lunes, 16 de septiembre de 2024

Sobre el Cielo, tal vez el Infierno

Escribí este prólogo para un libro de poemas que espero esté próximo.Lo acompaño con dos poemas.

PRÖLOGO

 En 1979 yo era una niña de nueve años y muchas preguntas. Normalmente, las niñas las tienen. Mis padres me enviaban por las mañanas a una iglesia de aspecto medieval en la avenida Las Heras. Una de esas mañanas la catequista quiso dar su visión del Infierno.

“No es de fuego, dijo. El infierno es no ver a Dios”.

Razoné entonces lo siguiente: No vemos a Dios, por lo tanto, estamos en el Infierno. Y si no hay diferencia entre esta vida y el infierno, ¿por qué deberíamos temerlo?

Lo complicado es que además de razonarlo lo dije.

Obtuve un efecto inmediato. Corrí en consecuencia. por los pasillos y las escaleras de la iglesia delante de una turba de niñas angelicales.

Esa es la anécdota, el comienzo de una búsqueda intensa, una larga disquisición en verso sobre el Infierno y su opuesto o bien su fiel compañero, el Cielo.

Estos poemas dan cuenta de esa búsqueda, en lecturas que van de Dante a Aubrey Beardsley, de Coleridge a Delmira Agustini y en muchas horas, nocturnas las más veces, escribiendo en cuadernos de espiral.

Algunos de estos poemas fueron escritos en Barrio Samoré, otros en escritorios de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Dos lugares que tienen un poco de Cielo y otro poco de Infierno.

Por último, quiero agradecer profundamente a mis hijos, Dani y Ger, por tantos años de compañía y aliento a su madre poeta.

Este libro va a dedicado a Luis Pestarini, mi compañero.

 

 

 

En las cálidas noches

 

En las cálidas noches de verano

Me quiebro sobre tu sombra

Y te entrego mis labios

Me pareces el Oriente

En las cálidas noches de verano

Me pareces dorado

Yo desmayo durante esas noches

Y juro mi amor a Baco

En las cálidas noches de verano

Yo me curvo y como las flores

Me quiebro rápido

Y soy el fruto que palpita en tu boca

Y me abro como un río

Que corre sin descanso

Y grito como la rompiente

En las cálidas noches de verano

Yo te tengo en mi seno y mi garganta

Es puro limo dorado

 

 

En las cálidas noches de verano

Soy como la corriente del arroyo

Soy como la hierba húmeda

Soy puro limo dorado

 

 

Conjuro secreto

 

Si una voz te dijera

lo que al viento susurro

que suaves mis manos

te esperan allí

donde mora el ensueño

y el secreto conjuro

en ardiente promesa

te entregara a mí

 

Si yo te dijera

que ayer por la noche

soñaba despierta

Que tu reina fui

Y que empuñé tu cetro

para hacerlo mío

Y abriendo mis labios

tu espada me hundí

 

Si yo te ofreciera

Mi sangre en mis sueños

Arrojada y desnuda te dijera:

Bébeme

Y luego desmayara,

Amor y duelo, gloria de una noche:

Traspásame

Al dios le duele el amor secreto,

Roza con su espíritu de llama

Mis piernas que te abrazan en sueños

Y de fuego viste mi corazón

El fuego que gime en mis versos

La Antorcha divina

Que robó Prometeo

 

Este lento conjuro

Te beberá entero

 

 


 

viernes, 10 de mayo de 2024

Una esquina de Pompeya, una tarde de lluvia

 En esa esquina hay una de las (pocas) oficinas con que una compañía de celulares, que ni pienso mencionar, se digna recibir las pacientes quejas de sus clientes. Digo pacientes quejas porque sí hace falta paciencia, en esa larga fila bajo la lluvia. Hay un techo breve así que nos apiñamos allí, bajo el techito. La que no tiene abrigo en la lluvia es una vendedora de jabón para la ropa. Tampoco se pueden cubrir un vendedor de colonias para hombre y mujer (la lluvia me trae el perfume, bueno y honesto) y un vendedor de tortillas, cubiertas con un plástico, que también dan un aroma muy tentador bajo el frío y la lluvia.

La joven vendedora tiene algo fascinante, un modo de hablar muy fuerte y de intercambiar bromas con sus colegas, que recuerda la Eliza de Pigmalión. El personaje delicioso de la florista que interpreta Audrey Hepburn en el cine, pero que también representa la visión de la sociedad de clases del genial Bernard Shaw.

La palabra es "frescura". Pero con todo y con su frescura, ella está en plena lucha por la vida, como diría H. G. Wells, porque hoy se me da por citar a socialistas fabianos.

Un hombre pasa, la mira y le grita:

-¡Se me hace agua la boca!

Ella contesta con otro grito.

-¡ Se me hace agua la boca cuando veo a tu mujer!

Sí, es la Eliza de Shaw, en el  siglo XXI.

En el interior del local la lucha por la vida continúa, con vendedoras y técnicas trabajando en un espacio muy pequeño e incómodo, poniéndole color a un trabajo difícil, al borde de indigno, con tazas coloridas y las llamadas frases motivadoras. Y mientras atienden, a mí por ejemplo, suspiran por las tortillas que venden afuera, cuyo aroma penetrante, a las seis de la tarde, inunda los pequeños boxes de las empleadas.

