Un amable lector me pregunta si es cierto que estuve en la cárcel y fui prostituta.
Pero
claro que sí, amigo ¿para qué voy a mentir? ¿Podría tener la más mínima
aspiración a ser un fenómeno editorial sin el paso obligatorio por el
penal y sin haber sido prostituta? Sin embargo, y a pesar de que ambas
experiencias son entrañables y forman parte de lo más querible de mi
pasado patibulario, no creo, amigo mío, que tengas que desdeñar otro
hito en mi curriculum que mencioné al pasar: también repartí pollos en
moto y no quiero que eso se desdeñe por ser menos espectacular. Pero
tengo que contarlo todo desde el comienzo.
Nací en el seno de una
familia de aristócratas venidos a menos: mi abuelo era conde, como
Athos, y un primo suyo era Comandante de la Guardia Suiza.
De
chica me sacaban a pasear por la avenida Santa Fe con un tapado de
armiño y una cruz de oro y granates en el cuello bendecida por Pablo VI,
hasta que al tapado lo agarró la polilla y empeñaron la cruz para pagar
el gas. Me enseñaron el delicado manejo de tal cantidad de cubiertos
que nunca tuve que usar en mi vida, que me haría una tarjeta que dijera Paula Ruggeri: experta en cubiertos que usted nunca vio.
Todo
tenía mucho nivel, yo tomé la comunión con un vestido blanco hasta el
piso, hablaba francés con la prima Jeanette y todos las navidades
recibíamos una carta del Papa. Una vez que la leíamos, se la vendíamos
al librero de la esquina y págabamos con eso el pavo de Nochebuena. Para
una familia católica el pavo de Nochebuena es tan imprescindible como
el pesebre, pero era caro y la carta del Papa nos sacó del apuro todas
las navidades hasta que...
Hasta que cumplí dieciocho años. El
cura de San Patrick decidió que yo era ideal para hacer de Virgen María
en el pesebre viviente de Nochebuena. Ensayaba con un pañuelo celeste en
la cabeza mientras la familia aguardaba la carta del Papa para encargar
el pavo. Y en un ensayo sucedió.
Estaba en el retablo, sola. Una
ventana en una esquina permitía el paso a un rayo solar. Trataba de
rezar un Padre Nuestro pero en la parte de "perdona nuestros deudas" me
acordaba de todas las deudas que tenía mi madre y se me trababa la
lengua. Pero de golpe me envolvió la luz abrasadora.
Fue muy
rápido (demasiado para mi gusto, pero bueno), primero el rayo, después
entró una paloma y por últimó se me cayó un cascote en la cabeza. Yo
traté de relajarme y disfrutar, había visto todos los bodrios de María y
José que pasan en la tele por Navidad y sabía perfectamente lo que
sucedía.
Después del primer desmayo y el tercer atraso resultó
evidente que estaba embarazada. ¿Y quién carajo me iba a creer lo del
rayo de luz? Además, me pareció que la profesión de mesías no era buena
para mi hija. Así que enfrenté a mi madre y le dije:
—Mamá, estoy
embarazada del jardinero, pero no del de casa, del de otra casa y lo
echaron por tomar cerveza, se volvió a Paraguay.
—Hija —dijo mi
madre, con la calma que sólo una dama como ella puede tener—.
Comprenderás que no puedes permanecer en esta casa de tus ancestros,
etc... porque el Papa se va enojar... etc... y ya no tendremos pavo en
Nochebuena y eso es un pecado. Así que toma tus cosas y algunos
alimentos frugales y vete por esos caminos de Dios.
Me estaba
diciendo que agarre la Panamericana. Así que yo agarré un palo de
escoba, le até un pañuelo y dentro del pañuelo puse unos mendrugos de
pan con jamón serrano, "Los tres mosqueteros", mi ropa interior de
encaje rojo y una caja de anticonceptivos y me fui lejos, adonde me
esperaba la cárcel, la prostitución y la rehabilitación social sobre una
moto repartiendo pollos, pero eso es otra historia. La saga continúa.
El blog de Paula Ruggeri. Contacto: paula.ruggeri743@gmail.com
domingo, 26 de mayo de 2013
domingo, 12 de mayo de 2013
Deseos
I
“¿Qué el Infierno?
¿Cuál es la sabiduría?
¿Dónde está el cielo?”
“A todo puedo, hombre, responder.
No dejes que esta noche
Yo me acueste sola
Y te diré
A la madrugada siguiente
Tras el último beso
Yo me puse de pie
“La promesa del Cielo
Es el Infierno
La promesa del Infierno
Es el Cielo.
Esto es la Sabiduría"
II
Quiero que me acompañes en mi ida al lnfierno
Un Infierno tan dulce y ardoroso
Que quiero pecar mil veces para no tener reposo
Camino de llamas, de frutos intensos
De dulces heridas que asestan mis versos
Cuando abren su surco
Y el pleno deseo
De secretas rosas
Hace al héroe pleno
Cada perfume se sumerge en tus aguas,
cada violeta envuelve tu espada
Mi boca es un copa
Una copa muy blanda
Así que dame
Dame la noche, la lluvia, la luna anegada
Dame la orquídea abierta
El perfume de la flor dorada
Dale mi boca, copa
Dale tu beso de miel, espada hecha agua
III
En la ebriedad de la creación,
Dios forjó dos piezas que encajan a la perfección
Un herrero o un escultor harían lo mismo
Forjó rosas, forjó bocas, forjó aleaciones de carne y acero
Pechos de labrador, manos de arriero,
Manos como las tuyas
A ellas confío
Mi corazón escondido
Rosado y tierno
Se abre en la noche, en escondido sueño
Dulce como rosas, de suaves pétalos
Rojo como la sangre, rojo como los labios
De una princesa sin dueño
IV
No sé, hombre o dios
Cómo no irme entre tus brazos
Cómo no derretir entre las hojas
La ardiente corola de la rosa
“¿Qué el Infierno?
¿Cuál es la sabiduría?
¿Dónde está el cielo?”
“A todo puedo, hombre, responder.
No dejes que esta noche
Yo me acueste sola
Y te diré
A la madrugada siguiente
Tras el último beso
Yo me puse de pie
“La promesa del Cielo
Es el Infierno
La promesa del Infierno
Es el Cielo.
Esto es la Sabiduría"
II
Quiero que me acompañes en mi ida al lnfierno
Un Infierno tan dulce y ardoroso
Que quiero pecar mil veces para no tener reposo
Camino de llamas, de frutos intensos
De dulces heridas que asestan mis versos
Cuando abren su surco
Y el pleno deseo
De secretas rosas
Hace al héroe pleno
Cada perfume se sumerge en tus aguas,
cada violeta envuelve tu espada
Mi boca es un copa
Una copa muy blanda
Así que dame
Dame la noche, la lluvia, la luna anegada
Dame la orquídea abierta
El perfume de la flor dorada
Dale mi boca, copa
Dale tu beso de miel, espada hecha agua
III
En la ebriedad de la creación,
Dios forjó dos piezas que encajan a la perfección
Un herrero o un escultor harían lo mismo
Forjó rosas, forjó bocas, forjó aleaciones de carne y acero
Pechos de labrador, manos de arriero,
Manos como las tuyas
A ellas confío
Mi corazón escondido
Rosado y tierno
Se abre en la noche, en escondido sueño
Dulce como rosas, de suaves pétalos
Rojo como la sangre, rojo como los labios
De una princesa sin dueño
IV
No sé, hombre o dios
Cómo no irme entre tus brazos
Cómo no derretir entre las hojas
La ardiente corola de la rosa
Suscribirse a:
Entradas (Atom)