sábado, 22 de marzo de 2008

El verdadero capitán Alatriste, sin censura

THE CAPTAIN ALATRISTE en el Teatro DRURY LANE

EL INGLÉS PIERDE LA HONRA
Pero nunca el paraguas
Aunque encuentra la horca

De WILLIAM SHAKESPEARE

TRAGEDIA EN CINCO ACTOS

PRIMER ACTO: Llueve sobre London
SEGUNDO ACTO: Llueve sobre London
TERCER ACTO: Cómo llueve en London
CUARTO ACTO: Qué manera de llover en London
QUINTO ACTO
New Gate. Cárcel de los condenados a muerte. Llueve del techo y las ratas infaltables del decorado están mojadas. Entre las tablas carcomidas de la celda infecta, se moja un servicio de té de plata. La infamia de la cárcel se demuestra en la caja de té en saquitos.
Entra Captain Alatriste, Square. Se dirige al público mientras se sacude el sombrero y cierra el paraguas.

Captain Alatriste: ¡Cómo llueve! ¿Eh?
Señora del público con sombrero amazónico: ¡Un gentleman como él en ese sitio! ¡Ah, infame, infame! Al autor de esta obra hay que enviarlo a New Gate... !
Captain Alatriste: Soy autor de mi propia biografía, milady. Este lugar infecto no es nada para quien ha cazado tigres en Bengala. Las ratas son más pequeñas. Y por cierto... ESTO ES NEW GATE (sensación)
Caballero del público: ¡Qué fatuidad! Admirable, Lady Olivia. El autor de esta obra es un genio
Yo: Gracias
Tramoyista del Teatro Drury Lane, London: ¡Un genio, vaya que sí! Ahí está. Mira, Bob. Míralo y dime si no tiene tetas.
Bob: (silba) Tiene dos. William Shakespeare, vaya. Si no lo veo, no lo creo.
Señora del sombrero amazónico: ¡Harry, es verdad! ¡William Shakespeare tiene, oh, shocking! Cuando le cuente a Lady Hamilton, que dice que todavía le crecen. Pero míralo a él... ¿cómo lo consiguen? Porque a esa edad no crecen, digo...
Yo: ¡BASTA! Dejen que David Garrick el Joven demuestre su talento. Estos ingleses no se callan ni en su propio entierro. Y de eso se trata la obra.
Señora del sombrero amazónico: Eso preguntaba, de qué se trata...
Captain Alatriste: (impaciente). Cállense, que sólo hago mi trabajo. Bien (saluda a Mr. Ganzúa, que toma su té sin limón ¡Shocking! Infame sitio, New Gate).
Mr. Ganzúa: (efusivo, o sea, se quita un guante) Oh, pardiez, Captain Alatriste... No debe preocuparse por mi estadía aquí, a expensas de Su Majestad. A propósito, un brindis, caballero por la Reina Victoria. Todo fue por la cuenta del lustrabotas, que era un buen pájaro de cuentas, me quiso cobrar la cuenta y yo le dije:
“—Bien, Mr. Forwad, haré la cuenta hasta diez y le retorceré el cuello, por cierto, lo lleva sucio. Si no puede pagar la lavandería, póngase un cuello negro.
“—Justamente, Mr. Ganzúa, debo diez libras a la lavandería y su cuenta es de diez libras”. ¿Se da cuenta, Captain? Un verdadero ganso.
Captain Alatriste: Natural, Mr. Ganzúa, natural. Pero si fuera un ganso, no le perdonaría que no me convide a cenar. Hablando de gansos ¿cómo está Lady Aliviosa?
Mr. Ganzúa: Un poco fría, Captain Alatriste. Colgada como los paraguas y más mojada. Oh, permítame el impermeable, Captain. Yes, la colgaron ayer.
Captain Alatriste: Mys condolencias. Oh, Lord Cagafuego. No lo veía desde el gran incendio de Londres de 1666. Oh, gratos recuerdos. Gran esfuerzo, por otra parte, incendiar Londres.
Lord Cagafuego: Ni lo diga, Captain. Con nuestra niebla, nuestra flema y nuestra lluvia, no se veía un carajo, se nos apagaba el fuego, y ni hablar de pisar esos escupitajos. Mire mis botas. Quedaron, fíjese, una miseria. ¿Se acuerda de mi paraguas, el que se prendió fuego? Todo por Su Majestad, the king Charles II. Las botas, el paraguas, el impermeable también se me arruinó. En fin, al menos esos...
Captain Alatriste: Apestados, Lord Cagafuego, dígalo. Sin pelos en la lengua. Se acabó la peste, gentlemans, y el rey Charles vale por dos ministros de salud argentinos. Un viva señores, a Su Majestad. ¿Y a quien van a ahorcar, a todo esto?
Mr. Ganzúa: A usted, captain, naturalmente. ¡Lo olvidó! Gentlemans, es la legítima flema británica.
Lord Cagafuego: Admirable, señores, admirable. Sólo se preocupa porque no se le moje el paraguas. Un verdadero inglés.
Captain Alatriste: Soy galés, señores.
Lord Cagafuego: ¿De Gales o de Galicia?
Yo: Ese chiste no es mío, aclaro.
Captain Alatriste: El Teatro Inglés se avergüenza de este villano, que deshonra su famoso humour con su boca infecta.
Tramoyista del Teatro Drury Lane, London: Ven, Bob, deja esa revista y no te pierdas esto.
Lord Cagafuego: Caballero, deshonra la de tu madre, que es una mujerzuela, y la de tu padre, que no pasa por las puertas y ara con los cuernos el lodazal de Hamilton’s Shame.
Captain Alatriste: Lamento profundamente que su esposa sea tan abierta al público, Lord Cagafuego y si se atreve a acercarse a mi paraguas reconocerá el perfume... de sus nalgas, si me permite Shakespeare decir tal cosa.
Yo: Basta, señores, el show debe continuar, pero antes los despediré. Están todos despedidos.
Mr. Ganzúa: Como delegado del gremio del teatro de Drury Lane, London, protesto ante este atropello y propongo un meeting después del té, que ya se me enfrió.
Lord Cagafuego: Por la afirmativa.
Captain Alatriste: Yo no voto, me iban a ahorcar y sólo me despiden, a mí me conviene.
Público: ¡Shocking!
Bob: ¿No me llamaste para ver esto, no? Prefiero las fotos de Lady Cagafuego, mírala, no lleva más que el sombrero.
Tramoyista del Teatro Drury Lane: Pues, prefiero a Shakespeare. Míralo, no lleva corpiño.
Bob: Vaya, es verdad.
Caballero del Público: ¡Cinco libras al Captain Alatriste!
Señora del sombrero amazónico: ¡Diez libras a Mr. Ganzúa!
Mr. Ganzúa: Lo siento, Alatriste, pero si te reviento puedo pagar la cuenta del lustrabotas y salir de aquí.
Captain Alatriste: No hay cuidado, somos caballeros.
Lord Cagafuego: Yo mejor me voy. Mi esposa me espera con la cena. No hay que hacer esperar a las mujeres. Te puedes llevar una sorpresa.
Yo: ¡Telón!
THE END

