HADAS
¿Qué tienen en común la bondadosa
madrina de la Cenicienta con la funesta Morgana del ciclo artúrico? ¿En qué se
parecen las terroríficas banshees a la damisela celeste que concede sueños a
Pinocho? Todas ellas son hadas, seres femeninos extraterrenos, de poderes
mágicos y misteriosos, que acompañan al hombre desde tiempos remotos. Sus
sentimientos, pecados y debilidades las hacen humanas, pero su poder y su
misterio son sobrenaturales.
Son
mujeres etéreas, de larguísimas cabelleras, de pie diminuto y talle esbelto y
de piel traslúcida como el género que las viste.
Las
hadas aparecen con distintos nombres en muchas culturas, estas mujeres
fantásticas y casi fantasmales vivieron tanto en las tierras de Escocia como en
la Grecia antigua o entre pieles rojas y esquimales. En Grecia se emparentan
con las dríades y con la diosa Hathor en el antiguo Egipto. Tienen semejanza
con ellas también las apsaras y gandharvas de la mitología hindú y se parecen a
otros seres fantásticos femeninos como las ninfas, las ondinas y las veelas. La
condición común de todas ellas es una belleza misteriosa y una seducción
peligrosa, incluso a su pesar. Son muchos los relatos donde un mortal gana el
amor de una de ellas y lleva a uno o a ambos a un destino trágico.
Las hadas son inmortales, tienen el
poder de vaticinar el futuro y también de cambiarlo. La palabra hada proviene
del latín fata, que significa
destino. Las fatae o sibilas acompañaron las cohortes romanas en sus conquistas,
determinando su destino y haciendo profecías. Con su raíz latina existe el hada
castellana, la francesa fée, la alemana Fee y la inglesa fairy. En general se las consideró bondadosas, pero
también hay hadas oscuras, irascibles y astutas, maestras en la magia negra que
aparecen entre humaredas causando la desgracia y persiguiendo sus propios y
malignos fines. Un ejemplo es el hada Morgana de la tradición Artúrica. Su
oponente es la reina buena de las hadas, la tenue y misteriosa Dama del Lago,
pero esta, como la muestra Thomas Mallory, tiene una naturaleza ambigua que en
ocasiones está más allá de bien y mal y una femineidad misteriosa como sus
fines, por siempre secretos.
El tamaño de las hadas varía,
algunas miden apenas unos centímetros, otras tienen la estatura de una persona.
Una
de su costumbres , muy cruel, es raptar bebes humanos para criarlos ellas, está
el famoso caso de Lancelot, criado por la Dama del Lago, la Reina delas Hadas
del relato artúrico. Han raptado también hombres adultos. Como el tiempo en el
Reino de la Hadas transcurre mucho más lento que en nuestro mundo, cuando
vuelven a la vida humana se produce una paradoja: estos humanos no han
envejecido y tal vez sus hijos si.
El
hada más popular es la concebida en el Renacimiento, esencialmente buena,
vestida de blanco o azul como una princesa, que hace apariciones súbitas y
maravillosas siempre para ayudar a simples mortales en difíciles situaciones.
Este es el hada que dio nombre a todo un
género de cuentos y que nunca dejó de aparecer...
No
todos las consideran herederas de las ninfas griegas y las indias apsaras,
también se creyó que se trata de ángeles arrastrados ala rebeldía por Satanás,
pero que no eran tan malos para merecer el Infierno, la tierra sería para ellos
un suerte de limbo donde viven eternamente suspendidos bajo forma femenina.
Otros dicen que son espíritus de niños muertos antes de ser bautizados, serían
espíritus buenos que acompañan a los vivos ayudándolos.
Las hadas no solo hacen su aparición
en las noches de luna llena, también han hechizado poetas y escritores, así
conocemos a Titania, la reina de las hadas de Sueño de una noche de verano,
de William Shakespeare, a la diminuta Campanilla de Peter Pan, la novela de J.M. Barry. También es famosa el Hada Azul
que concedía dones a Pinocho, de
Carlo Collodi.