Al salir, Eliza sigue ahí, haciendo frente con sus bidones de jabón a la vida, a la lluvia, a los lobos que caminan por la vereda.


martes, 9 de abril de 2024

El pequeño diccionario mandarín- español


 El Francisco Morazán era en esa época (año 1983) un hermoso colegio pequeño, las aulas, que daban a un patio interior, tenían ventanas por las que se filtraba la lluvia cuando había tormenta, esas ventanas tenían cortinas coloridas realizadas a mano por la portera. Esa mujer y su hija joven además se ocupaban de la merienda: preparaban leche con cacao para todo el alumnado y la servían con cucharón en vasitos de plástico, desde una gran olla color cobre.

Mis recuerdos del Morazán son agridulces, no me digan que la infancia es feliz, ¡yo la he vivido! (Es una versión muy libre de la famosa frase de André Breton sobre los veinte años.)

Un día llegó Li a la escuela. Era una chica taiwanesa de doce años, pelo corto y muy pocas palabras en español. La maestra, Susana, en seguida supo que hacer pedagógicamente: la hizo sentar a mi lado y me indicó que le enseñara el idioma.

Me lo tomé en serio. Li con su sonrisa, su agilidad en los deportes (era la más veloz en la clase de gimnasia) y su confianza en mí casi instintiva hizo el milagro: aprendí chino básico.

Sólo recuerdo algunos insultos, aunque llegué a asistir a unas clases de idioma chino (destinadas a hijos de padres taiwaneses pero nacidos en Argentina). Los padres de Li y Li misma consiguieron que fuera admitida por unas clases.

Senchimpig, loco. Pentam, tonto. Y poco más recuerdo, salvo la palabra hermana: Tche.

Li me enseñaba mientras yo le enseñaba. Estábamos en su casa, en una habitación interior de un supermercado, donde había que quitarse los zapatos al entrar. No conseguía enseñarle (Yo tenía doce años como ella) hasta que salió de la pieza y volvió a los pocos minutos con un pequeño libro de tapas negras.

Era un diccionario mandarín-español.

Era entretenido. Ella buscaba la palabra en chino, yo le mostraba la equivalente en español. Parece engorroso, pero no lo era. A veces era al revés, yo buscaba la palabra en español, Li la traducía al chino. Li era (es) una chica muy inteligente. Muy pronto avanzó tanto que el viejo diccionario quedó en un rincón de su pieza.

Hace poco hablamos por teléfono. Por cierto, su español es perfecto. Me contó que es docente desde hace muchos años y que cuando le preguntan cómo aprendió el español, cuenta la historia de su amiga y el viejo diccionario.

 

 


martes, 26 de diciembre de 2023

Poesía dispersa. Paula Ruggeri


 

 TORRENTE DE ROSAS

 

Rendido y violento y suave y mío

 Yo soy copa en que vertís dulce vino

 

 Alma viajera en barco sin velas

Capitán extraño que en tal mar navegas

 

Tu sueño viaja entre estelas eternas

Que noche te guarde y día te beba

 

Rocen ya tus labios altares divinos

Bébase la noche tu lento suspiro

 

Como yo lo bebo.

Derramas la vida cual si fuera fuego

 

Dulce que es el hombre

Como yo lo sueño

 

Navegando fuerte por el río abierto

Torrente de rosas, de rosas sin dueño

 

Hombre derramado, derramada savia

Dormí en la luna de más blanda agua

 

Derramado fuego, guerra derramada

El más dulce beso que nunca diera espada

 

 

Tormenta embriagada en un mar tibio

Y en mí te llueves en oro y en limo

 

Como yo te lluevo

Bendito mi vientre que cobija tu sueño

 

 

LA VIDA QUE DEBO

 

Te bebo despacio, te bebo suave

Te bebo furiosa, violenta

Te bebo sofocada, te bebo exánime

Te bebo con ardor valiente

Te bebo con debilidad cobarde

Te bebo tibia, pacíficamente

Tengo la vida para beberte

Te bebo con prisa, te bebo lenta

Te bebo dormida, te bebo despierta

Lenta viene la tierra a soñarme muerta

Y yo sola sueño en la rosa abierta

Lenta viene la noche a ocultar mi ruego

Ruego desnudo ante cielo abierto

Lentos rugen los mares, pidiendo mi cuerpo

Y lenta naufrago en barca sin dueño

Lentas son las deudas que deben pagarse

Y mientras muerte sueña conmigo

Yo sueño tenerte

La vida que debo es para beberte

 

CAUTIVA

 

Vive en mis sueños

Un hombre moreno

De boca cruel

 

Amante de noches

De dulces heridas

De palabra de hiel

 

Yo cuanto quisiera

Ponerle cadenas

Al hombre que fue

 

En noche sin luna

En la selva oscura

Un lobo cruel

 

Una de estas noches

Corsario temible

Pudiera pasar

 

Que suave y sumisa

Tan dulce cautiva

Te pueda matar

 

Ahora sonríes, hombre que eres

Mas que hombre, un lobo

¿Qué puedes temer?

