Cuentan que en tiempos míticos y griegos, hubo una fiesta que reunió a los dioses más hermosos y las diosas más bellas en el Monte Olimpo...Pero olvidaron invitar a la Envidia. Triste personaje, sucio y harapiento, la Envidia planeó y encontró su venganza. Simple y brillante, Envidia entró al salón, dónde dioses y diosas bebían sonrientes, llevaba una manzana de oro en sus manos callosas.
La arrojó, gritó. ¡Para la diosa más bella!, y huyó.
Lo que sigue es más conocido: las diosas bellas creían cada una merecer más que las otras la manzana y armaron una gresca, lo mismo que la Envidia se propuso.
Hasta que los dioses designaron un lugar, una colina y un hombre, el pastor Paris, para dirimir y señalar a la diosa más bella. Y a Paris le ofrecieron en recompensa a la mujer más bella del mundo mortal, la preciosa Helena.
Cuento yo que la manzana pérfida puede caer en cualquier sitio, porque esta fábula nos habla del poder de la belleza, y de las emociones contradictorias que produce. La manzana de la Discordia puede caer en una oficina, en un aula, en una tertulia, como cayó en una colina de Embalse Río Tercero, Córdoba, hace ya muchos años.
Estábamos de vacaciones y se formaron esos juegos y charlas propios de niñas de la misma edad, en un hotel grande, un paisaje hermoso y una gran piscina que se prestaban a los juegos. También había un grupo de muchachos, liderados por un chico de Jujuy.
Entre nosotras habitaba la belleza. Rubia, de pelo blanco y largo, ojos claros almendrados y unas facciones que parecían dibujadas. Valeria era así de hermosa, pero también era una niña. Y como niña tenía un lindo carácter fuerte, y se notaba que había recibido una educación clásica.
Una tarde, el grupo de chicas, sin Valeria, me arrinconó y me "repitió", supuestas iniquidades que ella había dicho sobre mí.
La manzana de la Discordia había sido echada.
Estábamos en una colina. Valeria llegaba hasta nosotras.
Le hablé, le repetí lo que me habían dicho. Me miró con un claro asombro y lo negó.
Señalé a las otras chicas. Dije- Ustedes.
También negaron, culpables.
Fue hace muchos años. Un día vi una cara conocida en una publicidad y después me acostumbré a verla, avisos televisivos, conduciendo programas en España e Italia, y una larga lista de sucesos que demuestran que la Venus de la Colina, la pequeña Helena de Troya, huyó veloz y riendo, de la Manzana de la Discordia.
El blog de Paula Ruggeri. Contacto: paula.ruggeri743@gmail.com
martes, 17 de mayo de 2016
miércoles, 11 de mayo de 2016
CARTA AL NAVEGANTE
Carta al navegante que
partió
Al
Navegante Solitario, en el mar que lo encuentre:
Me hiciste una pregunta y te contesto con esta carta.
Te escribo la respuesta en verso, las palabras desnudas son tan pobres.
Hablaste del misterio de la mujer, de mi secreto insondable: es tan sencillo,
hombre, conocer el misterio cuando se quiere saber. Pero si sólo quieres irte
lejos, retornar al mar, en soledad, la mujer seguirá guardando su misterio,
porque es todo lo que le dejas.
Pero yo tengo
otro secreto. Tal vez hay rencor en mis versos, o simplemente sí, hay rencor,
pero tengo una disculpa: un hombre, para una mujer solitaria, es sólo un sueño
del que nunca es dueño. Por eso no sabes, mientras navegas por los mares allá
lejos, qué consistencia tuvo el sueño que fuiste, cómo se proyectaba, gigante,
tu forma en los bosques de mi imaginación. ¿Y si ese es el misterio que te
inquietaba y que tal vez una sirena lejana te revele, cantando para ti? La
imaginación te hizo más héroe de lo que eras en realidad, tan sólo un Ulises
cansado, un Ulises hambriento de una tabla de salvación por una noche, de un
refugio de calor por una noche, de un puerto donde amarrar por una noche, por
una sola noche.
Y por la mañana te fuiste, dejando el bosque umbrío,
más solitario, más inerme en su desnudez.
Y así te
escribí estos versos, desde mi desnudez, contestándote como puedo tus preguntas
inquietas, como deben ser las preguntas que se dicen por única vez y sin
esperar respuesta, porque una respuesta así, marinero, puede demorarte años en
el puerto...O tal vez, preguntas, marino, una y otra vez, a distintas mujeres
puerto en costas lejanas y extrañas para mí. Te escribí esta respuesta y
disculpa, tal vez nunca te llegue.
Saber qué quisieras
Hombre que aciertas
Navegar la Vida
Y dejarla muerta
Tan tibias aguas
Heladas se vuelven
Al ser navegadas
Por marinos crueles
Por decirte tan sólo
Hombre, que tan duro eres
Que labios tan dulces
Se vuelven crueles
Que parir puede un alma
Rencores inmensos
Y que no sólo el dolor
Nos vuelve mujeres
Por decirte tanto
Mi voz ronca se vuelve
Y dolor mis ojos
Y violentas mis sienes
Y yo me vuelvo loba
Y sólo tú no te vuelves
Mientras tu espalda se aleja
Te vas preguntando
Qué oscuro misterio
Que son las mujeres
Nunca llegas tan profundo
Cuando amas
Como cuando amando hieres
Así abres la puerta de la oscura cripta
Sangre que piedra helada
Volvieron los siglos
Ocultas esmeraldas
Brillantes amatistas
Tesoro del odio
Y del desprecio
Otro pagará
Lo que tú has hecho
La mujer
domingo, 1 de mayo de 2016
DIVINA OBSESION
Anoche mientras
dormía
Soñé ¡ divina
obsesión!
Que mi manto te
cubría
Y que el Azar se
llama Dios
Y solitaria navega tu
barca
Por el mar azaroso
del temor
Y que ese mar es mi
feudo
¡ Y el océano reino
yo!
y tormentas te
acechaban
tormenta que te envié
yo
por naufragar tu
barca
en la isla del Buen
Dolor
y te cubro con mi
manta
a ti, desnudo como un
dios
o desnudo como un hombre
cuando lo sueño yo
Y amaina la tormenta
Y tu barco naufragó
Anoche mientras
dormía
Olvidé mi triste
obsesión
Que sola y helada
lloro
Porque el Azar es mi
señor
Y porque él me lleva
y me lanza
A tormentas donde no
hay Dios
Y en negro océano,
furia y tormenta
Yo me muero sin
perdón
Dime hoy, que estoy
despierta
Que soñar es mi razón
Que sola en negra
tormenta
A oscuras yo canto
amor
Que mi reino es el
océano
Porque así lo quiero
yo
Y que mi palacio es
una isla
Y en la isla reino yo
Y cuando naufragas
cada noche
Solo en la tormenta,
sin salvación
Soy un refugio de
tibieza y consuelo
Soy un abrazo de
blanco encantamiento
Soy una reina
desnuda, coronada por el viento
Y fuerte como eres te
rindes en mi seno
Y la tormenta amaina
¡ bello don del cielo!
Amaina entre mis
piernas ¡ divina obsesión!
Amaina la tormenta
pues mis labios son tu dueño
Y el azar se llama
Dios
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