodistas, hoy llamados noteros. El espectáculo de la justicia por mano propia fascina y lleva al aplauso a mucha gente, en una sociedad que tantas veces justificó el ajusticiamiento por fuera del estado de derecho. Pero cuando se trata de políticos... todo recurso es válido. Hasta el linchamiento.
Políticos: una expresión que el periodismo televisivo usa para descalificar. "La perversa política ensució los sanos Juegos Olímpicos", declamaba un idiota por uno de los canales más vistos del país. Cualquier vocero de la dictadura militar hubiera dicho los mismo durante el sano Mundial del 78. La profesión de político, igualada a la delicuencia por tantos sectores que hasta disfrazan su fascismo (tosco, embrionario, todavía informe) de reclamo justo.
Por cierto, estos periodistas o noteros, son valientes y corajudos e independientes a más no poder cuando se trata de funcionarios, políticos, representantes del Estado nacional. Se vuelven repentinamente silenciosos, serviles y acomodaticios cuando se trata de grandes intereses económicos. Toda su profesionalidad periodística se va al carajo cuando la empresa que les paga el sueldo se ve afectada en sus intereses. Entonces, los vemos incurrir en una mediocridad que pasma. La de un empleado que quiere seguir cobrando. Y el riesgo, la emoción y la aventura del periodismo son repentinamente olvidados.
Y la crueldad de estos empleados cuando se vuelcan al supuesto humor. Cuando exhiben en un programa humorístico, por ejemplo, a un hombre alcoholizado al que detiene la policía conduciendo. Su índice de alcoholemia es altísimo. El hombre devaría, discute, delira. La imagen es repetida hasta el hartazgo. Los conductores ríen y el público ríe. Detras de esto, hay una vida, tal vez varias, arruinadas para siempre. Tal vez haya un hijo, un nieto, martirizado en la escuela. Tal vez una esposa que no se atreve a ir a la oficina. Tal vez haya una familia, que ahora, mientras yo escribo estas líneas, llora y sufre. Pero es tan fácil vestir la crueldad de inteligencia y el sadismo más atávico y violento, de justicia y es tan fácil reir de la enfermedad y de la debilidad del otro.
Aunque no para todos. Eso es para los crueles reales y los provocadores de cartón pintado cuya provocación es solamente un eco de violencia, una complicidad con el que discrimina, una multiplicacion masiva de la agresión por un medio tecnológico, que aún no ha sido catalogada como crimen. Que sólo provoca tristeza en quienes comprenden su naturaleza. Dante, que si era un provocador, los hubiera incluido en su infierno.
Creo que una de las desgracias del nuevo siglo es tener que añadir un círculo al infierno de Dante. En el clásico, esta gente no cabe.

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