 

De tan indefensa

Tan endeble presa

Una triste mujer

 

No me encolerices

Corsario de los mares

Por lejano que estés

 

Tal vez no sonrieras

Si en mi pensamiento

Supieras leer

 

Que llega tan lejos

Que el más veloz navío

No huye de él

 

 Yo no necesito ser fuerte

Ni temible ni lobo cruel

Yo soy mujer

 

 

AL FRUTO DE TU VIENTRE

 

Parirás con dolor

Parirás sola

Parirás en la noche oscura

Parirás en la noche sin luna

Darás en tu muerte la vida

Darás otra vida a la muerte

Tus muslos cubiertos de sangre

No les cantará el poeta ni besará el amante

Les cantaré yo: barro de la vida

Rojo y fértil, diluvio

De dolor, amor y soledad

Barro de la vida

Rojo y fértil y llorando

Ningún héroe orgulloso de derramar sangre

Recuerda esa sangre en la taberna

 

En la taberna, los héroes

Recuerdan cada sangre derramada

Salvo esa. En el hogar una mujer decente

Ignora que ser decente es puro azar

Azar la fealdad y la riqueza

Azar la belleza y la pobreza

Azar la idiotez y la decencia

Azar es ser señora y azar ser hembra

 

Así que parirás con dolor

Parirás sola

Parirás en la noche oscura

Y tu belleza ocultará la luna

Y no le cantará ningún poeta

Al barro y a la sangre de tus muslos

A tu dolor infinito y soledad

Al fruto de tu vientre

Le cantará otra hembra

 

Loada seas

 

BOLERO

 

Acuérdate de esas noches

Amor que he tenido

Y perdido en el alba

Las sombras de nuestras voces

Del llanto y del goce

Por él amadas

Por este mi caro sueño

Yo me uní contigo

En la tierra y las aguas

Tú sabes que yo no miento

Si digo que soñé esa noche

Que un sueño me amara

Tus manos que me han dejado

La marca del hombre

Que ayer me dejara

Mi llanto que ayer muriera

Cuando entre tus brazos

Se iba mi alma

Acuérdate que esa noche

Yo cante este sueño

Que perdí en el alba

Únete a mí en el sueño

 

Pues a tu vida toda yo la soñara

Deja que muera el sueño

Que yo haré entre mis versos

 

La prisión del hombre

que yo soñara

Si es que el lleva tu nombre

 

Tú no puedes saberlo pues eres sueño

Que ayer soñara

 

 

sábado, 9 de diciembre de 2023

Omar Dianese, la poesía en el alma

 

Omar era un narrador de las líneas cálidas y sin prisa, un cuenta cuentos con humor y melancolía. Lo conocí hace unos años cuando yo estaba en el trajín de publicar mi novela La mujer prohibida. Entonces paseaba por las redes cuando encontré un perfil misterioso, Remo Erdosain, dónde un hombre (por entonces, un enigma) publicaba unos microrrelatos llenos del vaho de los bares porteños y fantasmas de Buenos Aires.

Lo empecé a comentar, primero a Remo Erdosain y pronto a Omar Dianese, cuando se dio a conocer.

Un día le dije en un estudio de radio dónde me iba a entrevistar (porque era un hombre de radio), “Omar, vos sos como esos enmascarados del folletín”. Le gustó. Escribilo, me dijo.

Tuvo la generosidad de leerme y con inteligencia llamaba a mi personaje Rebeca “la pseudo francesa” Rebeca es un personaje de mi novela La mujer prohibida, que a Omar le había gustado.

Sociólogo, docente, era amigo de Horacio González y ese era otro punto de contacto, porque Horacio me publicó un libro.

Ahora pienso que estarán conversando en algún bar del Universo.

Omar escribió microrrelatos llenos de nostalgia, siempre entre lo que se fue y lo que permanece, tratando a los sueños como realidad y a la realidad como sueños.

Su hermoso libro Intermitencias entre los que es y lo soñado, publicado por Editorial Nueva Generación empieza contando que él, Omar nació en mil novecientos cincuenta y ocho, de puro linaje boquense.

“La Boca. Una República en el extremo sur de una ciudad amnésica.” Tal vez lo boquense ha sido el aliento de su mirada de cuentista.

No lo sé, pero lo adivino.

Despido al amigo, al escritor, al viajero de los bares de Buenos Aires, al abuelo orgulloso.

Ya nos veremos, Omar, en un bar de la calle Defensa con un café y un libro en la mesa.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Borges y su biblioteca


Por Paula Ruggeri

Un sello en el canto (con excepción de aquellos libros con cantos dorados), un sello en la portada, y el mismo sello redondo cada cien páginas. Hasta, finalmente, sellar la última hoja.

Llegué a trabajar en la Biblioteca Nacional a los veinticuatro años, en 1995 y mi carrera laboral comenzaba así: la jefa de Procesos Técnicos de Libros, Beatriz (un nombre dantesco), me había asignado al puesto de sellado.

El trabajo resultó una mezcla de humillación y magia. Cada caja de libros que abría resultaba una sorpresa, el Quijote hubiera encontrado allí muchas novelas pastoriles.

Había libros de toda clase: filosofía, física, historia, relatos atrapantes. Recuerdo casi con amor una primera edición de A Tale of Two Cities, de Charles Dickens. Por supuesto, en su portada decía BOZ en grandes letras. (Boz era el seudónimo con el que Dickens se hizo famoso).  

Estaba dispuesta a mirar con curiosidad cada uno de esos libros, lo que me trajo algunos problemas y muchas maravillas. Probablemente por eso, al abrir una caja de libros para sellar, descubrí una anotación a mano, con letra pequeña y apretada, que decía claramente: Jorge Luis Borges, y añadía “Adrogué , 1941”. A ese libro siguieron otros más, con las mismas características, libros ingleses de Penguin Books, libros a veces alemanes, a veces italianos. Dante, pero también Rudolf Steiner. Con la prolija y pequeña letra de Jorge Luis Borges.

Hablé con Beatriz, pero a pesar de mis argumentos, tomó la polémica decisión de ingresar los libros al Depósito general, catalogados sin ninguna seña distintiva que permitiera rescatarlos y ubicados de forma desordenada y dispar.

Cuando esos libros hubieron cumplido el circuito hacia el olvido decretado por la bibliotecaria, tomé la decisión de realizar una pesquisa en la base de datos de Procesos Técnicos, buscando por editorial, idioma, año de edición.