Yo: ¿Dónde estará ese simpático tramoyista? (Hace mutis por la izquierda)
Tramoyista del teatro Drury Lane (entrando por la derecha): Maldita sea, Bob, ese Shakespeare tiene un par, como dicen allí en España. ¿Dónde se metió? (Hace mutis por la izquierda)
Yo (saliendo de abajo del telón, en el medio): A esta obra le falta un desencuentro amoroso. ¿Qué es ese humo? Ah, eres tú Bob. ¿Qué haces allí abajo? Ya veo. Oye, Mistress Cagafuego está ampliamente disponible y no hace falta incendiar el Teatro, sabes. Qué vergüenza, súbdito de la Corona. Pareces un español en Flandes, sabes, por lo desesperado. Hablando de desesperado, dónde está ese alto, barbudo, completamente bestial tramoyista amigo tuyo.
Bob: Lo siento, William, le gustan las mujeres, sabes. Lo de él fue una sublimación del inconciente. Su padre se llamaba William.
Yo: Pero yo me llamo Paula, puedo demostrarlo
Tramoyista del teatro Drury Lane (cae desde lo alto del telón, a la izquierda): ¡WILLIAM!
Yo: My name’s Paula, puedo jurarlo.
Tramoyista, etc. : ¿En serio?
Yo: Toca, toca sin miedo, verás que no hay nada raro.
Tramoyista, etc. (profundamente asombrado): ¡Es verdad!
Yo: ¡LOVE ME!
Tramoyista, etc. : I’m sorry. Sabes, quisiera que fueras William (sale por la izquierda)
Bob: Lo siento, William. ¿Lady Cagafuego está en casa, dices? Voy a verla, adiós.
Yo: Bueno, he terminado mi obra. Dije que faltaba un desencuentro amoroso ¿no? Ya está, obra concluida. Sólo dos espectadores: el honor británico exige que me arroje al Támesis. Adiós, cruel world. To be or not to be, me da lo mismo.

Yo de nuevo: To be o no tubí. Esta obra desastrosa, pensándolo bien, me da una idea. Sí, y el agua debe estar helada en ese río roñoso. Bien, el Támesis tendrá que esperar ¡qué espere! (sale por la puerta)
POR LA PUERTA, TAMBIÉN...
Sale el público por Covent Garden Street...
Señora del sombrero amazónico: Este Shakespeare es inigualable ¡dos! Es increíble
Harry: ¿Qué quieres, que tenga tres?
Señora, etc..: No, pero ¡dos! Yo tengo dos que no hacen una. Y míralo, con esa barba. ¡Shocking!
Harry: Sus comienzos fueron humildes, sabes. Trabajaba en el circo del China Town, cuando todavía vivían chinos allí. Eso, querida, es shocking.

¡POR FIN!

