Cuando
era niña quería ser una gran aventurera.Hubiera dado todo por zambullirme en
una novela de Salgari o de Julio Verne, y festejar el "último" chiste
de Yañez, el flemático portugués, cuando se inundan los túneles de Raimangal,
la ciudad subterránea de los terribles thugs. Bueno, dado mi altura de entonces,
creo que el agua me hubiera tapado siete o diez chistes antes del
último...Claro que Yañez fue en su época algo muy parecido a un LooneyToon:
tiene muchas más resurreciones que Cristo.
Me
cae bien esa niña que huyo al País de Cristal pero antes me legó esa felicidad sabia
que consiste en aceptar las cosas. Hoy adulta, ya sé que cuando el agua crece
se lleva a alguien o a algo y, por fin, cuando el río crecido se lleva los troncos,
los techos y las heroicas balsas, sabés que después de todo, un adulto es sólo un
niño con mucho más miedo...
De
niña vestía muñecas.
De
adulta me hice partidaria de la sencillez elegante, entre otras cosas, demasiado
femenina, a veces demasiado masculina. Tengo una falda volátil, que adquirí con
el libro escrito (con tanta ilusión) sobre criaturas mitológicas.Fue el verano
de 2004. Cobré 1500 pesos por esas 120 páginas (tan trabajosas, tan cuidadas,
para que la inspectora mirada editora de mis libros no me reprochara tantos
errores). Se suponía que el derecho a reedición me daba otros 1500 pesos y luego,
ah, la traducción francesa. 1500 pesos más, les dije a mis hijos.
Y
entonces llegó. El verano, esa fruta madura de la vida.La maestra de apoyo de
la escuela, Liliana, se mató. Se arrojó de un séptimo piso.
No
había consuelo.Le prometí a mi hijo que con los 1500 pesos encargaría una placa
con el nombre de Liliana.
Nunca
llegaron.
Los
años se llevan inviernos crudos y flores abiertas y así fueron borrando los
viejos dolores, los proyectos incumplidos.No recuerdo el apellido de
Liliana.Tenía pelo largo rubio, y una gran sonrisa al presentarse.A los chicos
se acercaba pidiendo que la llamen brujita.
Si
me disculpan, ésta es la placa.
MAESTRA LILIANA, NUESTRA BRUJITA
TE RECORDAMOS
TUS ALUMNOS.
Sí.¿Empecé
diciendo qué?Ah, yo era y soy partidaria de una elegancia sencilla, pero por
algún motivo alguna gente me identifica en cierto rol de mujer adinerada.
Recuerdo un viernes de mayo, en 1994. Yo tenía un sobretodo de hombre, a
cuadros en blanco y negro, y llevaba de la mano a mi hija de cuatro años, y
entre mis brazos, al pequeño de tres. No tenía zapatos que ponerle y por eso lo
llevaba a upa. Y, sin embargo, los mendigos me pedían dinero. Recuerdo dos
personas con las que hablé ese día: un chica yugoslava con un bebé en
cochecito, y una señora educada y elegante..
Sra.Educada
y Elegante: ¿Te olvidaste el cochecito?¿Vas a Alto Palermo?
Alto
Palermo, un shopping generoso con quienes tienen dinero. Yo iba a hablar con un
cura de barrio para conseguir una guardería gratuita para mis hijos y poder
trabajar. El barrio del cura quedaba a cincuenta cuadras…que caminé con mis
niños y sin cochecito.
Pasa
el tiempo. Tengo trabajo, casa, me compro libros, vestidos, juguetes. Conozco
al Escritor Famoso, Periodista de Guerra, casi un programa televisivo en carne
y hueso.
—Ser madre
soltera hoy día no es problema—me
dice, con su copa de jerez.
Es
el bar de un hotel cinco estrellas y el pianista toca Naranjo en Flor.
—No—dije llorando
apenas, mirando de costado—, ser
madre soltera no es problema.
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