Realicé así una lista de libros. Le mostré uno de los libros a un funcionario más alto, quien sugirió que podía tratarse de una broma. O sea, que alguien se había divertido imitando la letra de Jorge Luis Borges. En más de cincuenta libros (hasta ese momento, había ubicado a unos cincuenta).

Entonces elevé una nota al director, Héctor Yánover.

La nota la tengo a mi lado en una de sus tantas copias. Se la alcancé sin firma. Beatriz podía ponerse muy dantesca a veces y no era conveniente que supiera que yo seguía detrás de esos libros. A continuación la nota de 1995.

COLECCIÓN JORGE LUIS BORGES

NECESIDAD DE SU FORMACIÓN

 

 

No es una circunstancia común aquella que nos coloca en la posición de poseer parte de la biblioteca de uno de los escritores más importantes del siglo veinte, y guardar aquellos ejemplares que estudió en el período de su formación como escritor. Las bibliotecas personales de los escritores han sido siempre útiles a la hora de analizar su obra. Como ejemplo de esto, podemos recordar que las Lecciones de literatura de Vladimir Nabokov fueron enriquecidas luego de su muerte con las notas, a veces desordenadas y dispersas, que el propio Nabokov realizó en los márgenes de su edición del Quijote, y que éstas son estudiadas por universidades de todo el mundo.

                Jorge Luis Borges alude en toda su obra a Dante Alighieri; la Biblioteca Nacional posee el ejemplar de La Divina Comedia con el que realizó sus primeras lecturas y sus primeros comentarios.

                Entre 1968 y 1973, Jorge Luis Borges donó 156 libros. Muchos de ellos son libros que le enviaban autores noveles y antiguos alumnos admiradores de su profesor, otros son ediciones de su propia obra, más hay un porcentaje llamativo de libros que formaron parte de su propia biblioteca, y de cuyo estudio son prueba los trazos inconfundibles de su puño. El motivo por el cual los donó permanecerá para nosotros incierto, pero tal vez no sea equivocado pensar que quiso que esos ejemplares y esos comentarios nos fueran útiles hoy a nosotros, y no es descabellado pensar que ellos contienen una Cifra o un conjuro: tratándose de Borges, podemos abrigar esa seguridad.

                En términos puramente literarios o metafísicos (y como es sabido el universo borgeano impide establecer una diferencia entre la metafísica y la literatura), para hallar la Cifra o interpretar el sentido exacto del conjuro precisamos de todas las piezas del enigma y de todos los términos del silogismo.

                En términos bibliotecarios, se impone la creación de una colección, formada por todos esos ejemplares comentados, cuyo resguardo en el tesoro de la Biblioteca garantice su disposición a los investigadores y estudiosos de la obra y la personalidad de Borges.

 

Yo quería convencer, como es notorio, a quienes podían tomar una decisión en resguardo de los libros, para eso están las bibliotecas.

Yánover me buscó en la oficina de Procesos Técnicos de Libros, me reprendió por no haber dejado mi firma al fin del proyecto.

Luego se encerró en la oficina con Beatriz.

Cuando el director se fue, Beatriz ordenó que no me permitieran el acceso a las computadoras.

Los libros continuaron dispersos.

 

Luego asumió el director Oscar Sbarra Mitre , y  solicité una entrevista. Pude hablarle del tema, pero los libros continuaron dispersos y perdidos.

Me fui de la Biblioteca Nacional, como era previsible, en octubre de 1999. Sin embargo, seguí insistiendo con la necesidad de formar la colección y de una búsqueda sistemática.

Lo que sigue empieza a ser monótono.

Con mi compañero, Luis, estuvimos tipeando durante una madrugada invernal de 2000 una lista de ubicaciones de los libros anotados que parecía no terminar nunca. Como ya dije, yo no trabajaba para la Biblioteca, pero eso importaba poco en ese momento.  En 2001 logré alcanzarle esta lista de los libros a Josefina Delgado. Delgado los hizo buscar e ingresar a la Sala del Tesoro.

En 2003 redacto una breve carta al diario La Nación, pidiendo una búsqueda sistemática, luego de esto me contactó la escritora y amiga de Borges, Betina Edelberg, y recibo una comunicación telefónica de Horacio Salas, el entonces director de la Biblioteca.

La amistad de Betina resultó uno de esos hechos maravillosos que me trajeron estos libros, su hermosa casa en la avenida Quintana, sus hospitalarias tazas de café que acompañaron largas charlas, sus sabios y pertinentes consejos… su biblioteca.

La biblioteca de Betina contenía unas Mil y una noches en alemán, anotadas por Borges y obsequio de él, que ella me dejó observar a gusto. Sobre un mueble, en una esquina del luminoso living, tenía un reloj de arena. Ese reloj de arena, me explicó, había sido objeto de juegos con Borges.

—Tómelo —me dijo—, puede jugar con él.

Así lo hice, frente a la sonrisa de Betina, jugué con el reloj de arena y lo devolví respetuosamente a su lugar.

Aún vi algunas veces más a Betina, y tuvimos varias charlas por teléfono.

 

Cuando retorné a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (por unos años) en agosto de 2006, durante la gestión de Horacio González, encontré a la colección Jorge Luis Borges encaminada de la mano de Laura Rosato y Germán Álvarez. Con ellos y con el apoyo institucional que yo no tuve, la colección creció y tras una búsqueda sistemática, fueron hallados 700 volúmenes anotados por Jorge Luis.