miércoles, 12 de marzo de 2008

Matteo Belli: un juglar en la ciudad

Me gustaría hablarles de Matteo Belli, contarles que es un gran actor, dueño de una de las voces más bellas que he oido hablar en su lengua italiana y en la mía española. Contarles por ejemplo, que es un estudioso y divulgador de los monólogos juglarescos medievales y que, a través de los siglos, trae ese humor eterno e irreverente de los poetas libres y perseguidos(o perseguidos por ser libres) a nuestros días. Que vuelve a la vida la poesía que nunca murió, en los labios jóvenes de un nuevo trovador. Que capturó toda esa luz de la Edad Media llamada oscura para traerla a estos días también oscuros.
Pero en realidad quiero hablarle a él. Para él tengo esta carta que voy a compartir con ustedes.
A usted, señor Belli:
Muchos maestros quisieron aleccionarme, muchos escritores quisieron influenciarme, muchos profesores trataron de corregirme. Pero nadie cambió tanto mi manera de pensar y sentir el humor y la poesía como usted, señor Belli, una noche de verano, hace años, en la semioscuridad de la sala de la Asociación Dante Alighieri. Cuando su voz resucitaba, para los que estábamos ahí, a un juglar llamado Ruggeri como yo, que suplicaba defendiendo las razones de su poesía a un obispo que cruel lo amonestaba. Y entonces las penumbras dibujaban en su rostro, señor Belli, el otro rostro del obispo, juez cruel y su voz tronaba con tintes tenebrosos y esta poeta del siglo XXI, que como su colega del año 1200 se llama Ruggeri, temblaba en su asiento.
Volví a mi casa esa noche, era verano. Trataba de imitar el movimiento de su brazo, señor Belli, cuando escenificaba a un buscavidas que, en la plaza de Jerusalén, vendía una pluma del arcángel Gabriel, junto con un pedazo de las Tablas de Moisés que había caido en el patio de su cuñado, con el undécimo mandamiento maravilloso, aquel que dice que todos pueden hacer todo lo que quieran. Sí, fue en el año 2002 ó 2001, no me acuerdo el año, pero me acuerdo el monólogo, como si lo hubiera presenciado ayer. Y recuerdo el brazo grácil con la pluma inexistente, pero se veía ahí, en su mano, la pluma.
Pero no podía imitarlo. No soy actriz y nunca lo seré, soy escritora. Me educaron para ser una dama, con una lista de palabras y gestos prohibidos. También recuerdo al hidalgo que representó, aquel que decía ser "hijo de una rosa y una azucena". Recuerdo que preguntó si había en la sala algún hidalgo. Todos se rieron, pero yo no. Creo que mi abuelo era hijo de una rosa y una azucena, no sé si mi tía María no era hija de dos azucenas inclusive: eso era una fiesta.
Pero su humor me hizo un efecto liberador: debo tener algo de sangre villana, bastante en realidad. Cuando llegue a mi casa y al ver que no podía mover los brazos tan grácilmente como usted, escribí una pequeña pieza teatral, que será la siguiente entrada de este blog.
Y que le debo a usted, señor Belli, como muchos de los textos que he escrito desde entonces y que he publicado aquí.
Este domingo, voy a estar en el teatro Cervantes, donde representará Hora X. Infierno de Dante.
Y sé que va a volver a conmoverme.

domingo, 24 de febrero de 2008

Diario de viaje de una dama inglesa

Acaba de zarpar el barco rumbo a Dakar. No temo más que a los mosquitos, sin embargo, George no hace más que pasearse nerviosamente por la cubierta y llegó a preguntarle al capitán si no es posible que un tiburón salte sobre el navío; el capitán le ofreció un cigarrillo, se negó, le ofreció un lexotanil y lo tomó. No le sirvió de nada: ahora mismo le pregunta a un grumete si cayó alguna vez una piraña a la cubierta. El grumete le pregunta con sorna si desea piraña para el almuerzo, yo salgo en ayuda de mi marido diciendo en voz bien alta que prefiero tapir para el almuerzo, pero que me reserven las pirañas para la cena. Dicho esto tomo a George por el brazo y me lo llevo a estribor, donde la sola vista de una gaviota lo hace temblar, porque la semana pasada vio una película de Hitchcock y creyó que era un documental de la National Geographic.
Bajo a mi camarote y me tiro a descansar. Cuando consigo conciliar el sueño George dice que tiene miedo y se pasa a mi cama.........................................................................
Nos interrumpen golpeando la puerta del camarote y preguntando con voz potente qué son esos gritos: yo respondo que es George, que tiene miedo. El capitán murmura en voz baja que estamos los dos locos, pero su voz es tan clara que lo escuchamos. Seguimos gritando y revolcándonos un poco más, pero George me dice que está cansado, que le duele la cabeza y que no es un objeto. Yo digo que los hombres no sirven para nada y voy a conversar con el grumete, que intentó hacerme salir de mi error, pero lamentablemente nos interrumpe el capitán, que al parecer no sabe hacer otra cosa. Para comprobar si sabe o no hacer otra cosa, lo acompaño a su camarote. Estaba él en plena demostración de su utilidad y yo a punto de admitir mi error con humildad clamorosa, cuando abre la puerta el bendito de George. Tiene tanto miedo que con tal de salir del maldito barco no objeta que el capitán lo tire por la borda. Yo lo despido con el pañuelo en alto, pero en el fondo sé que es lo mejor para él. No me gustan las despedidas demasiado largas, así que vuelvo al camarote del capitán, pero entro por error en el de Lady Cardew Trench, esa vieja trucha estaba con el timonel. Yo digo que Dios le da pan a los que no tienen dientes y le escondo la dentadura postiza, luego me preocupo por el timón. Vuelvo a cubierta y me encuentro con el capitán. Le manifesté mi fuerte y enérgica queja como súbdita de la Corona Británica por el comportamiento indecoroso del timonel y el descuido general que se observa en el barco, donde la cubierta no tiene parquet y además no hay papel higiénico en los baños. Tras oírme con el entrecejo de marino fruncido, da órdenes al cocinero para que se ocupe del timón. Yo creo conveniente desmayarme un poco y, mientras exhalo suaves quejidos pidiendo mis sales, él me levanta con sus nervudos brazos y me lleva a la sentina, donde me ata con fuertes nudos marineros. Mis experiencias en la sentina las contaré en otro volumen y en japonés: temo la reacción del gobierno.