FAYRY, LOS ORÍGENES
DE UNA PALABRA Y UNA DISCUSIÓN FANTÁSTICA
La palabra inglesa fayry, tiene un uso muy extendido. No
solo significa hada, también abarca, como un nombre de familia, a todo un mundo
mítico de habitantes de los bosques y los lagos y las pequeñas colinas,
duendes, gnomos y hadas que a veces reciben el nombre común de seres feéricos,
por tener el mismo origen y formar una sola comunidad de seres, un pequeño
mundo en interrelación con los humanos. Los elfos también tendrían el mismo
origen, y en su génesis serían aquellos ángeles caídos más benévolos que no
merecieron el infierno y aguardan el día del Juicio Final.
Veamos como lo filólogos le
atribuyen distintos orígenes a la palabra fayry,
aunque estén de acuerdo en cuanto a su acepción.
Según algunos que gustan de remontar
toda palabra a fuentes clásicas, la palabra deriva de una expresión griega que
es lel nombre homérico de los centauros. O toman en cuenta la última sílaba del
nombre griego de las ninfas, feé, como posible origen de la palabra. Hay quien
la deriva de voces hebreas, no falta quien la encuentra en una antigua voz del
anglosajón antiguo, fanan, cuyo significado en viajar, ir .
Finalmente, algunos le atribuyen un
pasado celta.
Pero uno de los orígenes que se han
tenido en cuenta es la siguiente interesante hipótesis, bastante respaldada y
que presentamos a continuación.
En la lengua persa ciertos espíritus
femeninos, benévolos y de gran belleza, capaces de volar pues poseen alas ,
semejantes a las hadas europeas, se llaman peri.
Los árabes, que en su alfabeto no tiene la letra p, reemplazan todas las
palabras que tengan el sonido p por la letra f. A estas hadas, entonces, las
llamaban feri. Durante las cruzadas,
los guerreros y peregrinos cristinos peleaban contra los llamados paganos,
soldados que solo hablaban el árabe. Al regresar a su país origen, los cruzados
veteranos narraban las maravillosas historias de las hadas orientales, con la
palabra feri del árabe-persa. También
se ha identificado a Morgana con la maga persa Mejan Peri, conocida en todo
Oriente.
VIVIAN Y MERLÍN
Merlín era un hombre
anciano y comenzaba a sentir el cansancio, el cansancio de su vida consagrada a
otros, el cansancio de sus portentosas hazañas, el peso del Libro de la
Sabiduría que llevaba entre sus ropas, que había heredado de los misteriosos
demonios que lo habían concebido en el vientre de una joven inocente y le
habían dejado sus poderes junto con la bondad de esta. El cansancio de no haber
amado nunca a mujer alguna.
Cuando sintió necesidad de ser amado
comprendió que había llegado la hora de morir.
La enfermedad se había adueñado del
mago Merlín. El hombre más poderoso sufría dolor y debilidad. Se retiró al
refugio que había preparado hacía años, cuando la sombra y la quietud de la
muerte eran aún lejanas, el descanso en el lecho seco de un arroyo guarnecido
por hechizos, donde su precioso libro, su poderoso secreto podía estar
protegido, ya que era muy peligroso en manos que no fueran las suyas. En él
estaban la Cartografía de su cielo del norte, donde figuraban las magnitudes y
distancias de aquella constelación del dragón, que se vio solo una noche, la
noche que él predijo la vida y la muerte de Arturo y el mapa de la Vía Láctea,
con descripciones detalladas de las corrientes, vientos y puentes que la
atraviesan; el relato mágico del Grial, solo tocando sus páginas se lo podía
contemplar y ver donde se hallaba. Merlín no quería dejarlo en poder de nadie,
pero no era posible destruirlo. Debía llegar el día ,milenios más tarde, en que
él mismo volvería a tomarlo entre sus manos para indicarle el camino al joven
rey que habría de renacer.
Nadie podía penetrar
su último lecho rodeado de las más erizadas dificultades. Nadie excepto Vivian,
la reina de las hadas. No podía hacer de su refugio un fuerte inexpugnable, la
sabiduría de Merlín, casi infinita, alcanzaba todo lo posible, pero no dominaba
lo imposible.
