viernes, 10 de mayo de 2024

Una esquina de Pompeya, una tarde de lluvia

 En esa esquina hay una de las (pocas) oficinas con que una compañía de celulares, que ni pienso mencionar, se digna recibir las pacientes quejas de sus clientes. Digo pacientes quejas porque sí hace falta paciencia, en esa larga fila bajo la lluvia. Hay un techo breve así que nos apiñamos allí, bajo el techito. La que no tiene abrigo en la lluvia es una vendedora de jabón para la ropa. Tampoco se pueden cubrir un vendedor de colonias para hombre y mujer (la lluvia me trae el perfume, bueno y honesto) y un vendedor de tortillas, cubiertas con un plástico, que también dan un aroma muy tentador bajo el frío y la lluvia.

La joven vendedora tiene algo fascinante, un modo de hablar muy fuerte y de intercambiar bromas con sus colegas, que recuerda la Eliza de Pigmalión. El personaje delicioso de la florista que interpreta Audrey Hepburn en el cine, pero que también representa la visión de la sociedad de clases del genial Bernard Shaw.

La palabra es "frescura". Pero con todo y con su frescura, ella está en plena lucha por la vida, como diría H. G. Wells, porque hoy se me da por citar a socialistas fabianos.

Un hombre pasa, la mira y le grita:

-¡Se me hace agua la boca!

Ella contesta con otro grito.

-¡ Se me hace agua la boca cuando veo a tu mujer!

Sí, es la Eliza de Shaw, en el  siglo XXI.

En el interior del local la lucha por la vida continúa, con vendedoras y técnicas trabajando en un espacio muy pequeño e incómodo, poniéndole color a un trabajo difícil, al borde de indigno, con tazas coloridas y las llamadas frases motivadoras. Y mientras atienden, a mí por ejemplo, suspiran por las tortillas que venden afuera, cuyo aroma penetrante, a las seis de la tarde, inunda los pequeños boxes de las empleadas.

Al salir, Eliza sigue ahí, haciendo frente con sus bidones de jabón a la vida, a la lluvia, a los lobos que caminan por la vereda.