lunes, 11 de febrero de 2008

Escribiéndole al dentista

Era realmente una autora maldita cuando escribí esta carta. Casi no tenía publicaciones, todos mis esfuerzos eran vanos, me acosaban acreedores, proxenetas y la peste bubónica de nuestra era, agentes de modelos. Además, me acosaban abogados, gente a la que le pedí dinero (y sus abogados), el verdulero que me fiaba papas (le faltaban sólo dos materias para ser abogado); en fin, toda gente buena que había invertido en mi manutención con el perverso fin de hacerse rica y se había visto severamente defraudada.
Fumaba. Me pasaba la noche escribiendo. Una de esas noches sentí esa sensación indescriptible, ese viento susurrante y sutil, esa intuición infalible de estar escribiendo un clásico. Sí.
Era una noche helada de invierno, el zorzal cantaba de madrugada, en el picaporte de mi cuarto estaban las cuentas de los últimos seis meses que mi madre me dejaba para decorar y yo sabía que estaba escribiendo algo inmortal.
Estuvo inédito hasta esta noche. Es una letanía, es un juicio universal. Es un poema épico, una carta justiciera. Cuando estén en ese sillón odioso, recuérdenlo. Cuando estén con ese ser horrible que ahorra anestesia, piensen en que yo también estuve ahí y viví para contarlo. La aguja es horrible, el torno es odioso, la lámpara halógena atravesada en la laringe por la dentista que se da vuelta para contarle sus vacaciones a la asistente sería una imagen pornográfica si no se pareciera tanto a un secador de pelo viejo. No, horror. Impriman la carta que sigue y llevénsela al dentista.
Se sentirán vengados.

CARTA ABIERTA A UN DENTISTA

En principio hay que obligarlo a admitir que si todos nos laváramos los dientes usted no tendría trabajo. Sería un inútil más, viviendo de papá, pediría prestado para jugar al pool y llenaría el hogar materno de su horrible olor a cigarrillo y de botellas de cerveza. La jubilación de la abuela no alcanzaría para pagar sus horas de chat de madrugada mientras la vieja de al lado llama a los bomberos por el humo que sale de su ventana. Ese día que ahora emplea en torturar a sus semejantes amparado en la legalidad del ejercicio de la odontología, legalidad que la posteridad juzgará horrorizada indeclinablemente como ahora juzgamos a la Inquisición, transcurriría de muy distinta manera:
La primera hora de la mañana lo sorprendería a las tres de la tarde. Desayuno: cualquier cosa que no se mueva, dado que su anciana madre ha salido a limpiar el piso de la escritora que vive en el 5º D, esa que sí tuvo éxito en la vida, no como usted, atorrante. En consecuencia, cualquiera sea la cosa que desee desayunar, deberá calentarla usted mismo, si es que aún hay gas. Su anciana madre no entendería bien porque el teléfono hay que mantenerlo a costa del gas, pero es que no entiende que usted hizo una carrera del levantarse minas (o minos) en el chat para mayores de treinta. Tal vez podría usted bañarse después de desayunar, pero no le gusta el agua fría y jamás se bañaría porque va contra sus principios... en ese punto estamos de acuerdo, a mí tampoco me gusta demasiado el agua fría... y en realidad no me gusta demasiado bañarme cuando hace mucho frío... así que lo comprendo... no como usted que no entiende que a mí no me guste lavarme los dientes. Pero en algunas personas la comprensión sufre severas limitaciones.
Luego puede ya internarse en el chat, pero es altamente probable que tenga antes una severa discusión con su padre, que ya no le da a elegir entre trabajar y estudiar sino entre irse o irse, discusión que puede durar entre treinta y cincuenta y cinco minutos o bien entre treinta y treinta y dos horas, por lo pronto ya dura desde hace diez años y perdió su viejo. Su pobre viejo, que no sabe que todo el problema consiste en que toda la Humanidad dedica dos horas al día a la limpieza de sus dientes como es costumbre ancestral de la especie humana. Por eso, solo por eso, es usted un hombre o una mujer sin vocación y sin destino. Pero eso no lo sabe ni siquiera usted, ni tampoco yo en el mundo donde el hilo dental manda. Así que cuando por fin se fue el viejo, ya puede internarse en el chat.
Su nick es “Pistola”. Y se considera un pistola, claro, salvo que sea mujer, en ese caso su nick será Cenicienta y es que la mayor manía tortuosa que una dentista pueda tener no la salva de ser una cursi, prueba de ello las revistas que me pone en la sala de espera, con el vestido de Máxima a todo color, lástima que fuera blanco. Qué cursi. Ni que hablar de esos cuadros con flores y gatitos. Miau. ¿Y por qué usa ambo rosa, si no es una cursi? Nos desviamos del tema.
Ya está ahí, Pistola. Tiene una garra bárbara. Siete de la tarde, nueve de la noche, diez de la mañana. Se levantó tantas minas que no podrá ver a ninguna. Hora de dormir. Pero se le acabó la cerveza. Esa situación no puede durar mucho. La vieja sale cargando cinco botellas. El viejo está que trina. Si por lo menos fuera músico, pintor, escritor. Si se lo pudiera justificar por la bohemia. Pero no: usted es un boludo más del chat. De sus insomnios no saldrá nada que salve a la familia. No es como la escritora del 5 º D, los viejos de ella sí que están orgullosos, sus últimos tres años de insomnio son ese libro espectacular que la convirtió en el personaje del barrio y ahora su madre (sí, la suya) le limpia los pisos y le plancha los trajes. Usted es un/una inútil que no ve un traje de cerca desde la comunión. Su vestimenta oficial es una camiseta negra, un pantalón pijama a rayas y una ojota de un par y otra de otro. Si es dama, entonces es una camiseta negra, un pantalón pijama a rayas y dos pantuflas número 37, de distintas décadas. En cuanto a sus padres, piensan en el suicidio como un ahorro de dinero. Y como único modo de que usted pague algo, aunque sea sus lápidas.
¿Comprende? Si todos nos laváramos los dientes como usted predica, su destino sería ése. Un vago, un inútil y finalmente parricida sin tener con qué pagar el entierro de sus pobres viejos. Y no olvidarse de su abuela, que ahí quedó, con la jubilación mínima que no alcanza para cerveza.
Por suerte, existimos en el mundo buenos samaritanos reacios al hilo dental a los que nos debe que su vocación carnicera y sádica tenga aprobación del Ministerio de Salud, a los que nos debe la realización de su vida y que sus buenos y sacrificados padres estén como están, orgullosos de su hijo, que sí tuvo éxito en la vida, no como la escritora esa del 5º D, que ya parece una chimenea de fumar, y que nadie sabe qué hace que tiene la luz prendida hasta las cinco de la mañana. Y su pobre vieja va a laburar para pagar la luz mientras ella escribe estas boludeces. ¿Se da cuenta?

