jueves, 29 de abril de 2010

El martirio

En esta vida hice ya hace un tiempo una difícil elección: ser virgen o ser mártir. La antigua fórmula era ser ambas cosas a la vez, pero creo que, a esta altura del campeonato, eso ya no se nos puede pedir. Me resultó difícil la elección, porque no soy una mujer de una moral férrea, sino una persona con un agudo sentido de la moral, lo que constituye exactamente lo opuesto de una moral férrea. Mi agudo sentido de la moral se debatía entre la virginidad (el malo conocido) y el martirio (el malo por conocer). El martirio era un hombre moreno, alto, de pelo largo, anchas espaldas y una boca completamente lasciva. Además, estaba borracho y procuraba comportarse como un caballero. No lo conseguía y eso me conmovió. Siempre me gustaron los hombres nobles que acometen difíciles empresas, como portarse como un caballero, y fracasan estrepitosamente. Más cuando de martirizarme se trata (porque este ensayo sesudo se llama "El martirio" y de eso tengo que hablar). Bueno, hace muchos años escogí el martirio y he perseverado en mi elección, logrando con el tiempo convertirme en una mártir de primera clase.
Con ese primer Baco di mis primeros tímidos pasos en este noble oficio que es ser mártir, desde entonces por mi Via Crucis ha pasado de todo: rudos Vulcanos y Adonis del primer orden, del segundo y del tercero, aventureros intrépidos, tipos de esos que no matan una mosca y alguno que mató varias, siete exactamente, y de un golpe. Pero eso es secundario, irrelevante. El secreto de un buen martirio no está en el victimario sino en la víctima. Un largo, artístico y hermoso martirio no se puede obtener sin el talento y la sabiduría de la propia mártir. Acá de lo que se trata es simplemente de sumar puntaje, se los digo crudamente, y para eso hay que ganar experiencia, claro está, pero principalmente hay que aquilatar la experiencia. Si alguien sabe que quiere decir aquilatar, por favor, hágamelo saber. Pero, mientras, hablo de aprender de un martirio para aplicar en los siguientes, de tal manera que progresando en el aprendizaje en forma geométrica, tengamos algunos de esos martirios que, Dios mío, pisemos realmente el Reino de los Cielos.
No es mi intención poner mi experiencia al servicio de ustedes, porque el martirio es personal , intransferible, y además es un camino iniciático en el cual el único maestro es el martirio mismo, además no voy a transmitir mi experiencia porque no se me da la gana hacerlo. Pero puedo hacer como única concesión la metáfora del perfecto martirio.
Un martirio perfecto tiene su tempo, tiene movimientos, y es en definitiva una composición. Una sinfonía si se quiere. Ya saben:
—allegro
—adagio
No sigo por que acabo de emplear todo mi vocabulario musical. Un martirio es como una sinfonía, exactamente.
Otra metáfora o analogía.
“Quo vadis”. Sale la mártir a la arena del circo. Con craso horror ve que se le acerca un león de enorme tamaño. Se defiende, entonces, como mejor puede, es decir, se sacude en convulsiones y espasmos de horror hasta el fin del bello momento apoteósico. Eleva los ojos al cielo, las pupilas ceden al blanco, las manos crispadas se relajan, la mártir abre la boca y entona ¿qué? Un bello himno celestial, expresión de su júbilo.
Bueno, eso es lo que muestran las películas. Cuando el león se la come no se ve, porque eso ya es martirio explícito. Pero, hasta ahí, vemos claro que un martirio es idéntico a otro martirio y eso es natural y como Aristóteles bien lo ha demostrado, la analogía es el
comienzo de toda lógica y por tanto de todo conocimiento humano. Y el martirio, déjense de joder, también es conocimiento. Y es razonable entonces que al elegir entre virginidad y martirio, prefiera el conocimiento a la ignorancia ¿no? Es lógico. Como Aristóteles.

8 comentarios:

  1. Pero el martirio, el verdadero martirio, el que te hace mártir de la historia, es el que edifica con la muerte.

    Y entonces encuentro un problema epistemológico para la teoría de que el martirio enseña.
    Concretamente ¿Como comprobamos que el sujeto ha aprendido del martirio, luego que se lo ha comido el león?

    Saludos Palula!!!

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  2. Ay, estos epistemólogos! Este escrito nace de mi reflexión sobre los relatos de mártires que publicaban para la educación de las niñas. La baba de los santos hombres al describir las violaciones y las mutilaciones es de no creer. La asociación con el júbilo del martirio, la boca abierta en el canto celestial, bueno. Ya lo parodiaba el marqués de Sade en el siglo XVIII,pero esas cosas siguieron editándose hasta bien entrados los años cincuenta del siglo XX. besos, Cristian!

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  3. Pero el conocimiento (el martirio?) siempre es limitado mientras que la ignorancia (la virginidad?) goza de la vastedad de lo infinito...

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  4. Ah, no. En todo caso, la ignorancia tiene la infinitud de lo vacío y el conocimiento tiene múltiples expresiones...Esto es mi culpa por citar a Aristóteles, aunque en realidad no lo cite, dije cualquier cosa!

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  5. ¿Infinitud del vacío?
    Venero esa laxitud maravillosa con que los poetas pueden igualar el infinito y el cero.

    Autoinfligiéndonos con mil rigurosidades formales, los matemáticos no hemos llegado mucho más allá: De sumarle 1 al número de infinitos dígitos nueve (...9999999 + 1) resulta la nada (...0000000).
    Verifíquese.

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  6. Y yo sigo devariando y usted insiste en tomarme en serio Cristian. Las derivaciones inesperadas de mi enésimo intento de que me excomulgen comparando el éxtasis de los mártires cristianos al placer terreno de los simples mortales que nunca seremos santos( y lo bien que hacemos) ¿infinitud del vacio? dije. Queseyó en que estaba pensando. Pero esta bueno el aporte matemático al blog.

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