Hace unos pocos días se inauguró el Centro de Estudios Jorge Luis Borges, que contiene la colección; hace dos meses se publicó el libro de Patricio Zunini, Borges en la biblioteca.

El Centro de Estudios es un gran logro principalmente de Rosato y Álvarez y de los funcionarios que supieron ver el potencial de este descubrimiento.

El libro Borges en la biblioteca es un brillante relato-pesquisa que da nueva luz a la biografía borgeana y descubre nuevos hechos en una lúcida investigación. Patricio Zunini, entre muchas páginas interesantes, menciona mi trabajo en las páginas referidas a Agüero 2502. Donde para mí empezó esta historia.

Esta historia que contiene pesquisas, ogros, nombres dantescos, personajes codiciosos, libros manuscritos por una poderosa mano, así, nada y todo le falta a mi relato para ser literatura.

martes, 29 de noviembre de 2022

Las críticas del Dr. Jonson

 Reconozco que sin los críticos los escritores no somos nada. Sin ellos no habría estímulo y a pesar de algún best seller un tanto tieso que dice que el escritor que no quiere vender libros miente, la realidad es que la preparación de un escritor requiere muchos años de escribir en que no vende nada, ni puede hacerlo, porque se está formando. Cosa que el best seller al que aludo no ve porque usualmente le ofrecieron escribir un libro cuando era un periodista de televisión o el conductor de un programa radial y se puso a escribir con esa preparación. Esos son los best sellers que duermen años y décadas en los estantes de las grandes bibliotecas, con el polvo que deja la indiferencia de los lectores, libros en los que tres o cuatros milímetros de polvo, significan años sin que nadie toque sus lomos, en esos gigantescos cementerios de la vanidad con foto en el diario. Pero esto es una digresión. Lo que quería decir es que mientras una se forma, sin pensar en el éxito comercial, piensa en el crítico. Instintivamente, todo autor sabe que el crítico es esa persona que justifica su labor. El autor sabe que escribe para el velorio, que él y su libro un día van a estar ahí en un aula sin abrir la boca cosida a la fuerza por la fatalidad, pero con unas ganas de hablar terribles . Se muere de ganas de decir todo pero no puede, se murió hace quinientos años. Y exactamente como en los velorios, están todos opinando sobre él, diciendo lo bueno que era, pero sin dejar de notar todos sus defectos. Son ellos, los críticos, los que dan sentido a nuestra obra: es que nosotros tenemos que escribir versos inútiles para que ellos escriban cosas que de verdad tengan sentido. Es más: si ellos no nos explican, va a parecer que todo lo que escribimos se entiende y eso es muy malo. Uno empieza a leer a Dante con un crítico anticuado, por ejemplo, un tal De Sanctis. El tal De Sanctis, italiano que vivió creo en el siglo XIX, parece genial hasta que viene alguien trayendo un libro de Benedetto Crocce y te lo da con una palmadita en la espalda. Ese otro crítico italiano, un poco más reciente, nos demuestra sin lugar a dudas que De Sanctis es un idiota. Y después lees a otro fulano que te demuestra que Crocce no entiende nada de nada. Mientras tanto y aunque no lo parezca, los versos de Dante permanecen igual. "La meretriz mira con sus ojos putos" Lo miraba con los putos ojos cuando empecé a leer a De Sanctis y lo sigue mirando con los putos ojos ahora también. Lo constato cada tanto. Cada vez que vas avanzando en tus lecturas críticas, abrís el Dante en la misma página y consternada ves que sigue diciendo lo mismo. Bueno, la cuestión es que el crítico que más admiro no es De Sanctis, ni Crocce, ni Harold Bloom, ni ninguno de esos viejos borrachines: yo tengo mi propio Viejo Borrachín: el doctor en pediatría Jonson Porboswell.

 Vive en un bar de Lugano. Nadie lo vio nunca fuera del bar. Ejerció la medicina cuarenta años, cuando se jubiló se dedicó a su gran pasión: la crítica literaria. La crítica en él es el arte de la imaginación: él y su ginebra inventan el marco teórico, el enfoque y la genética literaria de cada texto, pero lleva el asunto más lejos todavía: te inventa el autor o autora, la fecha de su nacimiento y de su muerte, su contexto histórico y sus controversias en vida, sus romances, su sexualidad, no deja detalle librado al azar. Y todo eso, a cambio de una ginebra. Que compraran los vinateros, se pregunta una. El sábado que viene prometo ir, ya que hace tiempo que no lo hago y tirarle un poema cualquiera mientras pido la peor ginebra, que es la única que venden en ese bar, a ver que sale. Y les prometo que voy a compartirlo con ustedes. El viejo Jonson es imperdible.

 

Hoy fue una mañana fría y lluviosa, poco apropiada para la poesía, pero tenía una deuda, con ustedes y con el Dr. Jonson, al que le debía una botella de ginebra. Así que escribí un poema horrible, cosa que nunca lleva esfuerzo así que no me agradezcan. Simplemente se trataba de ver cómo funciona la mejor cabeza crítica de la Argentina.
No es un catedrático. No fue nunca a Filosofía y Letras. Simplemente es un pediatra jubilado, rezongón y borracho, con un hígado a prueba de bulones.
Sin embargo, es el mejor cerebro de la crítica contemporánea.
Su intuición es mágica, sólo con la ayuda de una ginebra, su cerebro puede diseñar un autor a medida del poema que se presente. Así cumplió el viejo anhelo de la crítica, lo llevo más lejos que nadie: Prescindir de los autores.
Escribi un poema por la mañana, y a las cinco de la tarde, me presenté en el bar de Lugano donde él cumple religiosamente horario.
Estaba sentado, cabizbajo. Sus dedos tocaban una taza de café frío. Todavía no cobró la jubilación, así que llego en el momento indicado. Hago una seña al mozo, que no necesita que le indique lo que quiero: una botella de ginebra marca Cañón.
Sirvo el vaso. Jonson se enciende. Parece un autómata cuyo mecanismo se acaba de accionar. Mira la hoja de papel. Toma un sorbo.
Lean el poema y así podrán valorar la magnífica crítica...