domingo, 3 de febrero de 2008

Cómo me suicidé: otra triste historia real

Todo empezó el día que decidí suicidarme. Así es como suelen comenzar los suicidios.
Conocí a muchos suicidas fracasados. Recuerdo especialmente a Susana, a la que apodé “la coleccionista de yesos”. La conocí en un hospital, cuando yo misma fracasé en mi primer intento de suicidio, que en realidad fue un fracaso porque no empecé como debería empezar todo suicida que quiera llegar a buen puerto. Es decir, yo no me propuse suicidarme sino entrar en la vida eterna y si era posible, también en el santoral, así que dejé de comer, como Santa Clara, solo que fui a dar con mi esqueleto al hospital, como Susanita. Susana empezó bien, se abrió las venas, pero la encontraron los parientes. Así llegó al hospital, donde le pusieron el primer yeso. Cuando le dieron el primer día de salida, fue y se tiró de un tercer piso, con lo cual se rompió una pierna y volvió con otro yeso. Susana jamás va a triunfar en la vida, eso está claro. “ Soy un fracaso”, decía entre sollozos. Y la verdad que sí.
Yo decidí empezar bien el día, decidiendo que fuera el último. Así que desayuné con vodka, mientras fumaba un caño y miraba por la ventana. Llueve, dije, un día perfecto para el pez banana. Decidí abrirme las venas como Petronio y empecé a meditar mis últimas palabras.
“ Qué gran artista pierde el mundo”, las deseché. Deseché también “Ay, Patria mía” y “ Con nosotros muere...”, teniendo en cuenta que era yo sola y que ningún Sienkiewicz iba a terminar la frase. Al fin opté por las de Cabral, “ muero contento, hemos batido al enemigo”, por considerar que es lo que mejor suena y teniendo en cuenta que el médico tal vez llegará a tiempo para escuchar mi última gran frase. Así también hago la felicidad de un hombre, ese era el sano propósito de mi suicidio, porque es sabido que el sueño inconfeso de los médicos es que nos muramos contentos.
Después miré todos los programas idiotas de la televisión, esos que no miraba nunca.
Después pensé que podía ponerme para suicidarme, y opté por disfrazarme de Pancho Villa, pero me faltaba el sombrero. Entonces me disfracé de Gatúbela, pero no me quedaba bien. Así que decidí suicidarme desnuda. Entonces pensé también en pasar bien el último día de mi vida y llamé a un par de vagos que paseaban por la vereda. Así llegó la noche y decidí aplazar mi suicidio hasta el día siguiente.
A la mañana eché a los dos vagos casi a patadas, se habían tomado todo el vodka, así que no desayuné.
Empecé a seleccionar la música que iba a poner para suicidarme, opté por My Way cantada por Elvis. Entonces se me ocurrió que podía escribir un cuento, incluso se me ocurrió un título: “ Cómo me suicidé”.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Deseos

Hoy tengo un deseo.
Deseo contarles una historia.
Es más vieja que la manzana dorada y más antigua que los dedos de dios. Más vieja que el atardecer y más fuerte que la tormenta. Cuando la conozcan, les pasará lo que a mí: se olvidarán de quién se las ha contado y la recordarán sólo al ver, tal vez una estrella o al sentir el beso suave de otros labios.
O tal vez se la olviden para siempre.
Esta es la historia.
Hubo una era en que el hombre y la mujer eran uno, en el mundo cálido y líquido de la unión perfecta.El mundo era pequeño y dormía en un amanecer eterno, mecido por líquenes y alumbrado por rayos de luna.
Y entonces sucedió la desgracia. Vino como la tormenta, la catástrofe.
Cayó el rayo y nos separó.
El rayo alumbró la muerte y el conflicto, el grito y la discordia entre los dos seres fragmentados. El mundo creció , maduró, envejeció. Hubo hambre en el antiguo vergel, en el manantial puro hubo sed.
Desde entonces nos estamos buscando y nos amamos y nos peleamos porque deseamos ,sin saberlo,volver a sentirnos completos en el mundo del origen.
Esta Nochebuena, espero que se vean las estrellas.
Estos son mis Sueños y Deseos, los poemas que se escribieron en noches estrelladas en este mundo viejo.