Sus últimos días,
que contaba con escrupulosa conciencia,
amenizaba con la compañía de su amigas las hadas. Mutuamente se contaban las historias
del lago que habitaban, historias de espadas doradas, de valientes caballeros y
de las damas amadas por ellos. Sobre todo ellas hablaban de Lancelot, con
orgullo materno, pues ellas lo habían criado. Merlín a veces sonreía con estas
historias y a veces también se ponía sombrío y taciturno. No temía nada de
ellas, que siempre habían sido sus amigas y que además no eran mujeres sino
espíritus. Pero lo alegraban o lo entristecían sus arranques y sus melodiosos
cantos, casi terrenos.
-Con toda tu sabiduría,
le dijo una de ellas, al ver una sombra en su rostro anciano, después de oír de
su labios un poema amoroso-con toda tu ciencia, has podido descifrar los
destinos en el Cielo, y guiar a los hombres en las mas extraordinarias
aventuras, pero la aventura mas conocida por hombres y mujeres, por los mas
ignorantes y pobres entre ellos, esa no lo puedes entender.
-Es demasiado tarde
ya-murmuró Merlín.
La Dama, llamada a
veces Vivian, lo tomó de la mano, callosa y anciana, carente de belleza, y
ambas, la pequeña y gentil mano del hada y la envejecida del sabio, formaron
por un momento una sola. Merlín retiró su mano, con un temblor convulsivo y
ella suspiró, alejándose.
-Me has rechazado-le
reprochó mientras retrocedía y se empequeñecía-Ya no te haremos compañía. Pero
cuando estés agonizando ( toda tu ciencia no logrará apagar el dolor ni
restañar tu sangre), llámame. Y yo aliviaré tu dolor, pidiendo muy poco a
cambio.
Y desapareció bajo
las aguas.
-Vivian-suspiró
Merlín. Había llegado arrastrándose del campo de batalla, donde había sido
herido, donde por primera vez había matado. Perdía sangre por las grietas
abiertas en la coraza, vestida por primera y última vez. El Rey había muerto y
ahora solo cabía reposar hasta el día en que volvería, pero el dolor era grande
y el reposo no era consuelo. Sus heridas eran mayores que su conocimiento y
como todo hombre, quería el consuelo de la mujer a su lado, y como todo ser
humano, quería alivio para sus heridas y lo horrorizaba el final, aunque
esperado.
-Vivian- gritó pero
su voz era débil.
-Aquí estoy-susurró
una voz y una mujer se halló junto a él.
-No eres Vivian-dijo
Merlín, perdiendo toda esperanza.
-Sí-le dijo ella
mientras inclinaba sobre él la rubia cabellera húmeda, permitiendo percibir su
carne, palpitante y blanca.-Soy Vivian pero por primera vez, al haber peleado y
asesinado, tú eres un hombre, por lo que he venido como una mujer.
Merlín se desvaneció.
Vivian lo despojó de su armadura y recogiendo al débil y transido anciano, lo
cargó hasta su lecho, blando y cubierto de hierbas. Lavó sus heridas.
-Dime donde guardas
el Libro de la Sabiduría-habló ella calma y segura-y morirás pacíficamente. De
lo contrario, no sabré como evitar que sufras dolores peores que los que te
atormentan.
Merlín gimió.
-Necesito tus
secretos o no podré aliviarte el dolor. A cambio te daré el único conocimiento
que te falta poseer.
-¿Cuál es ese
conocimiento?
-Yo-respondió ella
gravemente- Puesto que he llegado hasta aquí, sorteando todos los obstáculos y
peligros que tan concienzudamente colocaste en mi camino, te merezco, mago. Te
doy la oportunidad de morir como un hombre y es muy poco lo que pido a cambio.
-Me pides toda mi
vida.
-Debes entregarla,
porque ha llegado tu muerte.
-Muy poco ofreces a
cambio.
Ella retiró su mano
ensangrentada. Su rostro se ensombreció. Lanzó una carcajada y despareció la
mujer, abriendo paso a la frágil Dama del Lago.
-Tu lo has
pedido-dijo.
Merlín sufrió lo que
nunca sufrió hombre alguno, bajo la mirada atenta de la Dama del Lago, que
esperó pacientemente las palabras que en su agonía murmuró, haciéndole la dueña de sus secretos.
Ardió Camelot, pero no el Reino de
las Hadas.