Oda terrible


Aciago día el de la ola terrible
que me tumbó abatiendo mis narices
con la ocre sal que rememora el nosocomio.

Micébiles estaban los borloros
y miserables estuvieron los bañeros
que confundieron mareo con ahogo.

Oh Artemisa casi perezco
Oh San Sulpicio, qué martirio
renacer entre la espuma cual Venus
debería ser más divertido.

Si al menos conociera a la griega
mitología el dorado bañero
si al menos hubiese sido Apolo,
¡conformista, le bastaba parecerlo!

No atreviéndose a ser piedra,
ni río ni lluvia de oro
no atreviéndose a ser hombre:
menos aún a convertirse en toro.

Estáis a punto de decirme
¡lo sé! que tal hubiera hecho Zeus
mas se trataba de Apolo.

Es igual confesad que es triste
el destino de una poeta
que fue salvada de las olas...

...sin consuelo sometida
a los azares de la enfermería
y presintiendo el Olimpo
confinada a la camilla.

Jonson leyó esto mismo que ustedes acaban de leer. ¿Tiene este poema algo especial? Es un poco ridiculo, pero nada más. Digno de esta mañana sin sol. Sin embargo él toma de su vaso, alza la vista y abre la boca para bostezar.Me da tiempo de alistar el grabador. Y declama con voz monocorde, clara y sin titubeos
“ Ah, ¡es una obra de juventud de la querida Ema Berdier! (1905-1999) Ema Berdier, la que fuera amante de Juan Fernandez, del servicio de patología del hospital Muñiz. Buen patólogo, bastante bueno, lástima que tomara tanto. Este poema habla claramente de una época de soledad de Ema, confinada en cama por un severo problema de laringe. En él hallamos la frustración, el lúgubre infierno de la insatisfacción, la situación social de la mujer, y la tortura hedónica del deseo, oposición dialéctica ésta que se simula en la aparente dulzura femenina. La dulzura femenina, acaso el único defecto de este poema, ha arruinado brillantes carreras literarias, de poetas que no hallaron nunca en diccionario alguno un sinónimo de la palabra ‘lánguida’. Nótese que Ema Berdier no la utiliza en ninguno de sus poemas, su dulzura es sólo simulada: bajo la apariencia de suavidad de los versos, late un corazón de valkiria, de hurí del paraíso de Mahoma ansiosa de formar un movimieento social, de filósofa que intenta liberarse de las cadenas de su belleza, de mujer sensual que no ignora que su destino final es el sacrificio y arremete con la fuerza de la rima, cuando lo que se rima son improperios.”
Dijo todo esto sin respirar, tomó el útimo trago del vaso y dejó caer la prodigiosa cabeza . Sirvo otro vaso. Levanta la cabeza, lleva el vaso a los labios y después de un prolongado y extático brindis consigo mismo y su portentoso cerebro, prosigue así:
“Analicemos el poema. A punto de ahogarse, la rescata un bañero ¿de qué la salva? La salva del mar, es decir, de la libertad. ¿Y qué es un bañero sino un hombre? Es decir que el bañero no la ha salvado, sino que le ha quitado la libertad. ¡Oh Artemisa! exclama la poeta, refiriéndose seguramente a aquella cazadora intrépida y virgen, tal vez la única feminista de todo el Olimpo. Y luego “Oh San Sulpicio”, en un distinto tono, demostrando cómo la burbuja hedónica del deseo siempre se deshace al aparecer la rigidez eclesiástica del internado de señorita donde vivió sus primeros años.
El brillante Apolo se esfuma y aparece en su lugar un vulgar bañero. Se desvanece el hechizo y viene el amargo reproche. “No atreviéndose a ser piedra, ni río ni lluvia de oro...”. Aquí la lírica helenística se nos muestra en todo su esplendor.
Ema A. Berdier es una de las tantas poetas que han sufrido el oprobio de la sociedad masculina. Lo digo porque conocí bien a Juan Fernandez, era buen patólogo, pero todo lo que tomaba era un oprobio. Por eso Ema empezó una larga relación con Victoria Sackville West. La conoció en ocasión de un viaje a Inglaterra. Ema quería ser como Rimbaud en su segunda etapa, cuando se dedicó al comercio, por eso quiso importar de Londres sales para damas, fue una incursión en el capitalismo demasiado poética. Ya por esa época las damas no se desmayaban, salvo las hipotensas y lo remediaban con sal de mesa. Conoció a Vicky Sackwille West, ella se desmayaba a menudo y Ema le daba sales, hasta que practicando otros métodos de reanimación, empezó un ardoroso amor, que termino cuando Virginia Woolf e lo tomó a mal. Sin embargo y como siempre ocurre, no sabemos si el amor se concretó o fue simplemente platónico, ejemplificando Vita, o Vicky, simplemente a la Artemisa del poema. En cambio lo del patótogo del Muñiz lo sé de posta, si hasta les presté la llave de mi departamento un montón de veces.
Ema Berdier fue una gran escritora que llegó a todo demasiado temprano o demasiado tarde, nunca a tiempo. Pudo ser un amor imposible de Borges, pero tomaba otro tranvía, pudo suicidarse el mismo año que Lugones, Alfonsina Storni y Horacio Quiroga, pero no tenía ganas, pudo hacer muchas cosas que no hizo. Los últimos años, (como Rimbaud en su segunda etapa), fue comerciante: atendía un lavadero en Villa Crespo. Hoy nos encargamos de darla a conocer, ya que su destino fue tal vez el más triste para una poeta. Aún hoy se sostiene que nunca escribió ella, sino Juan Fernandez.Ese a duras penas escribìa los informes de patología. Un caso entre los muchos de opresión machista en el mundo de las letras.”
Deslumbrante. Llevaba sombrero para la ocasión, me lo quité con respeto. Comprobé que mi grabador había cumplido resguardando sus grandes palabras, gracias a las cuales tenemos otra fascinante historia para la página literaria argentina, una nueva poeta maldita para nuestro panteón. Sólo costó una ginebra. Todavía quedaba para dos vasos, pero no tenía más poemas.
Pagué la cuenta y dejé a Jonson bebiendo con expresión de beatitud.