I
En un sueño de mi dulce dueño
Soñaba yo que su dueña era

Dulces son cadenas, si me atan a su pecho
Y dulces mis piernas, esclavas de su espalda
Dulce es el infierno a sus brazos atada

Es un sueño el que mi dulce dueño
Quiso al fin que su dueña fuera

II

La Flecha ardiente derramada
El Beso más dulce
Que nunca diera Espada
Yo soy tu dueña soñándome esclava

III
Tengo sed.
Sed de amante lluvia que derrita la máscara
Que me despoje de escudo y me desarme de lanza
Y quede desnuda la rosa encarnada
Que se esconde en noche junto a alta ventana

Ser envuelta en ámbar

Para ustedes, este es mi brindis, al caer la noche.
Que haya perfumes y haya secretos. Y deseos.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Mi primer aventura prostibularia

Creo que el gesto de poner en el pañuelo ropa interior de encaje rojo me predestinó. Como sea, ni bien nació mi hija la dejé con una monja, dándole precisas instrucciones de que la dejara hacer todo lo que se le diera la gana, para que el día de mañana fuera una persona de provecho a la sociedad. Luego me fui a una humilde pensión de mala muerte a escribir una novela, cosa que hice en cinco días: un récord. Con el manuscrito en la mano, me presenté en una editorial.
El galante editor me atendió de inmediato.
—Humm —dijo—, la literatura femenina se va a poner de moda dentro de diez años, pero veremos qué podemos hacer. Para que podamos vender tu libro (cosa que, como sabés, es muy difícil) hay que elaborar una estrategia publicitaria. ¿Qué tal si vas a una guerra, como tu amigo Reverte y volvés como una heroína?
—No soy amiga de Reverte —repuse—. Faltan siete años para que lo conozca.
—Humm, qué lástima. Podríamos haber puesto una faja en el libro que dijera: "¡ Y es amiga de Reverte!". Bueno, otro. ¿No conocés a Stephen King?
—Tampoco —dije desolada.
—¿A Danielle Steel por lo menos?
—Soy la ahijada de la Momia de Titanes en el Ring —dije tratando de ayudar.
—Eso no sirve para nada. Bueno, cuando vuelvas de la guerra podemos poner en la tapa del libro una foto de vos desnuda con fondo de Vietnam. Esas cosas siempre ayudan.
—¿Y si muero en la guerra?
—Tenés razon. Vamos a sacar la foto antes.
—Prefiero no ir a ninguna guerra, gracias.
—Bueno, entonces vamos a tomar medidas drásticas. Vas a ser prostituta y llamaremos a tu libro. "Memorias de una vulgar prostituta". Así nos adelantamos a una tendencia mundial.
—¿Por qué vulgar? —protesté
—Perdón, te veo el bretel del corpiño y es rojo —justificó el editor.
—Bueno. Supongo que es todo de mentira ¿no? No tengo que prostituirme de verdad.
—Perdón otra vez. Esta no es una fábrica de best-sellers. Acá editamos obras literarias de calidad. No le mentimos al público. Si en la solapa dice que sos prostituta, es porque lo sos. Lo tomás o lo dejás —dijo sirviendo dos vasos de whisky.
—Lo tomo —dije decidida y bebí de mi vaso. Un auténtico whisky escocés "La Ruina de los Campbell"—. ¿Cómo me prostituyo? —pregunté.
—Bueno —dijo el tipo y sacó un habano—. Primero vas a tener que mostrarme lo que sabés hacer. Tus habilidades, bah. Lo que hacés con tu marido.
—No tengo marido —repuse acordándome del rayo de luz y el cascote en la cabeza.
—No importa —prosiguió él—. No hace falta estar casada para esto. Después de mostrarme tu talento, vas a esta dirección —me dio una tarjeta— y hablas con Bárbara, que es la rubia que está en la caja. Con ella arreglás tu horario —se aflojó la corbata y aclaró—. El 80 % de todo lo que ganes es para la caja y no podés tener arreglos personales con los clientes—. Y se abrió el cuello de la camisa, tomando un trago.
—¿Y mi novela? —pregunté.
—¿Qué novela?