lunes, 3 de octubre de 2022

Dale un corazón de seda


DALE UN CORAZÖN DE SEDA

En un hogar pobre de campesinos nació una pequeña niña y no diremos dónde porque no importa mucho. Los padres eran tan pobres que no tenían nada para darle. La miraban tomados de la mano, con lágrimas en los ojos.
Vendrían las hadas que dan dones a todas las niñas desde que el mundo es mundo. Pero como la niña era muy pobre, pequeña y fea, eso era un simple trámite, por lo cual los padres suspiraron aliviados. Vendrían sólo las hadas buenas, tal vez viniera una sola, apurada, mirando el reloj. El hada maléfica sólo se dignaba ir a grandes palacios, a mansiones de estrellas de cine, maldecía a las hijas de los reyes. Asi que sabían que su hija, al menos, no tendría ningún don maldito. Sólo esperaban que las apuradas hadas, como asistentes sociales del destino, le dieran aunque fuera un don a su hija que le permitiera sobrevivir.
Ella dormía en la cuna. Cada tanto un leve suspiro inquietaba a la madre. Instintivamente, quería darle leche de su cuerpo, pero estaban esperando la visita de las hadas.
Tocaron la puerta. El hombre abrió.
Eran dos mujeres con trajes de ejecutivas arrugados y largo pelo rubio. Sus ojos eran muy verdes y brillaban por igual. Llevaban sendas carpetas. Se detuvieron en el umbral para hacer cada una una cruz con sus lapiceras en las recién abiertas planillas
—¿Cómo se llama la niña? -preguntaron a coro
—No tiene nombre aún.
—¿Y en qué están pensando? Póngale un nombre. Me lo exige la planilla—dijo un hada.
—Ada —dijo la madre.
—Ana —exclamó el padre.
—Ada Ana —repitieron a coro las hadas mientras escribían los dos nombres—. Bien, vamos a verla.
—¿Cuáles son sus ingresos? —preguntó una. Las dos hadas eran indistingibles.
—Soy jornalero, asi que gano un poco de dinero.
—¿Pero puede mandarla a la escuela pública?
—Creo que si.
—"Creo" me suena mal. Va a mandarla a la escuela —dijo una de las hadas— Bien, su única oportunidad es el estudio.
Se acercó a la cuna, sacó una varita mágica de su carpeta y dijo:
—Ada Ana, tendrás una gran memoria. Memorizarás todas las letras y sonidos. Nada que leas u oigas se te borrara de la mente.
—Y ahora yo —dijo la otra.
—Ada Ana. Entenderás el lenguaje de la música y sabrás de melodías.
—Bueno —repuso mirando al padre—. Uno de los dones es para disfrutar. Sino para qué vivimos y nos alimentamos. No todo en la vida es trabajo.
Y entonces se abrió la puerta. Lentamente, chirriando sobre los goznes. Todos se sobresaltaron al ver a una gran señora, de larga cabellera azabache, con brillantes ojos negros, alta, con un traje rojo y la varita de oro en la mano. No llevaba ninguna carpeta.
—El hada maléfica... —murmuró la madre. Instintivamente quiso cubrir a su hija.
—Cálmese —dijo un hada rubia—. A veces ocurre, pero muy raras veces. Está de licencia casi todo el año ¿verdad?
El Hada Maléfica se acercó a la cuna de la niña.
—Vengo cuando es preciso. Esta niña será hermosa. Tú le diste memoria y tú le diste gusto por la música. ¿Qué puedo darle yo? Creo que ya lo sé. De hecho, lo sé porque no vine por azar. Sé lo que necesita.
Se acercó a la cuna con su varita de oro, tocó con ella la frente de la niña y dijo:
—Ada Ana: te doy un corazón de seda que se rasgue sólo con un beso, sólo con la promesa de un beso, sólo con el sueño de un beso.
-Será poeta —dijo el Hada Maléfica a las otras dos hadas.
Luego habló a los padres con sus labios de sangre.
—Lo malo es sólo un poco malo, ¿saben? Hada significa fata, destino en una antigua lengua. Yo sólo cumplo órdenes. Será poeta —repitió el Hada Maléfica.
Desaparecieron las tres hadas y la casa quedó a oscuras. Y Ada Ana lloró suavemente.

lunes, 19 de septiembre de 2022

torrente de rosas

 TORRENTE DE ROSAS

 

Rendido y violento y suave y mío

 Yo soy copa en que vertís dulce vino

 

 Alma viajera en barco sin velas

Capitán extraño que en tal mar navegas

 

Tu sueño viaja entre estelas eternas

Que noche te guarde y día te beba

 

Rocen ya tus labios altares divinos

Bébase la noche tu lento suspiro

 

Como yo lo bebo.