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Sí, todo es cierto

Un amable lector me pregunta si es cierto que estuve en la cárcel y fui prostituta.
Pero claro que sí, amigo ¿para qué voy a mentir? ¿Podría tener la más mínima aspiración a ser un fenómeno editorial sin el paso obligatorio por el penal y sin haber sido prostituta? Sin embargo, y a pesar de que ambas experiencias son entrañables y forman parte de lo más querible de mi pasado patibulario, no creo, amigo mío, que tengas que desdeñar otro hito en mi curriculum que mencioné al pasar: también repartí pollos en moto y no quiero que eso se desdeñe por ser menos espectacular. Pero tengo que contarlo todo desde el comienzo.
Nací en el seno de una familia de aristócratas venidos a menos: mi abuelo era conde, como Athos, y un primo suyo era Comandante de la Guardia Suiza.
De chica me sacaban a pasear por la avenida Santa Fe con un tapado de armiño y una cruz de oro y granates en el cuello bendecida por Pablo VI, hasta que al tapado lo agarró la polilla y empeñaron la cruz para pagar el gas. Me enseñaron el delicado manejo de tal cantidad de cubiertos que nunca tuve que usar en mi vida, que me haría una tarjeta que dijera Paula Ruggeri: experta en cubiertos que usted nunca vio.
Todo tenía mucho nivel, yo tomé la comunión con un vestido blanco hasta el piso, hablaba francés con la prima Jeanette y todos las navidades recibíamos una carta del Papa. Una vez que la leíamos, se la vendíamos al librero de la esquina y págabamos con eso el pavo de Nochebuena. Para una familia católica el pavo de Nochebuena es tan imprescindible como el pesebre, pero era caro y la carta del Papa nos sacó del apuro todas las navidades hasta que...
Hasta que cumplí dieciocho años. El cura de San Patrick decidió que yo era ideal para hacer de Virgen María en el pesebre viviente de Nochebuena. Ensayaba con un pañuelo celeste en la cabeza mientras la familia aguardaba la carta del Papa para encargar el pavo. Y en un ensayo sucedió.
Estaba en el retablo, sola. Una ventana en una esquina permitía el paso a un rayo solar. Trataba de rezar un Padre Nuestro pero en la parte de "perdona nuestros deudas" me acordaba de todas las deudas que tenía mi madre y se me trababa la lengua. Pero de golpe me envolvió la luz abrasadora.
Fue muy rápido (demasiado para mi gusto, pero bueno), primero el rayo, después entró una paloma y por últimó se me cayó un cascote en la cabeza. Yo traté de relajarme y disfrutar, había visto todos los bodrios de María y José que pasan en la tele por Navidad y sabía perfectamente lo que sucedía.
Después del primer desmayo y el tercer atraso resultó evidente que estaba embarazada. ¿Y quién carajo me iba a creer lo del rayo de luz? Además, me pareció que la profesión de mesías no era buena para mi hija. Así que enfrenté a mi madre y le dije:
—Mamá, estoy embarazada del jardinero, pero no del de casa, del de otra casa y lo echaron por tomar cerveza, se volvió a Paraguay.
—Hija —dijo mi madre, con la calma que sólo una dama como ella puede tener—. Comprenderás que no puedes permanecer en esta casa de tus ancestros, etc... porque el Papa se va enojar... etc... y ya no tendremos pavo en Nochebuena y eso es un pecado. Así que toma tus cosas y algunos alimentos frugales y vete por esos caminos de Dios.
Me estaba diciendo que agarre la Panamericana. Así que yo agarré un palo de escoba, le até un pañuelo y dentro del pañuelo puse unos mendrugos de pan con jamón serrano, "Los tres mosqueteros", mi ropa interior de encaje rojo y una caja de anticonceptivos y me fui lejos, adonde me esperaba la cárcel, la prostitución y la rehabilitación social sobre una moto repartiendo pollos, pero eso es otra historia. La saga continúa.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Cuando fui novia de D'Artagnan.

Me recuerdo viendo Beau Geste con cinco años de edad, los hermanos leales, el desierto , el fuego en el fuerte, el funeral de Vicking. Juré, con toda la solemnidad que me permitían mis mofletes, ser soldado cuando fuera grande e ir a la Legión Extranjera. Durante bastante tiempo discutí con mis hermanos varones (no aceptaban mujeres en la Legión Extranjera, decían ellos).
Yo sólo sé que quería ser valiente, muy valiente. Me gustaban las chicas de la historia, Fidelidad y la Reina Claudia, pero no quería ser como ellas. La discusión duró años.
En esos años aprendí a leer y reí con Yañez en los túneles inundados por los thugs, y fui la Surama que acudió en su auxilio. Bendición de la lectura y de la infancia: ser Yañez no me impedía ser Surama. Me medí con Muley el Kadel siendo Leonor, duquesa de Éboli, mejor conocida en Famagusta como el Capitán Tormenta.
Y a los nueve años por fin fui soldado: fue en el Baluarte de San Gervasio, cuando le alcancé al noble y valiente Athos la servilleta que usamos por bandera y en la que Richelieu mandó bordar la flor de lis. Así crecí, con Artagnan, entre la inteligente y dulce Inés de Dickens y el sueño feroz de Juana de Arco, leyendo a Shakespeare y a Moliére en los recreos de la primaria, haciendo oídos sordos a las burlas de los compañeros y el maltrato de maestras que no entendían qué encontraba en esos tomos de teatro. Marcaba la página al tocar la campana con sus señaladores de seda, para después seguir leyendo desde el último banco del aula, con el libro bajo el pupitre. Sólo una maestra, Raquel, noble, culta, era cariñosa conmigo aunque a veces se extrañaba de la excentricidad de su alumna.
Ésa fue mi infancia y en mi adolescencia descubrí Zenda, con Sapt y Fritz y el mejor de los reyes. Todavía puedo decir de memoria el parlamento de la princesa Flavia: "¿Lo es todo el amor? Si el amor lo fuera todo..."
Me dolió terriblemente saber que Ruritania no existía. Solía repetir cuando sufría alguna desilusión, "ojalá existiera Ruritania".
Los libros dedicados en mi biblioteca no mienten, fue el 29 de noviembre de 1996, hace once años. Yo llevaba un bolso lleno de folletines y estábamos cerca de una librería, en un bar a la vuelta del Patio Bullrich. Él era un autor admirado, yo una ensayista en horas de insomnio. Aunque el pequeño y bello cuento que escribió me retrata como jovencita, tenía 26 años. Soñaba con empresas heroicas ante su expresión atenta (amable, ingenioso, cortés como un caballero español) "Ojalá existiera Ruritania", murmuré.
Y lo oí decir "existe". Lo dijo varias veces, frente a mis ojos azorados. Yo deseaba con toda mi alma que tuviera razón.
Por supuesto que pude responder quién era el padre de Mordaunt, sólo que no estábamos de acuerdo. Arturo Pérez-Reverte, porque de él hablo, cree que es el Conde de Wardes, yo sostengo que es imposible, debido a que Milady menciona que tiene ese hijo en el capítulo llamado "Ingleses y franceses" y luego escribe cartas a De Wardes injustificables en dos personas que se conocen íntimamente. No, pudo ser Buckingham, nunca el De Wardes.
Aunque entonces yo creía que Mordaunt era realmente sobrino de Lord de Winter.
Para los que quieran leer el relato que él hace de la charla, incluyo el vínculo (http://salvalandia.spaces.live.com/blog/cns!A3D1C60C29C84933!552.entry?&_c02_owner=1 o http://boards2.melodysoft.com/corso/la-unica-pregunta-que-la-novia-de-87948.html). Yo le debo mucho a este autor. Diré solamente que mi colección dumasiana se vio aumentada exponencialmente luego de que ese cuento saliera publicado en la revista Viva. Y que sus palabras contribuyeron a sanar las pequeñas cicatrices de esa incomprensión que viví de niña, mientras me refugiaba en cada libro como en una trinchera. Defendiéndome como la pequeña Jane Eyre, sola en el cuarto rojo.