Derramas la vida cual si fuera fuego

 

Dulce que es el hombre

Como yo lo sueño

 

Navegando fuerte por el río abierto

Torrente de rosas, de rosas sin dueño

 

Hombre derramado, derramada savia

Dormí en la luna de más blanda agua

 

Derramado fuego, guerra derramada

El más dulce beso que nunca diera espada

 

 

Tormenta embriagada en un mar tibio

Y en mí te llueves en oro y en limo

 

Como yo te lluevo

Bendito mi vientre que cobija tu sueño

 

 

LA VIDA QUE DEBO

 

Te bebo despacio, te bebo suave

Te bebo furiosa, violenta

Te bebo sofocada, te bebo exánime

Te bebo con ardor valiente

Te bebo con debilidad cobarde

Te bebo tibia, pacíficamente

Tengo la vida para beberte

Te bebo con prisa, te bebo lenta

Te bebo dormida, te bebo despierta

Lenta viene la tierra a soñarme muerta

Y yo sola sueño en la rosa abierta

Lenta viene la noche a ocultar mi ruego

Ruego desnudo ante cielo abierto

Lentos rugen los mares, pidiendo mi cuerpo

Y lenta naufrago en barca sin dueño

Lentas son las deudas que deben pagarse

Y mientras muerte sueña conmigo

Yo sueño tenerte

La vida que debo es para beberte

 

CAUTIVA

 

Vive en mis sueños

Un hombre moreno

De boca cruel

 

Amante de noches

De dulces heridas

De palabra de hiel

 

Yo cuanto quisiera

Ponerle cadenas

Al hombre que fue

 

En noche sin luna

En la selva oscura

Un lobo cruel

 

Una de estas noches

Corsario temible

Pudiera pasar

 

Que suave y sumisa

Tan dulce cautiva

Te pueda matar

 

Ahora sonríes, hombre que eres

Mas que hombre, un lobo

¿Qué puedes temer?

 

De tan indefensa

Tan endeble presa

Una triste mujer

 

No me encolerices

Corsario de los mares

Por lejano que estés

 

Tal vez no sonrieras

Si en mi pensamiento

Supieras leer

 

Que llega tan lejos

Que el más veloz navío

No huye de él

 

 Yo no necesito ser fuerte

Ni temible ni lobo cruel

Yo soy mujer

 

 

AL FRUTO DE TU VIENTRE

 

Parirás con dolor

Parirás sola

Parirás en la noche oscura

Parirás en la noche sin luna

Darás en tu muerte la vida

Darás otra vida a la muerte

Tus muslos cubiertos de sangre

No les cantará el poeta ni besará el amante

Les cantaré yo: barro de la vida

Rojo y fértil, diluvio

De dolor, amor y soledad

Barro de la vida

Rojo y fértil y llorando

Ningún héroe orgulloso de derramar sangre

Recuerda esa sangre en la taberna

 

En la taberna, los héroes

Recuerdan cada sangre derramada

Salvo esa. En el hogar una mujer decente

Ignora que ser decente es puro azar

Azar la fealdad y la riqueza

Azar la belleza y la pobreza

Azar la idiotez y la decencia

Azar es ser señora y azar ser hembra

 

Así que parirás con dolor

Parirás sola

Parirás en la noche oscura

Y tu belleza ocultará la luna

Y no le cantará ningún poeta

Al barro y a la sangre de tus muslos

A tu dolor infinito y soledad

Al fruto de tu vientre

Le cantará otra hembra

 

Loada seas

 

BOLERO

 

Acuérdate de esas noches

Amor que he tenido

Y perdido en el alba

Las sombras de nuestras voces

Del llanto y del goce

Por él amadas

Por este mi caro sueño

Yo me uní contigo

En la tierra y las aguas

Tú sabes que yo no miento

Si digo que soñé esa noche

Que un sueño me amara

Tus manos que me han dejado

La marca del hombre

Que ayer me dejara

Mi llanto que ayer muriera

Cuando entre tus brazos

Se iba mi alma

Acuérdate que esa noche

Yo cante este sueño

Que perdí en el alba

Únete a mí en el sueño

 

Pues a tu vida toda yo la soñara

Deja que muera el sueño

Que yo haré entre mis versos

 

La prisión del hombre

que yo soñara

Si es que el lleva tu nombre

 

Tú no puedes saberlo pues eres sueño

Que ayer soñara

 

 

domingo, 21 de agosto de 2022

Capitán extraño


Rendido y violento y suave y mío

 Yo soy copa en que vertís dulce vino

 

 Alma viajera en barco sin velas

Capitán extraño que en tal mar navegas

 

Tu sueño viaja entre estelas eternas

Que noche te guarde y día te beba

 

Rocen ya tus labios altares divinos

Bébase la noche tu lento suspiro

 

Como yo lo bebo.

Derramas la vida cual si fuera fuego

 

Dulce que es el hombre

Como yo lo sueño

 

Navegando fuerte por el río abierto

Torrente de rosas, de rosas sin dueño

 

Hombre derramado, derramada savia

Dormí en la luna de más blanda agua

 

Derramado fuego, guerra derramada

El más dulce beso que nunca diera espada

 

 

Tormenta embriagada en un mar tibio

Y en mí te llueves en oro y en limo

 

Como yo te lluevo

Bendito mi vientre que cobija tu sueño