domingo, 25 de noviembre de 2007

La Sorbona y yo

Como buena escritora maldita, que no piensa en su éxito sino en el de sus futuros nietos, hace años que junto basura. Es decir, guardo todos mis manuscritos. Cuando era joven los guardaba para esos seres brillantes de la Sorbona que iban a comprender y analizar cada borroneado de mis textos. Ya un poco mayorcita, conocí algunos tipos y tipas de la Sorbona y me volví práctica: los guardaba para esos atorrantes y vagos de la Sorbona que viven de becas y subsidios. De todas formas, a mí como a Napoleón, me interesa el aspecto, para unos pasado de moda, de la gloria.
La gloria póstuma es redituable de dos maneras. Una es la burguesa, y consiste en que los nietos se enriquecen vendiendo nuestra basura y en los suplementos un montón de gente cobra por discutir la inmoralidad de publicar lo que nosotros en vida decidimos dejar inédito( ja, ja, ja) O sea, el aspecto burgués es el de alimentar a muchos vagos, además de nuestros nietos. El otro aspecto no es burgués, es sacramente egipcio. En nuestra época no podemos aspirar a pirámides, pero nuestras sombras lastimosas estarán más satisfechas de una tumba en la Chacarita llena de latas de cerveza, paquetes de cigarrillos y pintadas en aerosol, más quejas de los parientes de nuestros vecinos por todos los que nos visitan en nuestra última morada, que de mirar nuestras tumbas para encontrar tres margaritas resecas de nuestros parientes y nada más.
En fin, de todas formas mi temperamento es más burgués que egipcio, y aunque me agrade la idea de latas de cerveza en mi tumba, me agrada más pensar en mis nietos con la calculadora en la mano vendiendo en Sotherbys las boludeces que guardo ahora en los cajones.
Como las cosas hay que hacerlas bien (y sugiero a todos los autores malditos que sigan mi ejemplo) cuando tengo un rato libre busco los poemas (horrendas imitaciones de Byron que escribía en 1995) y escribo frases de genio torturado en los márgenes (siempre cuido tachar una o dos palabras). Piense que mucha gente de letras se dedica a los estudios genéticos y tachar es necesario para ayudar a su trabajo. Un poeta que no tacha y no hace muchas versiones no colabora con los cupos de becas, algo así como que cierra puestos de trabajo de licenciados en Letras¿me explico?. Bueno, escribo una frase genial, un sábado a la tarde sin mucho que hacer, y tacho un poco.
Por ejemplo:
"Estoy poseída, poseída, poseída. Un demonio me persigue día y noche. Mi madre dice que es el portero que viene a cobrar las expensas, pero para mí es una musa que me empuja a escribir más y más, cada vez que toca el timbre escribo con tanta fuerza que el lápiz se rompe"(aquí una mancha negra que atestigua que rompí otro lápiz) "Escribo y escribo(anoto en el margen):las expensas aumentarán igual. Chopin y George Sand nunca las pagaban, tampoco Lautremont"
Guardo cuidadosamente, por supuesto, el lápiz que rompí en ocasión de escribir esto.
Bueno, ya lo saben. Hagan la fortuna de su descendencia, los estudios genéticos están en su apogeo y los genetistas de letras son cada vez más. Y la expensas van a seguir aumentando.Escriban cada papel que se les ponga en frente, tachen, hagan dibujitos, etc... Una puede ser maldita ahora porque no se imagina a Lautremont pagando las expensas ni a Chopin en la panadería.
Pero no hay que dejar a los nietos sin nada.¿O NO?